Vivo en una
calle pequeña de un solo sentido y la velocidad está limitada a 30 kilómetros por
hora. En el suelo al principio de la calle hay una gran señal que así lo dice
junto al dibujo que advierte que te puedes llevar por delante a un ciclista.
Todos los días
hay un tonto del pito que pasa a toda velocidad y el muy imbécil va pitando
cada vez que se aproxima a un paso de cebra.
Dejando a un
lado que cualquier día el tonto del pito se va a llevar por delante a uno de
los muchos niños gitanos que no levantan un palmo del suelo y que cruzan por
cualquier sitio como si tuvieran siete vidas o que va a atropellar a algún
perro o a alguna abuelica, está ya el tema del ruido.
Como hay tres
pasos de cebra —a dos bocinazos por
paso de cebra— y pasa cuatro veces al
día, son doce bocinazos al día: a las 8, a las 14, a las 16 y a las 22, que son 4.380 al año y,
en diez años que llevo viviendo allí, 43.800 bocinazos. Claro.
A este
tontolaba le da igual si hay gente enferma o que trabaja de noche porque a él
lo que le gusta es eso que los vendedores de neumáticos para horteras han dado
en llamar "conducción deportiva".
Está claro que
él mismo es consciente de que va muy deprisa, por eso, para acabar de joderla
va y, como buen tonto del pito... pita.
Después de 10
años, que son 14.600 oportunidades de matar a alguien solo en mi calle, porque
este idiota viene conduciendo así desde donde quiera que venga hasta donde
quiera que vaya, llamé a la policía y me dijeron que darían parte a la policía
de barrio para que intentaran hacer algo.
Hacer algo es
tan sencillo como aparcar al final de la calle de 14 a 14:15 y esperar a que pase, pararle, pedirle
los papeles, multarle e informarle de que no puede ir a toda leche y que los
vecinos están hasta los huevos porque en el mundo, aunque él no se lo pueda
imaginar, hay más gente (mucha, mucha).
Han pasado ya
tres meses desde que llamé a la poli y debe de ser que no les viene bien
solucionar el problema; supongo que a esas horas están comiendo, cenando o
cambiando de turno. Cuando el tonto del pito —que,
por cierto, lleva un Nissan plateado—
mate a alguien nos lamentaremos.
Ya lo siento,
pero si no lo suelto reviento.
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