Me despierto de nuevo una hora antes de que suene el despertador, sé que no voy a dormirme, así que alcanzo la cajita donde tengo preparadas mis pastillas y me las tomo en la oscuridad.
Comienzo a darle vueltas a las cosas, y pienso que quizás deberíamos tomarnos un tiempo en tener una ligera idea de cómo viven los demás por dentro.
Oigo al vecinito de arriba que corre por el pasillo, seguramente se habrá despertado hoy antes para jugar con sus regalos de navidad. Muchos fines de semana, temprano, el niño corre por el pasillo y me despierta, pero yo no le digo nada a sus padres, me gusta pensar que entre él y yo hacemos uno que es feliz.
Hace días que me despierto una hora antes de que suene el despertador, desmadejado. Esto sucede a temporadas desde hace más de doce años sin que nadie lo sepa. Cuando pienso en esto me pregunto:¿Quién vendrá?
Y entonces, querido lector, es cuando te echo de menos más.
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