Existen multitud de presentes transcurriendo cada uno de ellos, en cada uno de nosotros, con diferente velocidad e intensidad. Lo que da la medida de tiempo de esta intensidad y de esta velocidad no es el reloj, es la diferente emoción que cada cual siente en su propio presente.
Así que se podría decir que compartimos el entorno, el instante, pero no el tiempo, porque la unidad de tiempo de lo que nos ocurre a diario no es el segundo, el minuto o la hora, es la emoción y cada uno, en cada momento vive sólo la suya.
Por otra parte el lugar donde uno puede existir plenamente es donde es escuchado y comprendido, donde no está sólo. Sin esta escucha no hay comprensión, ni afecto, ni amor, sólo hay soledad, no hay nada.
Lo primero y más importante es la escucha, porque en la escucha se comparte la emoción, y compartir la emoción es compartir el tiempo, y por tanto también el lugar, el espacio.
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