No hay como ser un niño y descubrir el mundo. La ilusión , por ejemplo, y también el asombro al descubrir que se puede ir a tu casa, e incluso volver a ella, por otra calle.
El cuerpo henchido de emoción y de alegría de descubrir las cosas, de descubrir el propio placer de descubrir, y el de descubrir la capacidad y la valía de uno mismo al hacerlo.
Nunca se vuelve a tener una satisfacción tan pura como la del propio crecer sintiéndose orgulloso de uno mismo y del mundo.
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