Cuando uno echa la
vista atrás recuerda personas importantes, sucesos buenos o malos, lugares,
viajes, situaciones anecdóticas y épocas determinadas.
De las épocas por
ejemplo se suele recordar un ambiente que las caracteriza, un tipo de luz, gente
y cosas del momento, pero todo es muy general, poco concreto, al menos hasta
que se empieza a tirar y a tirar del hilo a fondo para llegar a los detalles.
Pero los momentos
concretos se pierden en nuestra memoria, sobre todo esos que, por no ser
determinantes, no se quedan grabados con tanta fuerza.
Es una pena, porque
la vida está llena de momentos tranquilos e incluso felices que se pierden por
no ser tan “importantes” y son estos precisamente los que merece la pena
recordar.
Afortunadamente,
para evitar esta chapuza que hace el cerebro están las fotos viejas. Benditas
sean.
Esta foto me la pasa
mi hermana Elena. Ya no me acordaba de que era posible reír así, con esa
energía, con esa inocencia y, sobre todo, con esas ganas.
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