martes, 4 de junio de 2013

Conversaciones de un tendero.

             Hoy ha venido un señor a la tienda y, sin mediar saludo ni nada, me dice:
                   ¿Tienen toricos y mulejas?
                   Disculpe señor, pero ¿cómo dice? le he contestado.
                   Ya se lo explico, ya. Mire, es que yo hago miniaturas de aperos de labranza y claro, ahora necesito los toricos y las mulejas para ponérselos.
                   Pues tengo un toro, pero no creo que le valga porque claro, buscarle a usted un torico y una muleja a medida de los aperos de labranza que usted fabrica es muy difícil.
         Le enseño el torico.
                   Vaya dice el señor, es que es muy pequeño.
                   Claro, ya se lo decía yo. ¿Me permite una sugerencia, señor?
                   Bueno.
                   Mire, ¿no le saldría mejor buscar primero el torico y la muleja y después hacerles los aperos a medida?
                   Pues joven, no le digo a usted que no, pero es que claro, usted no sabe cómo ha cambiado el mundo. Antes el mundo estaba lleno de toricos y mulejas. Mirara usted donde mirara allí había un torico o una muleja o uno de cada, o varios, o muchos. Antes el mundo era muy bonito. Ahora ya nada es como antes; busco y busco y no encuentro por ninguna parte.
         Me despido del señor no sin antes recomendarle que se pase por las tiendas de recuerdos de la plaza del Pilar. A ver si hay suerte.
         Luego pienso que, en realidad, todos andamos un poco perdidos como este señor, buscando algo que llevamos metido en la cabeza sin encontrarlo.

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