domingo, 2 de junio de 2013

El Monaguillo. Una de músicos con muchos músicos con muchos músicos.

           Para los que no conocéis Zaragoza ni su vida nocturna de hace veinte años, El Monaguillo era un bar instalado en un sótano de la calle Refugio al que se accedía por unas escaleras metálicas laterales.
         Alguien me dijo una vez que aquello era parte del alcantarillado antiguo de la ciudad. Nadie podría negarlo,
por el lugar de la ciudad donde estaba y por la altura y la piedra de sus paredes y suelos.
         Durante un tiempo fue un lugar donde ponían música clásica, pero un buen día, no sé por qué, quitaron las mesas, instalaron un pequeño escenario y comenzaron a hacer conciertos. Por allí andaba Dani Clemente, estupendo músico también conocido por su nombre artístico “Franco Deterioro”, que se encargaba de la programación musical de la sala. Por medio de mi tío Pedro, que era amigo de Dani, este nos dio una fecha a Fernando Yanguas y a mí cuando formábamos el dúo “Lunes de Resaca”. Tocamos allí un par de veces y, en una de ellas, repartimos croquetas en el descanso.
         Con la promoción que Dani hacía del local a base de los conciertos pronto el local se puso de moda y los sábados se ponía a reventar como bar de copas. Allí vi grupos tremendos como La Plantación, con Iñaqui Fernández y Joaquín Pardinilla a las guitarras y Paco Cester cantando, creo que Kerkhof iba de bajista y de batería iba el mismo Dani Clemente. También andaba por allí David Angulo con su grupo Al son del Sur (todavía pongo a veces la maqueta), Los Berzas y muchos otros.
         Un domingo fui a ver a un grupo valenciano y un concierto de canciones francesas y había una petarda entre el público totalmente borracha y seguramente drogada que estaba reventando el concierto. Lo único que hacía era dar palmas todo el rato en todas las canciones y como el grupo tocaba en acústico nos estaba poniendo a todos de los nervios. El novio de la chica intentaba que parara pero ella insistía.
         Acabó el concierto y todos pensábamos que se iría, pero no. Se quedó al siguiente concierto, que era de un tipo que tocaba el piano y cantaba canciones de Brel y de Cabrel. Nos habíamos sentado en el frío suelo de piedra. Aquel chico lo hacía de maravilla e incluso nos había repartido las letras traducidas. Pero la cabrona aquella seguía y con este repertorio más intimista todavía y con la marcha que nos había dado en la primera parte los ánimos estaban  a punto de explotar. Nuestro camarero se acercó y les rogó que se fueran y lo hicieron, pero a los pocos minutos la chalada aquella volvió a descender por las escaleras con el pobre novio detrás con la cara descompuesta para seguir con su matraca. Dani se acercó de nuevo a hablar con ella y con el novio y la moza se calló durante el tiempo que tardó en meterse de nuevo detrás de la barra, pero aprovechando la distracción, comenzó a reptar literalmente por el embaldosado, subió al escenario y, mientras el músico intentaba mantener la compostura, se tumbó debajo del piano y alargando la mano empezó a tocar al mismo ritmo que antes daba palmas “clinc clinc clonc clanc” según la tecla que alcanzaba cada vez. Aquello fue demasiado. Dani saltó de la barra y la sacó por los pies del escenario. El novio corrió en ayuda de Dani y cogiéndola cada uno de un pie la arrastraron mientras ella cantaba y seguía dando por culo a todo el personal. Dejó de cantar cuando nuestros héroes enfilaron la escalera y, sin la más mínima compasión, siguieron arrastrándola por los pies escalera arriba. Dejó de cantar la tipa pero no de hacer ruido, porque su cabeza iba golpeando con cada escalón “clonco clonco clonco clonco clonco” en uno de los sonidos más bellos que jamás he oído. ¡Qué descanso! ¡Qué satisfacción en cada golpe! ¡Qué paz!
         Años más tarde estaba recordando esta anécdota con unos amigos y unos amigos de unos amigos en la barra de Casa Lac y resultó que entre ellos estaba el pianista y cantante al que le había pasado aquello. La verdad es que mientras lo contaba no ponía buena cara. En fin. Qué dura es la vida del artista
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8 comentarios:

  1. Que sitio tan genial,nose porque desaparecen lugares con tanta marcha,y un estilo que parece ,que siempre van a estar alli.Benditos recuerdos

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  2. Desde luego, que razón tienes pero bueno, nada desaparece del todo, según se ve.

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  3. Ya, que bonitos recuerdos, los pubs de zaragoza, por eso hay que vivir en el presente

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  4. Respuestas
    1. No, hace muchos años que no existe, ahora ese sótano no tiene acceso al público y no sé tampoco que uso tendrá.

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