lunes, 21 de septiembre de 2020

La cultura es salud

 Estos día se está hablando mucho del abandono económico del sector de la cultura por parte de todas las administraciones públicas, y como la injusticia que se está cometiendo está clara y los culpables señalados, no voy a insistir más en ello.

 Pero sí que quiero hablar de otro aspecto del arte, porque el arte es la terapia, la del artista y la del público, es la única terapia que muchas personas pueden permitirse, la única siempre disponible para quien haya tenido la gran fortuna y la voluntad de cultivarla. 

Se habla mucho de la sanidad pública, que es tan necesario cuidar y conservar, como si la música, la lectura, el cine, la danza y todas las demás artes no formasen parte de esa salud pública, de ese bienestar social que todos dicen defender. 

Yo me pregunto qué sería de la sanidad y de la sociedad misma si no existieran el teatro, las presentaciones de libros, las exposiciones, los conciertos, las conferencias ¿En cuánto se puede calcular todo lo que aportan todas estas actividades a la salud física y mental de la gente?

Si la salud es una cuestión de endorfinas, de reforzar el sistema inmunitario, si es también un asunto del espíritu, entonces se debería apoyar a la cultura, al menos tanto como a la religión o al deporte, quizá más, puesto que nos beneficia a todos, profesemos o no cualquier religión, seamos o no de un equipo o de su contrario. 

Sin cultura no hay futuro porque la cultura es salud.


viernes, 18 de septiembre de 2020

La Intimidad y el arte

 La creación artística consiste en sacar algo íntimo y verdadero, del interior más profundo de uno mismo, y ponerlo en algo, en una canción, en un cuadro, en una interpretación teatral, en un escrito, en una película, en una fotografía, en cualquier cosa en realidad, y como no, en la vida misma. 

Por eso hay gente que a pesar de no cultivar ninguna de las disciplinas llamadas "artísticas" lleva y tiene  una vida artística, y por eso decían de Lorca, algunos de sus allegados, que su mejor obra no era la poesía o el teatro, sino su propia persona.

El arte es algo inmediato, verdadero y por tanto inevitable, algo íntimo y como es el sexo cuando de verdad es sexo.

Por eso cuando vemos a alguien, que intentando saltarse todo esta hermosura que es el arte, todo este proceso creativo, con su búsqueda interior y exterior, aspira a alcanzar la fama que sólo algunos de los grandes artistas alcanzaron como efecto colateral de sus creaciones, es inevitable pensar que todo esto es un síntoma inequívoco de que nada se entiende con la profundidad que cualquier cosa requiere.


miércoles, 16 de septiembre de 2020

Historias de camareros 11 "El café con leche con la leche muy, muy, muy muy, caliente"

 

Yo ya lo veo venir, el otoño ya está a la vuelta de la esquina,  vosotros todavía no lo notáis porque no os habéis enfrentado nunca a una señora enjuta de carnes, como el mismo Don Quijote de la Mancha, intentando explicarte, como si nadie te lo hubiera intentado explicar nunca antes,que ella quiere  "Un café con leche con la leche muy, muy, muy, muy, muy caliente, pero que muy caliente que abrase de lo muy caliente que esté, pero muy caliente" 

Al principio, cuando empezaba a trabajar de camarero intenté una y mil veces explicar que el café de una cafetera sale siempre a la misma temperatura y que la leche tiene su punto de ebullición y que más allá de esa temperatura esta se sale de la jarra y comienza a enfriarse.

Luego me di cuenta de que aquellas explicaciones eran inútiles, porque aquellas ancianas querían quitarse de encima un frío que no era del café, ni de la leche, que ya estaban bien calientes, o al menos todo lo que era posible. Ese frío era suyo y estaba en su interior, era de la edad, del tiempo, de la soledad, de la niebla de los primeros días del otoño, de los dolores en las articulaciones, o de todo esto junto.  

Así que ahora. cuando una de estas clientas me pide a mi o a algún compañero un café con leche  de los que nosotros denominamos "Un café más caliente que la barandilla del infierno",  mientras me dirijo al molinillo, saco el café, lo prenso y pongo a calentar la leche, coloco la taza, todavía vacía, bajo el dispensador de agua hirviendo que tiene la cafetera para hacer las infusiones, y la dejo allí un rato, hasta que tengo que coger un paño para darle la vuelta sin quemarme. Entonces hago el café en la taza ardiendo y la llevo, cogiéndola todavía con el trapo, al plato, una vez en él, vierto la leche, calentada todo lo que las maquinarias y la ciencia actuales permiten, y le sirvo la taza a la clienta.

Las señoras que reciben este café rusiente "como la barandilla del infierno" suelen decirme que "este café sí que está caliente,caliente pero de verdad caliente, pero muy caliente y que abrasa de verdad de lo caliente" y se quedan muy contentas, sin sospechar que el café está igual de caliente que siempre y que lo que les quema la lengua y los dedos es la taza, y que para el otro frío, el que nace de dentro, de dentro de los pulmones, para ese, no hay taza, ni café con la leche muy caliente, ni calor físico que valgan.