Estas tres palabras podrían aplicarse a cualquier cosa y en cualquier situación, si venciéramos la costumbre que tiene el cerebro de clasificar, de agrupar cosas similares para ahorrarse y ahorrarnos esfuerzo.
Esta es una estrategia del cerebro brillante y muy útil para la supervivencia, pero tiene como contrapartida dejarnos ciegos ante las pequeñas diferencias.
Por supuesto, no es que esto no esté bien, sino todo lo contrario, pero somos nosotros los que a veces, no siempre, manejamos nuestro propio pensamiento, y podemos usarlo de otras maneras, podemos pararnos en cualquier momento, mirar cualquier cosa para ver las diferencias que habitualmente no percibimos y decirnos: esto es diferente, para ver todo esto que se nos escapa a diario y que es una riqueza que ahora estamos desperdiciando.
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