Una persona que le pregunta algo a la inteligencia artificial recibe de ella el dato, pero no el conocimiento adjunto que recibiría si le preguntase a una persona, un conocimiento impregnado de relación social, de tono de voz, de lenguaje no verbal. Tampoco la IA le ofrecería un contexto sobre el que asentar ese dato, con la que un humano completaría automáticamente la exposición de este, pues la persona comprendería que para otro cerebro humano todo esa información adjunta, y no solicitada por un preguntador, que la desconoce es necesaria para una correcta comprensión.
Así, las máquinas pueden darnos el dato, pero no el trato, humano.
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