Tengo que decir, que en mi humilde opinión, todo lo que tendría que ir a más va a menos y que todo lo que tendría que ir a menos va a más.
Menos mal que menos no es más y sobre todo que mas no es menos.
Tengo que decir, que en mi humilde opinión, todo lo que tendría que ir a más va a menos y que todo lo que tendría que ir a menos va a más.
Menos mal que menos no es más y sobre todo que mas no es menos.
En los sueños todo ocurre a un tiempo y nosotros, cuando despertamos, intentamos organizar lo soñado dándole un sentido narrativo y lineal.
En la vigilia ocurre lo mismo, todo sucede a un tiempo y así lo percibimos. Después, en milésimas de segundo organizamos lo que creemos que está sucediendo dándole un sentido narrativo y lineal.
No existe, creo yo, en español una palabra para denominar el dolor mental, la tenemos para las migrañas, para la metatarsalgia y para todo tipo de dolores de cualquier parte del cuerpo, pero para el dolor de la mente no hay una palabra concreta, es algo que se oculta tanto que ni siquiera se nombra.
Para referirse al dolor mental se puede usar la palabra genérica "sufrimiento", que también puede utilizarse para el dolor intenso que se tiene cuando por ejemplo uno se rompe una pierna, o le duelen las muelas, así que para el dolor de la mente, o si se quiere del alma, no tenemos una palabra y tenemos que utilizar al menos dos.
Los antiguos sabios chinos decían que era importante para poder pensar bien sobre cualquier cosa, que las palabra que se utilizara fueran las correctas, si le damos la vuelta a este precepto, para no pensar en algo de ninguna de las maneras, la mejor estrategia es no concederle su propia palabra, aunque parece que este oficio, el de crear nuevas palabras, para entendernos mejor unos a otros, para poder pensar mejor, para mejorar al fin y al cabo el mundo mediante el el lenguaje, que se utiliza en todos los procesos humanos, ese oficio de creador de palabras, ni siquiera está inventado, ni hay intención alguna de crearlo.
Hay cosas que se saben desde hace milenios, pero nosotros no usamos esta sabiduría, que parafraseando a Buñuel cuando hablaba de Dios “Si existe es como si no existiera”
Historias de camareros 92 "El segundo"
—Buenas, señores —le digo a una pareja de señores mayores—. De primero tenemos… y, de segundo, conejo al horno, parrillada de carnes, merluza al orio...
—Yo de segundo una merluza al orio pero sin ajo —elige ella.
—Pues yo una parrillada pero de pescado.
Ante algo así, ¿qué puede uno hacer o decir?
Queridos todos: Bienaventurados los camareros que trabajan en terrazas porque ellos pueden arrojarse bajo los autobuses o bajo el tranvía.
Historias de camareros 93 "¿Por qué?"
—Y de postre tenemos: tarta San Marcos, melón, helado de chocolate y vainilla, natillas con o sin canela pero sin galleta y tiramisú.
—Yo, flan —dice la señora.
—Yo, medio melón —dice su compañera.
Y yo vuelvo a preguntarme: ¿Es esto posible? Y si lo es, ¿por qué ?, ¿eh, por qué?
Historias de camareros 94 "Las medias jarras"
—Buenas noches.
—Buenas noches, dígame.
—¿Sería usted tan amable de ponerme una jarra de cerveza pero media de Radler y media normal?
—Por supuesto que sería tan amable, y no sólo eso, además se la voy a poner en una jarra helada.
—No me diga, muchas gracias.
—No hay de qué —le contesto al señor mientras pienso en lo fácil que es tratar bien a la gente educada y amable.
Le sirvo su jarra helada mitad Radler y mitad normal, y el señor se la bebe tan a gusto. Al rato se me acerca y me dice:
—Oiga, oiga, ¿me podría poner la media jarra de Radler y la media de cerveza normal que me debe? Es que antes me ha puesto sólo dos mitades de cada.
Los dos nos reímos y le contesto que tiene toda la razón. ¿Cómo iba un camarero honesto a escamotearle sus dos medias jarras de cerveza?
En fin, hay días que da gusto verlos.
Queridos amigos: sed amables, es decir, susceptibles de ser amados, y aunque seáis raricos, los camareros os trataremos bien.
Un abrazo y salud.
Historias de camareros 95 "Chistando"
Andaba yo con Rosa hace ya un tiempo dando los menús del mediodía, con el comedor completo cuando oímos un "scht, scht, scht, scht".
—¿Lo has oído? —dijo Rosa.
—Por supuesto, no sé de dónde viene, pero da igual, porque no voy a hacer ni caso.
—Toma, ni yo, ya se puede desgañitar quien sea.
El caso es que en el comedor había un grupo de cinco militares jóvenes, que suelen ser muy educados, una familia formada por un matrimonio con dos hijos, que eran habituales, una señora mayor, también clienta que esperaba a su hijo y un sinfín de mesas de dos que bajaban a diario a comer de sus respectivas oficinas, así que no nos podíamos imaginar quién podría ser el maleducado de ese servicio, pero, como hacemos siempre, continuamos sin prestar la menor atención y se nos olvidó el asunto.
Al rato fui a la mesa de la señora que me llamaba con la mano y me dijo:
—Oiga, llevo mucho rato llamándole.
—Pues lo siento, no la he oído, dígame.
—Es que yo esta agua que me ha traído no la puedo beber.
—¿Qué le pasa, está muy fría? ¿Se la traigo del tiempo?
—No, no, es que tiene mucho calcio.
Madre mía, esta señora confunde la cal con el calcio, pensé, mejor no digo nada, y decidí seguirle la corriente.
—Pues es la que tenemos desde hace años, la ha bebido usted muchas veces. ¿Qué hacemos entonces?
—Tráigame un tinto de verano.
—¿Con gaseosa o con limón?
—Con limón.
—Perfecto, ahora se lo traigo.
Y me marché a ponerlo pensando en la buena idea que había tenido la señora, dejar de tomar "calcio" del agua embotellada para tomar tinto de verano, que es mucho más sano, dónde va a parar.
Poco a poco los comensales se fueron marchando: los oficinistas, los militares, la familieta y sólo quedó en el bar la señora con su hijo. Entonces lo oí claramente en el vacío del restaurante, era un nuevo “scht scht” que ya no podía provenir más que de la mesa de la señora; así que allí me fui.
—Claro —le dije a la señora—, ahora entiendo por qué antes pensaba usted que no le atendía. Es que antes —dije dirigiéndome a su hijo—, se ha enfadado la señora porque no venía yo a atenderla, pero es que yo eso no lo oigo, y si me vuelve a llamar así, pasará lo mismo cada vez, no lo oiré y no podré venir.
El hijo me miraba consternado por la situación y lleno de vergüenza y le explicaba a su madre que así no se llamaba a las personas. Ella hacía como que le oía, pero en su cara se esbozaba una sonrisilla contenida, como de triunfo, al saber que al final había logrado que atendiera a su asqueroso chasquido.
Que Dios me perdone pero cómo deseé en ese momento que un gato surgiera de la nada, saltando sobre su cabeza y llevándose entre sus dientes como presa su peluca.
Queridos amigos, ya sé que no lo hacéis nunca, pero si entre vuestros conocidos tenéis a alguien así, que chista a los camareros, explicadle, como hizo el hijo, que así no se llama a nadie, sobre todo si uno o una lleva peluca.
96 “Por fascículos”
Es la hora del almuerzo y empiezan a llegar manadicas de oficinistas con el tiempo justo para tomar algo a toda prisa, así que hay que atenderles a la velocidad del trueno.
A lo largo de muchos años de batirme el cobre en esta lid, he observado que las personas, como ya saben lo que van a tomar para beber, y a mitad de la mañana tienen más hambre que Dios talento, centran su atención, no en el camarero, que es el único que les puede dar lo que quieren, sino en la vitrina de los bocadillos. Se ven entonces grupos de señoras y de señores cuyos ojos van de un mini vegetal a uno de pechugas con salsa de mostaza, o de uno de longaniza de Fuentes con pimientos verdes a otro de jamón con tomate, como si estuvieran decidiendo si echarle los tejos a Nicole Kidman o a George Clooney o a Vanessa Paradis o a Johnny Depp, pero mientras miran no le dicen a este sufrido camarero nada de nada, y la cola comienza a crecer. Aquí es donde empieza mi lucha:
—A ver, señores —les digo—, ¿me van diciendo lo que van a tomar de beber, por favor? Así, cuando decidan el bocadillo, ya tendrán los cafés preparados.
En general la gente se organiza, colabora y te dice a través de un portavoz:
—Nosotros dos con leche, un cortado y un agua.
Y tú, entonces, en un viaje a la cafetera, preparas los tres cafés, y en otro, a la cámara, pones el agua. Cuando el grupo está muy organizado mientras pones los cafés, el portavoz te dice:
—Y dos de jamón, uno de tortilla si calentar y un vegetal.
Esto es maravilloso y gracias a estas personas que piden las ocho cosas que van a tomar en una o en dos veces, se puede atender a trescientas personas en menos de una hora y media. Los primeros beneficiados son ellos mismos, también el camarero, y por último los clientes que hacen cola detrás de ellos, a los que llega el turno en un pispás. Pero a veces, ay, a veces aparecen unos grupúsculos de señoricas (sí, suelen ser señoricas, si no, diría señoricos) con los que la operación es bien distinta. Comienza cuando aparece la manadica de, pongamos, cuatro señoras, y yo digo:
—A ver, señoras, por favor, ¿me dicen lo que van a tomar de beber?
—Yo, un cortado —dice mientras las demás callan esperando su turno, y mientras yo preparo un único cortado en el primero de mis cuatro más que posibles viajes a la cafetera—, y uno de jamón —termina mientras me da el dinero para que le cobre.
Una vez cobrado, intento explicar a las demás que es mejor que las tres restantes me digan los tres cafés a la vez.
—Es mejor y tardaré una tercera parte de tiempo en prepararlos.
—Anda —dice otra—, es que nosotras preferimos de una en una, además se tardará lo mismo, ¿no?
—Ya veo ya que prefieren de una en una pero, háganme caso, ya verán, ya —contesto.
—¿Usted qué quiere?
—Otro cortado.
—¿Y usted? —le pregunto a otra señora.
—También cortado.
—¿Y usted? —me dirijo a la última.
—Otro.
—Muy bien, ahora mientras los preparo vayan mirando los bocadillos. —Acabo los cafés en un pispás— Aquí tienen los tres cortados.
—Uy, qué rápido.
—Claro, para eso la cafetera tiene tres grupos, puedo preparar hasta seis cafés a la vez.
—Qué maravilla —dicen a una, y como todavía las veo indecisas con los minis, les digo:
—Los vegetales están recién hechos, muy buenos y muy ligeros.
—Pues ponga esos cuatro.
Los pongo y ellas me felicitan por haberles servido tan rápido.
—Es que si me piden todo a la vez puedo ponerlo todo a la vez, lo que querían hacer ustedes era como una venta por fascículos.
—Jajaja —se ríen al ver el despropósito de su anterior estrategia.
—En realidad, a mí me da igual de una forma u otra —prosigo—, y aunque a su manera trabajo cuatro veces más, no es por no trabajar, ¿saben?, es que es mejor hacerlo así. Piensen que si las personas que han venido antes que ustedes hubieran pedido de una en una, nunca les hubiera llegado el turno a ustedes.
Ellas vuelven a reírse y se marchan muy contentas con más tiempo para tomarse tranquilas el almuerzo.
Y así, diciendo las cosas de usted y con cierto gracejo, consigo que todos los días me pidan todas a la vez.
"El salero"
Hace pocos días estábamos Rosa y yo dando las comidas, el anciano de las costillas, que llevaba un arnés y un bastón y que invariablemente comía medio menú de costillas con melón de postre, todo un adicto, ya se había marchado, así que debían de ser las dos o las dos y media, porque el comedor se había ido llenando y en la misma mesa que había usado el señor de las costillas estaba un señor más anciano todavía. Yo no me había dado cuenta pero Rosa, que se fija en todo, enseguida me lo dijo:
—Quique, Quique, mira al señor de la nueve, cada vez que paso le está echando sal a la comida.
—A ver a ver, anda, tiene el salero en una mano y le echa sal a cada bocado, joder, qué tío.
—A ver si le va a dar algo al hombre, joder, vaya adicción.
—Algo había oído de la adicción a la sal; tampoco lo había visto nunca, madre mía.
Anduvimos vigilando que no le pasara nada e incluso le ofrecimos más agua cuando se terminó la botella de litro y medio de agua reglamentaria, pero no quiso más, eso sí, cuando acabó la sal de un salero, a mitad del segundo plato no dudó en pedir otro.
—¿Tomará postre, señor? —dije al levantar el segundo.
—Un café solo.
Y tras llevárselo, me dijo:
—Por favor, ¿podría traerme otro sobrecito de azúcar?
Vaya, pensé, he aquí otro politoxicómano, y le llevé un plato con diez azucarillos. Cuando levantamos la mesa no estaban ni los envases. ¿Se los habría metido en los bolsillos de la americana? ¿Se los habría ido echando en cada cucharadita llena de café? ¿Por qué hacía eso?
El mundo está lleno de ancianos viudos que se enganchan a la vida a través de cualquier droga.
Historias de camareros 97 "Mucha miga"
—Camarero.
—Dígame, señora.
—Yo querría el bocadillo solomillo fat, pero... ¿podría usted quitarle la miga al pan?
—No.
—Anda, ¿y por qué no puede quitarle la miga a mi bocadillo?
—Porque soy camarero y no debo tocar la comida con las manos.
—¿Y el cocinero?
—El cocinero está atendiendo a 48 personas aparte de usted, si cediera a cada cosa que le pidieran, no podría dar de comer a los clientes, tampoco a usted.
—¿Y el segundo de cocina?
—Tiene tanto trabajo como el cocinero. Mire. Le traeré una cuchara y se quita usted misma la miga, puesto que es tan importante para usted.
—¿Y si la quita su compañera, la otra camarera?
—Tiene muchas otras cosas que hacer. Señora, siento tener que dirigirme a usted en estos términos pero "No ES No".
—Pues también es verdad.
Le llevé la cuchara, sacó la miga, jugueteó con ella amasando una gran bola de miga y se la comió.
¿Que por qué hizo esto? Nadie lo sabe.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
Buenas noches y salud, sobre todo salud mental.
Me despierto de nuevo una hora antes de que suene el despertador, sé que no voy a dormirme, así que alcanzo la cajita donde tengo preparadas mis pastillas y me las tomo en la oscuridad.
Comienzo a darle vueltas a las cosas, y pienso que quizás deberíamos tomarnos un tiempo en tener una ligera idea de cómo viven los demás por dentro.
Oigo al vecinito de arriba que corre por el pasillo, seguramente se habrá despertado hoy antes para jugar con sus regalos de navidad. Muchos fines de semana, temprano, el niño corre por el pasillo y me despierta, pero yo no le digo nada a sus padres, me gusta pensar que entre él y yo hacemos uno que es feliz.
Hace días que me despierto una hora antes de que suene el despertador, desmadejado. Esto sucede a temporadas desde hace más de doce años sin que nadie lo sepa. Cuando pienso en esto me pregunto:¿Quién vendrá?
Y entonces, querido lector, es cuando te echo de menos más.
Me despierto una hora antes de que suene el despertador, y al ver esto el reloj me doy cuenta de que ya no me voy a poder volver a dormir, tengo la boca pastosa, bebo un trago de agua tibia de la botella que tengo en el suelo junto a la cama. La calefacción ha debido quedarse encendida toda la noche y tengo la almohada mojada, así que le doy la vuelta y siento asco al seguir notando el pelo mojado, soy yo el que lo ha empapado todo de sudor, intento no reparar en ello y volver a dormirme sin éxito, las sábanas están ásperas, debería haberlas echado a lavar hace días.
Empiezo a preocuparme por lo que va a pasar en la jornada de trabajo, en realidad se trata de un día corriente, como el de ayer y el de anteayer, como casi todos, y en teoría no hay a la vista nada angustioso, aun así pensar en él me produce ansiedad, atrapo entonces la cajita en la que tengo preparada la medicación sobre la mesilla, y empujo las tres pastillas al interior de mi garganta con otro trago de agua tibia, creo que cuando suene el despertador todavía no me habrán hecho el efecto requerido, pero algo he avanzado.
Sigo intentando controlar el día que esta a punto de empezar en mi cabeza, y sin darme cuenta, mientras toda esta lucha se ha ido desarrollando sin control en mi imaginación, ha ido pasando la hora y suena el despertador, lo apago, me incorporo en la cama y me siento como si hubiera vivido en una hora, antes ya de dar el primer paso de la mañana, una entera y larga tarde de domingo.
Estas tres palabras podrían aplicarse a cualquier cosa y en cualquier situación, si venciéramos la costumbre que tiene el cerebro de clasificar, de agrupar cosas similares para ahorrarse y ahorrarnos esfuerzo.
Esta es una estrategia del cerebro brillante y muy útil para la supervivencia, pero tiene como contrapartida dejarnos ciegos ante las pequeñas diferencias.
Por supuesto, no es que esto no esté bien, sino todo lo contrario, pero somos nosotros los que a veces, no siempre, manejamos nuestro propio pensamiento, y podemos usarlo de otras maneras, podemos pararnos en cualquier momento, mirar cualquier cosa para ver las diferencias que habitualmente no percibimos y decirnos: esto es diferente, para ver todo esto que se nos escapa a diario y que es una riqueza que ahora estamos desperdiciando.
El sustrato espiritual, exista el espíritu o no, domina el mundo de los seres humanos.
Está claro que la mente existe y que esta está en el cerebro, pero lo que no sabemos con seguridad es si la mente es todo, y en ella se incluye aquello que llamamos "espíritu", o si este espíritu existe independiente de la mente y del cuerpo, efectivamente.
Nunca me ha preocupado mucho este misterio, si no existe mi espíritu moriré para siempre con mi mente, y mi consciencia desaparecerá, tal como apareció, en un instante, y si por el contrario existe, se abrirá ante mí un nuevo mundo de nuevas posibilidades, algo que tampoco estará a mi alcance manejar. Existan el espíritu y el más allá yo voy a actuar de la mejor forma posible en mi vida, así que tampoco que la cosa sea de una manera o de otra cambia mi hacer en la vida, ni me supone una carga por la que pagar, a mi juicio, si es que hay un Dios en otro mundo.
Todo esto todos lo hemos pensado mil veces, lo resumo para poder llegar hasta este punto, que es el que a mi me maravilla:
Si el espíritu humano existiera, todo lo que hemos construido los seres humanos a su alrededor cumpliría la función para la que fue creado, si sólo existe la mente, igualmente esta creación es una ayuda para esta. La función de las religiones, de los mitos, de los templos, de los ritos etc.., sigue siendo valiosa y esencialmente es la misma, sólo hay algo más sobre lo que pensar:
Si el espíritu no existiera el ser humano habría creado todo lo relacionado con él alrededor de algo inexistente, un gran cúmulo de magníficas creaciones rodeando a una idea abstracta maravillosa e inexistente.
Esto sería algo sublime en el más alto grado, y es que hay veces que pienso que el ser humano no puede ser más poético, siempre lo es cuando utiliza la creación poética para llegar allá donde no llegan la razón, ni la filosofía ni por supuesto la ciencia
Bien hallada sea por tanto la bendita poesía.
Por primera vez, tumbado en mi cama al ponerme a escribir se me ha caído la habitación encima. El techo blanco, las paredes azul celeste, el cabecero de madera, el armario de tres cuerpos con sus puertas espejadas, los cuadros, las acuarelas con paisajes, la media ventana falsa que da a una galería cubierta donde están la lavadora y el cuarto de la plancha.
Por primera vez se me ha venido el cuarto encima y he sentido una nausea, y después otra, cuando he pensado en qué pasaría si cada vez que me tumbase en la cama a escribir, o a cualquier cosa, se me cayese una y otra vez la habitación encima, y yo no pudiera hacer nada con esta sensación, con este pensamiento.
Después he pensado en que debajo de los escombros se estaría mal tan solo un rato, y luego nada.
Pero no ocurre esto en la realidad, qué pocas veces se hace realidad lo que deseamos, lo que pensamos, y al acabar de pensar esto he levantado la vista y al ver de nuevo el techo blanco, las paredes azules, los armarios, la ventana y los cuadros, abalanzarse con furia sobre mi, he salido de la habitación, porque estaba teniendo una gran arcada.
El matiz es lo importante, por eso hay que estar atento a él, no perderlo de vista, y no confundirlo jamás con el detalle.
Por otra parte, cuando uno está sólo, absolutamente sólo, cuando sabe que nadie conoce nada de sus pensamientos más profundos ni de sus asuntos más superficiales, uno encuentra este estado soledad y de abandono un placer que le conecta con el que sintió de niño, cuando deambulaba escondiéndose por la casa abriendo los armarios y los cajones de los mayores.
Todas esas cosas pequeñas, insignificantes, cotidianas, que me ocurren y que me gustaría contarle a alguien, como que he visto una casa para pájaros colgando de un balcón, y he imaginado al niño que la colocó allí saliendo cada mañana ilusionado, esperando que anide en ella una familia de gorriones, que he escuchado hace poco un blues que estaba lleno de vanidad y no de tristeza, que no tengo casa pero que mi casa son los libros, que no sabemos nada porque no conocemos la muerte, que aquella notificación de hacienda al final no era nada, que vuelvo a tener en el pie derecho otra vez una metatarsalgia, y al fin que todo esto mío nadie no lo ve, nadie lo oye.
Todas estas cosas pequeñas, insignificante, cotidianas, al no poder ser dichas se van convirtiendo en secretos, en secretos obligados a serlo, y al ir acumulándose en el interior de uno, hacen que uno tenga una vida llena de secretos pequeños, una vida pequeña, secreta, pequeña.
Hace falta mucha más energía para acabar algo ya empezado que para empezar algo nuevo.
Al principio de un proyecto hay muchos obstáculos, pero también hay muchos caminos abiertos para poder sortearlos lo más cómodamente posible.
Sin embargo un final es un obstáculo en si mismo. Sólo se puede terminar con algo solventando de una única manera ese obstáculo inevitable.
Por eso me parece a a mí qué todo en el mundo está a medio hacer, lo noto
Que cabéis muchas veces muchas cosas , que se os cumpla amén
Hay que ver que odiosa es la repetición, sobre todo cuando lo que se repite no tiene ni pies ni cabeza, cuando es una frase sin sentido a la que sólo hay que llevar un momento al pensamiento para descubrir en ella su falsedad y para poder dejar de repetirla.
Así hace milenios se escucha que " Todos los caminos llevan a Roma" lo que no sólo nunca ha sido cierto, ni literal ni metafóricamente, siempre ha habido otros imperios y otras iglesias, sino que además choca con la realidad más aplastante, con lo importante que es saber en esta vida que nada nos lleva nunca a ningún lado.
Ya sé que es una forma de hablar, pero la repetición harta al que la escucha y es odiosa por esto, y sobre todo porque repetir nos impide hacer el esfuerzo de pensar.
Salgo a la calle, a pasear veinte minutos, con mis auriculares sin cables puestos, como hago muchas otras mañanas.
Hoy hace un cierzo racheado incómodo y fuerte que cuando te da en la espalda te pega el abrigo a la espalda. Nada más salir se me ocurre hacer un experimento mental e imaginar todo lo que veo como si estuviera pintado en un cuadro, como si yo avanzara por el interior de una sucesión de cuadros de diferentes artistas. Al momento los objetos se transforman en manchas y capas de colores y las calles se me aparecen trazadas por Pisarro y al llegar a una gran avenida donde los coches cogen grandes velocidades me los imagino dibujados por Marinetti.
Llego al parque, y al estar este más desprotegido del viento los auriculares pierden en algún instante la conexión, e imagino que esas notas que no he oído se las ha llevado el viento junto con la señal del bluetooth, este pensamiento me lleva a mirar al suelo, al lugar donde creo que habrían ido a caer, aproximadamente, las notas que me han faltado y este gesto a su vez dirige mi mirada a la sombra que proyecta el tronco de un un pequeño y fino árbol sobre el suelo, pienso en la luz que después de recorrer millones de kilómetros desde el Sol se ha quedado atascada en la corteza de este humilde árbol y me pregunto si las sombras son el molde de la luz, o si será la luz el molde de todas las sombras, o si serán ciertas ambas cosas o ninguna.
Sigo caminando para volver a casa y justo en el callejón que atravieso antes de llegar a mi portal veo una pintada en la que se lee "Un beso en la conciencia", fotografío la pintada y vuelvo a jugar con esta idea ¿Será el mundo el que besa mi conciencia o es mi conciencia la que saliendo al mundo lo besa?, todavía estoy sumido en todas estas ensoñaciones con las que me aíslo y me protejo en los exteriores cuando giro la llave de la puerta de mi casa. Mientras me quito el abrigo me digo a mi mismo que sé muy bien que en realidad no he salido a la calle, que he hecho todo este recorrido desde el interior de mi propia mente.
Salgo a la calle, veo a una señora mayor que sale de su portal y se santigua y me pregunto, ¿Es esa su huida de la realidad, cuál es la mía?
Ella se escuda bajo creencias milenarias, yo sin embargo creo las mías y huyo con mi pluma muy al fondo, hacia el blanco más profundo de una hoja de papel.
Entre libros y hojas sueltas me refugio, me desahogo, me protejo, me veo a mismo y me reconozco, es aquí donde me abrazo, donde me recupero, donde vivo.
Cuando vuelvo de la calle veo regresar a la misma señora, que antes de entrar a su portal de nuevo se santigua, me digo que todo el mundo necesita su salida, y escoge entre ellas la que buenamente puede, me digo que espero que a ella le funcione su huida al menos tan bien como a mí la mía.
Existen multitud de presentes transcurriendo cada uno de ellos, en cada uno de nosotros, con diferente velocidad e intensidad. Lo que da la medida de tiempo de esta intensidad y de esta velocidad no es el reloj, es la diferente emoción que cada cual siente en su propio presente.
Así que se podría decir que compartimos el entorno, el instante, pero no el tiempo, porque la unidad de tiempo de lo que nos ocurre a diario no es el segundo, el minuto o la hora, es la emoción y cada uno, en cada momento vive sólo la suya.
Por otra parte el lugar donde uno puede existir plenamente es donde es escuchado y comprendido, donde no está sólo. Sin esta escucha no hay comprensión, ni afecto, ni amor, sólo hay soledad, no hay nada.
Lo primero y más importante es la escucha, porque en la escucha se comparte la emoción, y compartir la emoción es compartir el tiempo, y por tanto también el lugar, el espacio.
Las ideas son seres delicados y poco conocidos, a pesar de que habitan entre nosotros y nacen en nuestro interior. De hecho, la mayoría de ellas mueren porque al salir de nuestros cuerpos al vacío, al aire, no se les prestan los cuidados necesarios, desintegrándose en el olvido.
Para poder atender estos alumbramientos la persona interesada debe tener el instrumental adecuado. Una pluma y un folio requieren una mesa, así que es este un material poco útil si el nacimiento se produce mientras paseamos, un lápiz necesita sacapuntas y a veces goma, y aunque puede servir en algunos casos, su punta nos aguijonea la piel del muslo a través del bolsillo del pantalón, por eso son el bolígrafo y la libreta los artículos de los que un recolector de ideas no debe carecer nunca.
Es bien conocida por todos los escritores, músicos y creadores en general, la especial circunstancia consistente en que, cuando la idea brota de la cabeza, nunca se tiene nada con que recogerla, esto no es casual, la idea sabe bien si hay útiles de escritura cerca o lejos y calcula la distancia entre ella, y pongamos el bolígrafo, antes de nacer, puesto que para la idea, esos instantes que para nosotros son sólo unos segundos, constituyen la primera y muy necesaria época de su vida. En ese tiempo, que es más denso largo y profundo para ellas que para nosotros, ellas vuelan en el aire, se impregnan de mundo y maduran lo suficiente como para no morir si son llevadas al lenguaje escrito demasiado pronto, lo que es muy traumático para ellas. Así que el bolígrafo debe estar lo suficientemente lejos del pensador como para no asustar a la idea que nace, y lo suficientemente cerca como para poder recibirla en su punto exacto de madurez.
Una vez hecho esto la idea irá germinando el papel todo, y para que esto ocurra hay que dejarla reposar de su esfuerzo natal, de su vuelo, y de su crecimiento. Sólo más tarde, si ella quiere, se podrá jugar con ella y hacerla crecer, dejando siempre que sea ella quien decida cuando ha acabado de realizarse.
Lo que ocurre después es de todos conocido, la idea se expande, y a través del medio artístico que haya elegido se propaga en las mentes de todo el mundo, pues una vez en la memoria de la gente se transmite, aunque a veces transformada, de unos a otros y de generación en generación, en esta nueva etapa de su existencia.
Esta, queridos lectores, es la etapa en la que se halla esta idea sobre la que escribo ahora, y que he recogido al vuelo esta mañana cuando paseaba.
Mientras nuestras conciencias existan, unidas por ella, y por otras como ella, ella existirá también, dentro de nuestro cerebro común, en nuestras cabezas.
Y este ha sido, estimados amigos, el pequeño manual de cuidado y crianza de las ideas. Deseando que os haya servido se despide este buscador aficionado de pequeñas y medianas ideas.
Un abrazo y salud,
He vivido cada uno de mis casi cincuenta años en la misma capital de provincias, y dentro de ella siempre en la misa pequeña zona de no más de dos kilómetros cuadrados, donde además he tenido mis trabajos.
Por eso cuando salgo a la calle me la encuentro llena de recuerdos, en cada banco de cada parque, en cada fachada de cada edificio, en cada recorrido de cada línea de autobús, en cada bar, en cada portal y en cada esquina, encuentro las calles plagadas de recuerdos que vienen a mi mente sin quererlo yo y que me hieren, unos por representar malos momentos, y otros por traerme a la memoria buenos instantes ya perdidos. Quizá me pasa esto porque soy una persona demasiado sensible, pero eso a fin de cuentas no puede cambiarse y no importa, porque quiera o no cada salida de casa se convierte en un involuntario, inevitable y poco deseable viaje al pasado, en una tortura constante, en un marasmo de tristeza del que sólo consigo salir cuando llego a casa, leyendo.
He ensayado, por consejo de varias psicólogas, algunas estrategias para disminuir, no los recuerdos y sus avenidas, la memoria no se puede borrar, sino su impacto sobre mi maltrecha mente.
Así he practicado la relajación, el mindfulness, la meditación, e incluso una de estas psicólogas me sugirió que llevara algo nuevo cerca de cuerpo que pudiera tocar cuando estos pensamientos me abrumaran, así que elegí y compré un anillo, y me dijo que cuando tocara este nuevo objeto, el anillo, repitiera una letanía, algo así como "Estoy tocando este anillo nuevo, cuando me ocurrió esto que estoy recordando no lo tenía, ahora estoy en el presente, aquello pasó, ahora tengo experiencia y recursos para gestionar estas emociones". Aunque ella lo llamó "anclaje" yo pensé "Vaya, una psicóloga me recomienda que use un amuleto y una oración". Debo reconocer que esta fue la única estrategia que me ayudó algo, como ha ayudado la magia a tantos tantos siglos.
Al acabar una de mis semanas laborales, legaron mis dos días de fiesta, lunes y martes, y ante la perspectiva de pasarlos vagando por mis recuerdos callejeros, metí cuatro cosas en una bolsa, me dirigí a la estación y cogí un tren, uno que me llevara al mar.
Al llegar a mi destino bajé la rambla que separa las vías del paseo marítimo y me senté en un banco a contemplar el mar. Este es mi único consuelo, poder mirar y no ver edificios, ni calles ni esquinas con bares, ni bancos en parques, ni autobuses girando para encarar sus eternos recorridos.
Desde entonces aquí estoy junto a él en un banco, ya no puedo moverme ni volver, ya tengo dentro recuerdos del mismo mar, y en ellos, que no tienen vestigios de mi vida pasada, voy a gastar los días que me quedan.
Así que si me veis aquí, inmóvil, con mi abrigo viejo, con mi barba de meses, con mi pelo largo y la piel abrasada por el Sol, no me saquéis de mi ensoñación, pensad que estoy viviendo ya dentro de mi propio libro, de mis propios recuerdos, llenos de mar.
- Una de cal es ya demasiada cal, por mucho que después se de otra de arena.
- Hay explicaciones que nos dieron en la infancia que están todavía allí, como si fueran ciertas, esperando a ser revisadas por los adultos que ahora somos.
- La justificación que se da de un acto que se realiza casi nunca se corresponde con su causa verdadera.
- Entre engaños y auto engaños no hacemos un pensamiento bueno.
- De un niño que va por primera vez al colegio sus padres dicen “Allí le enseñaran”. Qué profundidad, y qué belleza contiene esta frase.
- Retirarse del mundo, eso no puede hacerse, ni siquiera muriendo.
- Me gustaría que nos preguntásemos unos a otros ¿Qué horizonte ves tú, y desde dónde?
- ¿No te despiertan a ti también, a veces, veces, tus propias ideas.
- El silencio es la oscuridad.
- El arte es lo que hace el ser humano con su desesperanza,
- El sonido es el fluido que acompaña a todo fluido.
- El mundo, cada día está más lleno de objetos y más vacío de contenido.
- Ya no se puede llegar a ser, ni a existir plenamente, sólo se puede estar.
- Tengo que pensar.
- Lo que no puedes es dejar de hacerlo.
- El cuarto poder ya no existe, corresponde a la gente ejercerlo, si quiere y si todavía puede hacer el esfuerzo.
- Para el lector bueno no hay libro del que no se pueda hacer una buena lectura.
- "la lucha" es desgaste y produce más lucha, hay que buscar otra táctica.
- Hay que ver lo que piensa el cerebro por su cuenta.
- Vive y déjame vivir.
- Qué bien te quiero, te haré llorar.
- No son más fuertes, sólo pelean mejor.
- Que descanse en paz, él o ella, para ti.
- No es que el poder corrompa, es que para llegar al poder hay que corromperse.
- La emoción es la medida del tiempo.
- El movimiento siempre es perpetuo
-Sólo somos capaces de cooperar para destruir.
- Esta herida no es de hoy, no está aquí,
- las falsas razones pueden razonarse bien, eso no las hace verdaderas, hay que tener cuidado con "la razón"
- Una mentira repetida mil veces se convierte en una estupidez.
- Las relaciones son épocas que una vez que acaban no se pueden recuperar.
- las personas están convirtiéndose en marcas, en imágenes, en fotos.
- la ciencia sólo se pregunta lo que puede responder, los problemas realmente difíciles ,los fundamentales se los deja a los filósofos a las letras. En esto reside el éxito de la ciencia.
- No intentéis sacar a nadie de su error, pues su error es su verdad.
- No intentéis sacar a nadie de su error, pues su error es su verdad.
-La vida es el mercado.
-Querer no es poder, querer es simplemente querer, y eso es ya mucho más que suficiente.
. Soledad: la llamada es la respuesta
- Dar sentido a la vida ¿Será darle razón, o darle mejor sentimiento, le has dado una razón o le has sentido? El sentido de la vida no es desde luego una razón es un sentimiento que no es otro que el amor.
- Vales tanto cuanto eres capaz de amar.
- La gente es insensible y por eso no lo sabe.
- Querer no es poder, poder es ser querido.
- Tan pocos super dotados y todos dedicándose al porno.
- Sólo soñamos con nosotros mismos.
- La gestión se convierte fácilmente en ingestión.
- La comunicación se ha convertido en un juego de palabras.
- Estoy sólo porque estoy enfermo y estoy enfermo porque estoy sólo.
- Siempre quieren más los que menos dan.
- Los agujeros negros son los parpadeos de los ojos de Dios.
- Dios es un sentimiento humano
- Vivimos a cuatro calles, y no podemos vernos nunca, me rodeas, pero no me escuchas.
- A veces el fin es el sentido.
- Que seamos capaces de la alegría, ese es el milagro del ser humano
- Los que se consumieron creando fueron su propio combustible.
- Camino y siento que estoy pasando, como una sonata de Bach, flotando por el espacio, a través del aire y del tiempo.
- Escribo y escribo, intento comunicar mi pensamiento, por si le pudiese servir a alguien, pero en realidad pienso que uno sólo puede influir en uno mismo.
- La de uno siempre es la tristeza más triste.
- El mundo interior, mayor o menor, es la medida de la sabiduría de cada cual.
-El gato, con su sola presencia te enseña que nada es como piensas que es.
- ¿Quién dijo que un laberinto tenía que tener entrada y salida? en un buen laberinto, no se entra ni se sale, como en la vida, simplemente, se cae en él.
- La lucidez ciega y mata.
- Los sueños también son pensamiento.
- El bien y el mal no existen por sí mismos, pero por suerte existen en nuestro sentimiento y en nuestra sensibilidad hacia ellos.
- En realidad nunca nos recuperamos de nada, sólo seguimos adelante como buenamente podemos, eso que llamamos "recuperarse" no es mas intentar que llenar con esperanza las heridas siempre abiertas.
- Parafraseando a Neruda "Confieso que he leído".
- Entre el sueño y la vigilia hay tragaluces por donde pasan de un lado a otro sueños y pensamientos.
- No estaría mal probar a dejar de actuar contra para empezar a actuar a favor.
-Es el dolor lo que impulsa a amar.
El sufrimiento es incomprensible, es sentimiento, no es razón.
Lo que no te mata no te hace más fuerte, sólo te deja secuelas y por tanto te debilita.
A veces sólo el sueño puede aliviar la desesperanza.
Estar junto a alguien cambia el devenir del propio pensamiento.
El conocimiento y la sabiduría van a desaparecer antes de haberse desarrollado plenamente.
La belleza exterior también está en el interior, porque es allí donde se elabora su percepción. Todo nos pasa por dentro.
La partida de ajedrez nocturna me había desvelado, María se fue a la cama y yo salí a contemplar la tormenta de verano al porche de la cabaña, acariciando en el interior de mi mano derecha el caballo de negras con el que acababa de perder.
Un tremendo haz de luz me cegó y me desplomó, envuelto en mi fino pijama que ardía, sobre el suelo de madera, donde perdí el conocimiento. Me desperté dos días después en el hospital, respirando en una nube de olor a hollín y a carne quemada, y de médicos que estudiaban fascinados mi caso. Todavía no podía hablar, me ardía la garganta y tenía la lengua tan inflamada que apenas podía tragar mi propia saliva, por suerte estaba muy sedado por la morfina. En medio de la nebulosa que esta droga me causaba, María se preocupó de contarme que me había caído encima un rayo, que ella apago las llamas que me envolvían y que me reanimó como mejor supo, que me trasladaron al hospital en ambulancia, que por suerte llevaba puestas las zapatillas de estar en casa y que eso, probablemente, me había salvado la vida. Me explicó que aquellos horribles dibujos rosáceos en forma de árbol que me recorrían el cuerpo, eran mis vasos capilares que se habían dilatado por la descarga, y que en unos días las marcas desaparecerían. Además de eso sólo tenía algunas heridas y las quemaduras que me había provocado la ropa ardiendo. Los pequeños puntitos negros que tenía mi piel eran también quemazos, los de mi propio sudor, cuyas gotas, al hervir sobre la piel me habían escaldado todas esas zonas como si me las hubiesen abrasado con la tea de un cigarrillo.
No era raro que me doliera todo el cuerpo, que te alcance un rayo es como si se te aplastara un edificio, por suerte este me había atravesado entrando en mi cuerpo por la mano derecha y saliendo por el pie del mismo lado, por eso tenía esos agujeros en ambas extremidades bajo las vendas. Mi salvadora me dijo también que no me preocupara, que era un milagro que hubiera sobrevivido y que lentamente me recuperaría, como así acabo siendo. Después de escuchar todo aquello con toda la atención de la que era capaz, volví la mirada hacia la mesilla y allí estaba, algo chamuscado, y como yo magullado, mi caballo de negras, que los médicos habían conseguido despegar de mis dedos.
María me dejó un año después, cuando vio que mi rehabilitación física llegaba a su fin, y todavía hoy a pesar de haber pasado más de treinta años la recuerdo, y llevo conmigo siempre que puedo, en la mano derecha esta pieza de ajedrez. La llevo encima igual que llevo las gafas, las llaves de casa, la cartera, el teléfono o el inhalador del asma. Algo hace que este caballo me de seguridad, él hace que me serene en los días de tormenta, y a la vez me une a ese momento crucial en el que todo cambió por casualidad en un solo instante.
Una parte de mi, de mi mente, se quedó para siempre atrapada en aquella cabaña, con la tormenta, con el pijama en llamas, con el rayo, con la partida perdida y con el caballo de negras.
Es curioso que para calmar la ansiedad se nos diga que respiremos despacio, y que haciendo esto bajen las pulsaciones del corazón y así se calme la mente, y que igualmente si sube la ansiedad, que se supone mental. los latidos se aceleren junto con la respiración, es decir, que existe un camino que va desde la mente al cuerpo y viceversa
De la misma forma sabemos que las enfermedades mentales como la depresión o la ansiedad tienen síntomas físicos, como la fatiga ,el dolor de cabeza las taquicardias y muchos otros, por eso se dice, y se cree, que la mente está en el cerebro.
Y yo me pregunto, desde mi humilde ignorancia ¿No será que la mente y el cuerpo son una misma cosa? ¿Dos cosas unidas por un camino no forman parte de lo mismo? si esto es así, el término "psico-somático" que suena tan antiguo, ya no nos sirve, necesitamos una nueva palabra ,o encontrar una existente pero que haya caído en desuso, esto sería lo mejor, que exprese este concepto, porque no se trata de por ejemplo, nombrar algo que afecta a la vez a la mente y el cuerpo, se trata de tener un vocablo que contemple que ambas cosas son una misma cosa,
Esto que estoy diciendo es algo que mucha gente ya sospecha o sabe, pero como tenemos desde hace milenios ese follón con la religión que nos hace confundir el alma con la mente, y ese otro follón con los científicos que no admiten una evidencia hasta que esta les estalla en la cara, y ese follón con los lingüistas, que quieren ser científicos, pues nadie admite esto que es tan obvio, para tantas personas, porque no hay pruebas científicas, aunque tampoco haya pruebas de lo contrario, y sin embargo se creyendo que el cuerpo es distinto de la mente porque así lo dicen la tradición y el lenguaje.
A los que os preguntáis que por qué es tan importante tener una nueva palabra para esto, os diré que las cosas hasta que no tienen nombre no existen, o al menos no existen en nuestras mentes, lo que viene a ser lo mismo, Por algo se marra en Génesis cómo Dios creó el mundo con La Palabra, y no es que yo crea mucho en Dios, pero desde luego las palabras son importantes para que las cosas existan en nuestra realidad ¿Y cómo vamos a pensar en nosotros mismos si ni si quiera existe una palabra que nos defina tal como somos?
Ya decían los antiguos sabios chinos que sin que las palabras tengan un significado concreto y adecuado a su realidad no se puede pensar bien, y qué razón tenían, así nos va.
Si algo podríamos estar aprendiendo en estos confinamientos, es a distinguir la necesidad del deseo, no del deseo sexual, sino del deseo de poseer sin talento, aunque más bien sospecho, por el incremento de las ventas por internet, que los que ya habíamos aprendido a distinguir lo necesario de lo que deseamos, por haber pasado ya alguna carencia en otras crisis, estamos perfeccionando este conocimiento, mientras que los que tienen un deseo desbocado, y posibles para mantenerlo, están comprando lo mismo o más.
De alguna forma entiendo esta forma de actuar, pues de algún modo tiene que sobrellevar la gente el encierro y la ansiedad, pero con estas personas no podemos contar ni hacer nada, simplemente siguen comprando porque pueden hacerlo y porque no pueden evitarlo.
Digo esto porque siempre he pensado que como consumidores, tenemos el poder de cambiar el mercado a través de las decisiones que tomamos a diario con nuestras compras (cuando alguna vez podemos hacerlas) y cambiando el mercado, queridos amigos, se cambia el sistema, porque el sistema es el mercado, es más, se llama así: "sistema de mercado"
Sin embargo veo a mucha gente intentando cambiar el sistema de mercado, no en el mercado, sino en el mundo abstracto de las ideas, y ni siquiera en sus propias cabezas, sino en las cabezas y en los pensamientos de los demás, lo que es muy difícil, porque cada uno tiene sus propios pensamientos. Así andan siempre dando la tabarra a propios y a extraños, y metiéndose en discusiones sin fin, que no hacen mas que tensar el ambiente y nos hacen perder una gran cantidad de energía en chácharas sin resultado alguno.
Estos discutidores se dicen: "cambiemos el pensamiento de la gente y cuando la gente se de cuenta de nuestra verdad actuará, y entonces, por fin, las cosas cambiarán", y no digo yo que este camino no sea efectivo, pero a lo mejor es efectivo dentro de mucho, mucho tiempo, pero de un mucho, mucho tiempo, que empezó hace ya mucho, mucho tiempo.
Lo malo es que si mientras unos intentan cambiar el sistema en las cabezas de los demás no actuamos con las nuestras, porque las tenemos ocupadas en el mundo de las ideas, retrasamos el momento de actuar eternamente. Pensamos en los grandes cambios que individualmente no se pueden conseguir, y no actuamos en los pequeños, en ejercer el pequeño y escasísimo poder que ya tenemos.
Los consumidores somos los dueños del mercado, y podemos cambiarlo en uno u otro sentido, aunque pensándolo mejor, lo mismo es eso exactamente lo que ya como sociedad estamos haciendo, cambiarlo mediante las compras que hacemos, hacia algo todavía peor.
Para ilustrar todo esto, y a pesar de que soy consciente de la matraca que os estoy dando, y de que yo mismo estoy intentando cambiar la forma de pensar de algunos de vosotros, contaré una historia de camarero de la época de la Guerra de Irak;
En aquellos tiempos trabajaba yo en un bar del Tubo zaragozano, y cuando acababan las manifestaciones multitudinarias que se hacían contra esta guerra liderada de Estados Unidos, y contra la patética participación de "Ansar" en todo este tinglado ilegal, llegaban los amigos al bar a tomar algo y algunos me decían cosas como esta:
- Ha sido una manifestación acojonante Quique, anda, ponme una Coca-cola y dame un paquete de Lucky Strike, a lo que yo contestaba
- Oye Zutanito, ¿Has pensado que a lo mejor no es eso?
Pero al final, mi amigo, llevado por la euforia de la lucha, la celebraba con Coca-cola mientras se fumaba un Lucky.
Está claro que podemos hacer muy poco, pero si podemos hacer algo, cambiar nuestros hábitos de consumo es de lo poco que podemos hacer, pero claro, mientras digo esto me pregunto: ¿Cambiar el consumo, Quique? pero ¿Para eso no hay que ser capaces de tener un cierto consumo?
En fin, ya veis que me debato y debato yo mismo conmigo mismo dentro de mi cabeza, y en las vuestras, en otra una rueda sin fin. A ver si por fin dejo de escribir y actúo.
Que compremos cosas necesarias, y que efectivamente podamos comprarlas, que se nos cumpla,
Amén
Un abrazo y salud.
No sé si es una sensación mía, pero desde hace años, cada vez que salgo veo menos gente leyendo por la calle, sentada en los bancos, en las paradas de los autobuses, en los autobuses mismos, o en cualquier otro lugar.
Puede que sea porque el ambiente es cada vez más ruidoso y tenemos entretenimiento el el teléfono, un entretenimiento que además nos comunica con otras personas en las redes sociales, o simplemente puede ser que los lectores nos estemos extinguiendo como los gorriones o como las abejas.
Yo os pido, lectores, si es que aún existís, que leáis en público, en los bares, en los parques, en los tranvías, en la cola del pan, para que la gente tenga en su memoria los libros, y a los propios lectores. antes de que todos ellos desaparezcan para siempre.
Para que al menos dentro de cincuenta años un señor le diga a otro "Cuando éramos chicos ¿Verdad que la gente leía por la calle? ¿Qué habrá pasado con todo aquello?" y podamos darle así al libro un último suspiro de existencia, aunque sea en la nostalgia de la gente, porque la supervivencia de la lectura, del cultivarse uno mismo, de la curiosidad y del aprender con los libros, eso, queridos amigos, para las nuevas generaciones, hace tiempo que está ya está perdido.
Acudo con mi anciano padre a la consulta del cirujano, le han quitado un carcinoma de un pie y tiene una herida bastante grande, que ya se está secando y curándose bien. Ya nos dijeron los médicos que se había cogido a tiempo, así que aunque hoy nos van a dar el resultado del análisis del tumor, estamos tranquilos charlando un poco en la sala de espera.
En cierto momento ambos dejamos de hablar y entonces levanto la cabeza para mirar al personal. Veo parejas muy dispares que se acompañan, en algunas no se sabe muy bien quién podría ser el enfermo y quién el acompañante, en otras, como en la mía, en la que uno de los dos es muy mayor y va en silla de ruedas, la cosa está más clara.
Entre todas estas personas llama mi atención una chica joven, lo es tanto como para seguir la moda de no llevar calcetines, aunque ya debe rondar más los treinta años que los veinte. Esta muy morena, muy delgada, y no deja de removerse angustiosamente en su asiento, pienso que está allí para lo mismo que nosotros, que espera sola un resultado que puede cambiar su vida para siempre, y siento entonces una afilada y rápida punzada bajo el pulmón izquierdo.
Cuando esta pasa dirijo mi mirada a la sala y la recorro de nuevo, y aunque sé que nadie es de piedra, me da la sensación de que cada cual está en lo suyo, de que nadie es capaz de ponerse en la piel de los demás, unos porque con su propia piel ya tienen bastante, y otros por desinterés y por pura insensibilidad hacia el prójimo.
No es que yo crea que en esta espera tuviera que haber una catarsis de humanidad, en la que todos contasen sus problemas a los demás, y se abrazaran prometiéndose amistad eterna.
Sólo pienso que todas esas personas, después de la cita, cuando se vayan a casa, seguirán siendo allí los mismos que en estos asientos, que irán de un lado a otro a comportarse como aquí lo hacen, con sus hermanos, con sus hijos, con sus parejas, con sus compañeros de trabajo, y que serán con ellos también personas abrumadas, distantes, e insensibles, creo que esa esta falta de ceguera para con el prójimo es la que ha arruinado la convivencia entre nosotros desde el principio de los tiempos, y pienso también que esto no habrá nunca quien sepa cómo arreglarlo, porque simplemente no somos capaces de semejante cosa.
Por fin nos llaman para nuestra cita y pasamos a la consulta. El cirujano nos confirma los buenos resultados, así que empujo de nuevo la silla de ruedas de mi padre, salimos de la consulta y bajamos a la calle para esperar allí la ambulancia que nos dejará en casa, donde volveremos a ser otra vez seres abrumados, distantes e insensibles, como todos los demás seres humanos que han pasado por el mundo, y como todos los que pasarán por él..
La engañifa de la sociedad consumista ha superado en astucia a la religiosa, ya que nos promete una mejor vida ya en esta misma, sin necesidad de morirnos ni nada. Las dos difieren la obtención del supuesto premio, pero una lo pone en el más allá y otra en el más acá.
Es un milagro que esta engañifa del mercado funcione, a pesar de que podamos ver su trampa en el día a día, pues todos vemos que sólo unos pocos reciben los laureles y la inmensa mayoría, aunque se haya esforzado tanto o más que los escasos elegidos, no recibe jamás la recompensa a sus esfuerzos.
La engañifa religiosa tenía al menos esa elegancia de no poder ser rebatida científicamente, pues ningún humano ha vuelto de la muerte para contarnos lo que hay tras ella, así que podía funcionar dentro del engranaje del miedo a la misma muerte, pero que mucha gente siga creyendo en la engañifa del mercado, cuya falsedad está ampliamente demostrada, dice mucho del gran mérito de sus creadores, ante los que deberíamos quitarnos el sombrero, qué tipos más geniales.
Está claro que la gente no es tonta, y que cree porque quiere creer: en la engañifa religiosa, en la del mercado o incluso en ambas y en otras muchas más, por creencias será, y quiere creer porque cree que para seguir viviendo hace falta una ilusión, un objetivo, una esperanza, aunque en realidad, para vivir, sólo se necesite amor humano, y en su defecto un buen montón de libros y un gato.
Hace apenas unas semanas, ya a mis cuarenta y siete años, he descubierto, bueno, en realidad me lo ha descubierto mi psicóloga, que soy disléxico. Parece ser que esta cualidad, que no afecta a la inteligencia general, y que debía ser leve de pequeño, se acentuó tras el edema cerebral que sufrí a los ocho años. Mi hemisferio izquierdo quedó afectado, incluso tuve una semi parálisis de toda la parte derecha de mi cuerpo, y aunque me recuperé, aquí, con esta enfermedad, comenzaron mis problemas de aprendizaje.
Mi habilidad para leer y escribir, por la que se reconoce muchas veces la dislexia, no estaba afectada, excepto en la caligrafía, porque ya había aprendido a leer y escribir perfectamente antes de esa edad, de hecho siempre había ido hasta este momento muy bien en todas las materias, pero si afectó, como digo, a mi capacidad para manejar los números, así que padecí y padezco discalculia, que es, para entendernos, la dislexia de los números, también padecí y padezco disgrafia, que es un trastorno del aprendizaje que afecta entre otras cosas a la ortografía y a la caligrafía. Además siempre me costó concentrarme durante mucho tiempo en una tarea concreta, cosa que solucioné haciendo muchas cosas sucesivamente, alternándolas, como alternaba diferentes lecturas para no cansarme de leer , y estudiando en periodos de no más de cuarenta y cinco minutos con descansos de quince entre uno y otro.
Por suerte a esta edad de ocho años, el cerebro es super plástico y las funciones que por alguna causa no pueden ser asumidas por un hemisferio, son asumidas por el otro, por lo que estas dificultades quedaron escondidas, y en parte compensadas, por el propio cerebro que se reorganizó para seguir.
Como enseguida, quizá para equilibrar todo este problema, tuve intereses fuera de las aulas y cantaba y tocaba la guitarra y componía mis canciones, para lo que es necesario tener algo de inteligencia, mis profesores pensaron que no es que fuera tonto, sino que era vago, lo que no era verdad, yo me esforzaba mucho más que cualquiera para obtener los mismos resultados, así que tuve que oír muchas veces eso para mí tan injusto de "este cuando quiere puede" y la realidad es que quería y podía, pero haciendo un esfuerzo supremo.
Saber esto a estas alturas tiene un sabor agridulce, por un lado lamento todo el esfuerzo que tuve que hacer y lo que podría haber aprendido y los estudios que podría haber acabado, con un diagnóstico y un tratamiento temprano, y por otro lado me siento orgulloso de haber hecho todo lo que he hecho en mi vida a pesar de esta " capacidad diferente". También me siento orgulloso de todas las estrategias compensatorias que yo mismo, con mi pobre cabecica, he tenido que inventar y aplicar durante mi vida para lograr mis objetivos, y que me han dado, en parte, esta forma de pensar tan rocambolesca que tengo, y parte de mi creatividad.
Me queda la victoria moral sobre aquellos profesores de matemáticas que me trataban de tonto, cuando los tontos, los que no sabían nada de la enseñanza de su propia materia eran ellos, que en su soberbia, y a pesar del fracaso de sus enseñanzas y de su trabajo, nunca llegaron a leer, según pudimos comprobar muchos cientos de alumnos, nada sobre las dificultades del aprendizaje de las matemáticas. Para ellos no había ninguna etapa intermedia ni ninguna relación entre las matemáticas y el profesor, y el alumno y su aprendizaje, el que sabía valía, y el que no a letras, decían, y, ay, qué bien le hubiera ido al sistema educativo que estos zamacotanes hubieran estudiado ciencias mixtas.
Hoy día se sabe más, los profesores saben más, no son tan dogmáticos como en nuestros tiempos, y afortunadamente la dislexia se detecta pronto, pero queridos amiguitos, también existen la discalculia y la disgrafia, así que si tenéis críos estad atentos, más vale consultar a tiempo a una psicóloga que tener que descubrir, cuarenta y siete años después, cuál ha sido la causa de que te hayan pasado muchas cosas de las que te han pasado.
A mi edad el cerebro ya no es tan plástico como cuando tenía ocho años, así que ya sé que, por ejemplo, no podré llegar aprender nunca a leer bien música, que no mejoraré mucho mi caligrafía y que tampoco lograré ser una persona realmente ordenada, pero creo que ya he sido capaz de darle suficiente desarrollo y suficiente rendimiento a mi pobre cabecica.
Por último quiero de las gracias a todos los buenos amigos que tuve, y que sigo teniendo, que a pesar de tener la cabeza tan estropeadica por tantos lados y razones, siempre me apoyaron y compartieron conmigo estas y todas mis demás rarezas sin inmutarse. Esto sí que es respeto a la diversidad.
Un abrazo para todos ellos y para todos otro y salud.
La riqueza no se crea ni se destruye, sólo cambia de manos de abajo hacia arriba que es donde se acumula.
Sólo se puede contar una historia desde el "yo" y como mucho desde el "nosotros" y así ¿Cómo vamos a ponernos de acuerdo en nada?
Se puede estar en dos lugares a la vez, siempre que se tenga un libro abierto en las manos (Esto lo sabíamos antes los lectores que los físicos cuánticos)
Para amar hay que aceptar, para aceptar hay que comprender, y para hacer el esfuerzo de comprender es necesario amar, así que amar es lo que hay que hacer primero si se quiere amar.
Hay que darle una vuelta a todo, no hay que conformarse con la primera explicación, pensad que la Tierra también es el el mar.
Cuando uno observa un recuerdo lo ve desde fuera de plano, lo que ya es raro, pues lo lógico sería pensar que uno recuerda las cosas desde el punto de vista en que las vivió, por tanto los recuerdos no son fieles al pasado, al menos en esto. No son grabaciones al uso, como las que haríamos con la cámara del teléfono.
Esto me dio que pensar hace unos días y aunque no lo había hecho nunca, porque recordar como recordaba me era ya suficiente, intenté cambiar el enfoque de algunos recuerdos, moverme dentro de esos escenarios para poder ver mis recuerdos desde otros ángulos. Al principio, dudé de que esto fuera posible, y aunque por la falta de costumbre me costó un poco, lo fui logrando.
Entonces me pregunte ¿ Si voy cambiando el enfoque de mis recuerdos, entonces, cambiarán las emociones del momento en que fueron grabados? ¿Podría yo mismo manipular mis recuerdos a voluntad y cambiar el pasado, el presente y por tanto mi vida futura?
No se trataría de borrar nada, pues esto no es posible, ni de borrar el pasado, sino de incluir otros matices que pudieran hacerlos más llevaderos.
En esta y en otras cosas ando, zarceando con el pensamiento y con la memoria, ahora he avanzado un poco más y estoy tratando de poner filtros de colores planos sobre estas imágenes mentales. No sé dónde me llevará todo esto, seguramente al mismo punto en el que estoy, no creo que sea efectivo pero merecerá la pena, porque es un acto poético.
Seguiremos informando, un abrazo y salud.
Repetimos las cosas porque nadie puede escapar de sus propios pensamientos.
Repetimos la historia porque nadie puede aumentar sin esfuerzo el repertorio de los propios y limitados pensamientos.
Así que sólo un aumento de nuevos y muy diferentes pensamientos podrían cambiar nuestros comportamientos y nuestra historia futura.
Nadie sabe cómo se podría llegar a hacer esto, pero se podría empezar por no repetir las mismos nocivos modelos en las escuelas, y dejar de decir, por ejemplo, que Alejandro Magno, o Julio César, o Napoleón, fueron grandes hombres, cuando la realidad es que fueron una cuadrilla de asesinos de masas que arrasaron todo lo que encontraros a su paso, llevando cada uno de ellos su avaricia hasta el final de sus días, y dejando además en herencia un halo de "triunfo" y de sangre que se ha seguido imitando y repitiendo hasta el último de los nuestros.
Podría ser entonces que abandonando esta forma de pensar podríamos pensar de otra forma, y entonces, cambiando el pensamiento podríamos comportarnos de otra manera dejar de repetir la historia.
Para amar hay que aceptar, para aceptar hay que comprender, para hacer el esfuerzo de comprender hace falta amar.
Entrar en este círculo, y hacerlo poco a poco más grande, eso es amar.
Echo de menos la lealtad de los pequeños gestos, la del amigo que acompaña y que no trata de ningún modo con alguien que maltrató a su compañero.
No echo de menos la lealtad de los grandes gestos, que tiene poco de lealtad y mucho de vanidad y de exhibicionismo.
Echo de menos la lealtad a las ideas. El fanatismo se confunde con la lealtad pero es lo contrario a ella, no es lealtad porque evita la autocrítica, que es el cuidado que necesitan las ideas para no desviarse de su propio camino.
El fanatismo no sirve a las ideas, sirve a los dirigentes que las corrompen ayudándoles a mantenerse en el poder, dándoles más tiempo para destruir la esperanza y las ilusiones de la gente, los proyectos, y en definitiva, las mismas ideas.
La peor corrupción no es la del dinero, es la que corrompe las ideas, sin ellas no hay proyectos que puedan hacer avanzar la vida.
Echo de menos la lealtad porque su ausencia genera la peor de las corrupciones, la de las ideas. Corrompidas las ideas se corrompe todo lo demás.
La lealtad no se prodiga porque requiere un esfuerzo
No se puede tener lealtad a cualquier cosa, pero sí a lo que es común a todos, a los derechos humanos y al "buentrato" a las cosas, a la naturaleza, a los animales, a los niños, y al resto de la gente
Echo de menos la lealtad que es atención, que es cuidado, que no es otra cosa que el ejercicio verdadero de la bondad y de la coherencia.
Volvía yo de la farmacia por tercera vez, a causa de una receta confusa, cuando me acordé de aquella máxima que reza "La mitad del trabajo que se hace en el mundo es para rehacer el que se ha hecho mal" y pensé: Uy la mitad, por lo menos dos terceras partes, porque primero se hace el trabajo mal, luego hay que deshacerlo y después hay que hacerlo bien. Entonces, como me pareció que todo esto era verdad, me pregunté ¿ Cómo es posible que la humanidad entera haya llegado a esta dinámica y haya sobrevivido e incluso prosperado? y de repente. como en un flash, vino la respuesta a mi cabeza. Todo esto sucede, creo yo, porque el modificar este proceso, cada vez que se produce, requiere un conflicto, que además no nos garantiza que el trabajo se haga bien, ni la vez que va después del conflicto, ni todas las demás, pondré un ejemplo:
Imaginemos que un encargado tiene un camarero a sus órdenes que todos los días, al cerrar el bar, comete un fallo grave: un día deja el aire acondicionado encendido, otro le descuadra la caja, otro no echa la llave a la persiana, y otro no pone el candado a las sillas y a las mesas de la terraza. Este encargado puede intentar solucionar el problema con una bronca diaria (aquí viene el conflicto) pero esta no le asegura que el mismo día de la bronca, el camarero cometa otro fallo. También podría despedir al camarero y contratar a otro, pero eso no le asegura que el siguiente no cojee de esa pata o de cualquier otra, así que al final decide quedarse al camarero y cerrar el mismo el bar todas las noches, y por no andar deshaciendo el trabajo de su subordinado, trabaja todos los días un buen rato más, de la misma forma que uno no se presenta en la farmacia o en la consulta del médico con una cachiporra si alguien hace o interpreta mal una receta, y vuelve a la farmacia una y otra vez para hacer de nuevo el trabajo que se hizo mal, y como vemos, para solucionar el trabajo sin conflicto hace falta una renuncia.
Y aquí está la solución al tan enigmático enigma, seguimos haciendo el trabajo al menos dos veces, primero mal y después bien, si todo va bien y la cosa no se enreda mucho, no porque seamos tontos y prefiramos hacer esto siempre así por gusto, sino porque es el sistema más eficiente que hemos sido capaces de crear. A pesar de que esta dinámica eterna sea desesperante, preferimos la desesperación a estar en un permanente conflicto día tras día, y eso no está del todo mal, a no ser, claro, porque una cosa no quita la otra, que seamos todos tontos, además.
Y eso es todo amigos un abrazo y salud, mucha salud.
Se llora por causa del nacimiento, por la ansiedad que nos provoca el miedo, siendo bebés, de ser abandonados, se llora de alegría, de tristeza, de impotencia de rabia, también a veces tras el sexo y tras el amor se llora,
Pero hay un tipo de lágrimas que vienen de la irrupción de los recuerdos. Uno pasea por la plaza donde jugó de niño y se abalanzan sobre él sus propias imágenes, se le hincha un globo lleno de emociones dentro del pecho que se revienta y uno vuelve a llorar como lo que fue, porque ese es el llanto que se llora cuando se recuerda así, y viene al encuentro de uno ese otro uno pequeño del pasado, que le pregunta al adulto que porqué no ha venido a buscarle en todo este tiempo, y entonces el adulto con los ajos arrasados, le responde que no lo sabe, que en algún momento se perdió y que no sabe dónde ha estado él mismo todo este tiempo, que los dos han estado perdidos del otro , y entonces los dos lloran juntos, lloran , lloran sin control, porque por fin se encuentran , lloran porque comprenden la pérdida mutua del tiempo, lloran juntos sentados el banco de su plaza, hasta que ya no quedan más lágrimas y lo dejan allí todo de nuevo aplazado, hasta el próximo encuentro, porque sobre estos instantes, que son eternos , han ido cayendo de nuevo la niebla y la bruma de la noche
Estos día se está hablando mucho del abandono económico del sector de la cultura por parte de todas las administraciones públicas, y como la injusticia que se está cometiendo está clara y los culpables señalados, no voy a insistir más en ello.
Pero sí que quiero hablar de otro aspecto del arte, porque el arte es la terapia, la del artista y la del público, es la única terapia que muchas personas pueden permitirse, la única siempre disponible para quien haya tenido la gran fortuna y la voluntad de cultivarla.
Se habla mucho de la sanidad pública, que es tan necesario cuidar y conservar, como si la música, la lectura, el cine, la danza y todas las demás artes no formasen parte de esa salud pública, de ese bienestar social que todos dicen defender.
Yo me pregunto qué sería de la sanidad y de la sociedad misma si no existieran el teatro, las presentaciones de libros, las exposiciones, los conciertos, las conferencias ¿En cuánto se puede calcular todo lo que aportan todas estas actividades a la salud física y mental de la gente?
Si la salud es una cuestión de endorfinas, de reforzar el sistema inmunitario, si es también un asunto del espíritu, entonces se debería apoyar a la cultura, al menos tanto como a la religión o al deporte, quizá más, puesto que nos beneficia a todos, profesemos o no cualquier religión, seamos o no de un equipo o de su contrario.
Sin cultura no hay futuro porque la cultura es salud.
La creación artística consiste en sacar algo íntimo y verdadero, del interior más profundo de uno mismo, y ponerlo en algo, en una canción, en un cuadro, en una interpretación teatral, en un escrito, en una película, en una fotografía, en cualquier cosa en realidad, y como no, en la vida misma.
Por eso hay gente que a pesar de no cultivar ninguna de las disciplinas llamadas "artísticas" lleva y tiene una vida artística, y por eso decían de Lorca, algunos de sus allegados, que su mejor obra no era la poesía o el teatro, sino su propia persona.
El arte es algo inmediato, verdadero y por tanto inevitable, algo íntimo y como es el sexo cuando de verdad es sexo.
Por eso cuando vemos a alguien, que intentando saltarse todo esta hermosura que es el arte, todo este proceso creativo, con su búsqueda interior y exterior, aspira a alcanzar la fama que sólo algunos de los grandes artistas alcanzaron como efecto colateral de sus creaciones, es inevitable pensar que todo esto es un síntoma inequívoco de que nada se entiende con la profundidad que cualquier cosa requiere.
Yo ya lo veo venir, el otoño ya está a la vuelta de la esquina, vosotros todavía no lo notáis porque no os habéis enfrentado nunca a una señora enjuta de carnes, como el mismo Don Quijote de la Mancha, intentando explicarte, como si nadie te lo hubiera intentado explicar nunca antes,que ella quiere "Un café con leche con la leche muy, muy, muy, muy, muy caliente, pero que muy caliente que abrase de lo muy caliente que esté, pero muy caliente"
Al principio, cuando empezaba a trabajar de camarero intenté una y mil veces explicar que el café de una cafetera sale siempre a la misma temperatura y que la leche tiene su punto de ebullición y que más allá de esa temperatura esta se sale de la jarra y comienza a enfriarse.
Luego me di cuenta de que aquellas explicaciones eran inútiles, porque aquellas ancianas querían quitarse de encima un frío que no era del café, ni de la leche, que ya estaban bien calientes, o al menos todo lo que era posible. Ese frío era suyo y estaba en su interior, era de la edad, del tiempo, de la soledad, de la niebla de los primeros días del otoño, de los dolores en las articulaciones, o de todo esto junto.
Así que ahora. cuando una de estas clientas me pide a mi o a algún compañero un café con leche de los que nosotros denominamos "Un café más caliente que la barandilla del infierno", mientras me dirijo al molinillo, saco el café, lo prenso y pongo a calentar la leche, coloco la taza, todavía vacía, bajo el dispensador de agua hirviendo que tiene la cafetera para hacer las infusiones, y la dejo allí un rato, hasta que tengo que coger un paño para darle la vuelta sin quemarme. Entonces hago el café en la taza ardiendo y la llevo, cogiéndola todavía con el trapo, al plato, una vez en él, vierto la leche, calentada todo lo que las maquinarias y la ciencia actuales permiten, y le sirvo la taza a la clienta.
Las señoras que reciben este café rusiente "como la barandilla del infierno" suelen decirme que "este café sí que está caliente,caliente pero de verdad caliente, pero muy caliente y que abrasa de verdad de lo caliente" y se quedan muy contentas, sin sospechar que el café está igual de caliente que siempre y que lo que les quema la lengua y los dedos es la taza, y que para el otro frío, el que nace de dentro, de dentro de los pulmones, para ese, no hay taza, ni café con la leche muy caliente, ni calor físico que valgan.