Salgo a la calle, veo a una señora mayor que sale de su portal y se santigua y me pregunto, ¿Es esa su huida de la realidad, cuál es la mía?
Ella se escuda bajo creencias milenarias, yo sin embargo creo las mías y huyo con mi pluma muy al fondo, hacia el blanco más profundo de una hoja de papel.
Entre libros y hojas sueltas me refugio, me desahogo, me protejo, me veo a mismo y me reconozco, es aquí donde me abrazo, donde me recupero, donde vivo.
Cuando vuelvo de la calle veo regresar a la misma señora, que antes de entrar a su portal de nuevo se santigua, me digo que todo el mundo necesita su salida, y escoge entre ellas la que buenamente puede, me digo que espero que a ella le funcione su huida al menos tan bien como a mí la mía.
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