jueves, 19 de noviembre de 2020

Piensa y respira

 Es curioso que para calmar la ansiedad se nos diga que respiremos despacio, y que haciendo esto bajen las pulsaciones del corazón y así se calme la mente, y que igualmente si sube la ansiedad, que se supone mental. los latidos se aceleren junto con la respiración, es decir, que existe un camino que va desde la mente al cuerpo y viceversa 

De la misma forma sabemos que las enfermedades mentales como la depresión o la ansiedad tienen síntomas físicos, como la fatiga ,el dolor de cabeza las taquicardias y muchos otros, por eso se dice, y se cree, que la mente está en el cerebro.

Y yo me pregunto, desde mi humilde ignorancia ¿No será que la mente y el cuerpo son una misma cosa? ¿Dos cosas unidas por un camino no forman parte de lo mismo? si esto es así, el término "psico-somático" que suena tan antiguo, ya no nos sirve, necesitamos una nueva palabra ,o encontrar una existente pero que haya caído en desuso, esto sería lo mejor, que exprese este concepto, porque no se trata de por ejemplo, nombrar algo que afecta a la vez a la mente y el cuerpo, se trata de tener un vocablo que contemple que ambas cosas son una misma cosa,  

Esto que estoy diciendo es algo que mucha gente ya sospecha o sabe, pero como tenemos desde hace milenios ese follón con la religión que nos hace confundir el alma con la mente, y ese otro follón con los científicos que no admiten una evidencia hasta que esta les estalla en la cara, y ese follón con los lingüistas, que quieren ser científicos, pues nadie admite esto que es tan obvio, para tantas personas,  porque no hay pruebas científicas, aunque tampoco haya pruebas de lo contrario, y sin embargo se creyendo que el cuerpo es distinto de la mente porque así lo dicen la  tradición y el lenguaje.

A los que os preguntáis que por qué es tan importante tener una nueva palabra para esto, os diré que las cosas hasta que no tienen nombre no existen, o al menos no existen en nuestras mentes, lo que viene a ser lo mismo, Por algo se marra en  Génesis cómo Dios creó el mundo con La Palabra, y no es que yo crea mucho en Dios, pero desde luego las palabras son importantes para que las cosas existan en nuestra realidad ¿Y cómo vamos a pensar en nosotros mismos si ni si quiera existe una palabra que nos defina tal como somos? 

Ya decían los antiguos sabios chinos que sin que las palabras tengan un significado concreto y  adecuado a su realidad no se puede pensar bien, y qué razón tenían, así nos va.



martes, 17 de noviembre de 2020

Necesidad y deseo

 Si algo podríamos estar aprendiendo en estos confinamientos, es a distinguir la necesidad del deseo, no del deseo sexual, sino del deseo de poseer sin talento, aunque más bien sospecho, por el incremento de las ventas por internet, que los que ya habíamos aprendido a distinguir lo necesario de lo que deseamos, por haber pasado ya alguna carencia en otras crisis, estamos perfeccionando este conocimiento, mientras que los que tienen un deseo desbocado, y posibles para mantenerlo, están comprando lo mismo o más. 

De alguna forma entiendo esta forma de actuar, pues de algún modo tiene que sobrellevar la gente el encierro y la ansiedad, pero con estas personas no podemos contar ni hacer nada, simplemente siguen comprando porque pueden hacerlo y porque no pueden evitarlo.

Digo esto porque siempre he pensado que como consumidores, tenemos el poder de cambiar el mercado a través de las decisiones que tomamos a diario con nuestras compras (cuando alguna vez podemos hacerlas) y cambiando el mercado, queridos amigos, se cambia el sistema, porque el sistema es el mercado, es más, se llama así: "sistema de mercado"

Sin embargo veo a mucha gente intentando cambiar el sistema de mercado, no en el mercado, sino en el mundo abstracto de las ideas, y ni siquiera en sus propias cabezas, sino en las cabezas y en los pensamientos de los demás, lo que es muy difícil, porque cada uno tiene sus propios pensamientos. Así andan siempre dando la tabarra a propios y a extraños, y metiéndose en discusiones sin fin, que no hacen mas que tensar el ambiente y nos hacen perder una gran cantidad de energía en chácharas sin resultado alguno.

Estos discutidores se dicen: "cambiemos el pensamiento de la gente y cuando la gente se de cuenta de nuestra verdad actuará, y entonces, por fin, las cosas cambiarán",  y no digo yo que este camino no sea efectivo, pero a lo mejor es efectivo dentro de mucho, mucho tiempo, pero de un mucho, mucho tiempo, que empezó hace ya mucho, mucho tiempo. 

Lo malo es que si mientras unos intentan cambiar el sistema en las cabezas de los demás no actuamos con las nuestras, porque las tenemos ocupadas en el mundo de las ideas, retrasamos el momento de actuar eternamente. Pensamos en los grandes cambios que individualmente no se pueden conseguir, y no actuamos en los pequeños, en ejercer el pequeño y escasísimo poder que ya tenemos. 

Los consumidores somos los dueños del mercado, y podemos cambiarlo en uno u otro sentido, aunque pensándolo mejor, lo mismo es eso exactamente lo que ya como sociedad estamos haciendo, cambiarlo mediante las compras que hacemos, hacia algo todavía peor.

Para ilustrar todo esto, y a pesar de que soy consciente de la matraca que os estoy dando, y de que  yo mismo estoy intentando cambiar la forma de pensar de algunos de vosotros, contaré una historia de camarero de la época de la Guerra de Irak;

 En aquellos tiempos trabajaba yo  en un bar del Tubo zaragozano, y cuando acababan las manifestaciones multitudinarias que se hacían contra esta guerra liderada de Estados Unidos, y contra la patética participación de "Ansar" en todo este tinglado ilegal, llegaban los amigos al bar a tomar algo y algunos me decían cosas como esta: 

- Ha sido una manifestación acojonante Quique, anda, ponme una Coca-cola y dame un paquete de Lucky Strike, a lo que yo contestaba 

- Oye Zutanito, ¿Has pensado que a lo mejor no es eso?

Pero al final, mi amigo, llevado por la euforia de la lucha, la celebraba con Coca-cola mientras se fumaba un Lucky.

Está claro que podemos hacer muy poco, pero si podemos hacer algo, cambiar nuestros hábitos de consumo es de lo poco que podemos hacer, pero claro, mientras digo esto me pregunto: ¿Cambiar el consumo, Quique? pero ¿Para eso no hay que ser capaces de tener un cierto consumo?

En fin, ya veis que me debato y debato yo mismo conmigo mismo dentro de mi cabeza, y en las vuestras, en otra una rueda sin fin. A ver si por fin dejo de escribir y actúo.

Que compremos cosas necesarias, y que efectivamente podamos comprarlas, que se nos cumpla, 

Amén

Un abrazo y salud.


lunes, 16 de noviembre de 2020

Leamos

 No sé si es una sensación mía, pero desde hace años, cada vez que salgo veo menos gente leyendo por la calle, sentada en los bancos, en las paradas de los autobuses, en los autobuses mismos, o en cualquier otro lugar.

Puede que sea porque el ambiente es cada vez más ruidoso y tenemos entretenimiento el el teléfono, un entretenimiento que además nos comunica con otras personas en las redes sociales, o simplemente puede ser que los lectores nos estemos extinguiendo como los gorriones o como las abejas.

Yo os pido, lectores, si es que aún existís, que leáis en público, en los bares, en los parques, en los tranvías, en la cola del pan, para que la gente tenga en su memoria los libros, y a los propios lectores. antes de que todos ellos desaparezcan para siempre.

Para que al menos dentro de cincuenta años un señor le diga a otro "Cuando éramos chicos ¿Verdad que la gente leía por la calle? ¿Qué habrá pasado con todo aquello?" y podamos darle así al  libro un último suspiro de existencia, aunque sea en la nostalgia de la gente, porque la supervivencia de la lectura, del cultivarse uno mismo, de la curiosidad y del aprender con los libros, eso, queridos amigos, para las nuevas generaciones, hace tiempo que está ya está perdido.

domingo, 15 de noviembre de 2020

En la consulta del cirujano

 Acudo con mi anciano padre a la consulta del cirujano, le han quitado un carcinoma de un pie y tiene una herida bastante grande, que ya se está secando y curándose bien. Ya nos dijeron los médicos que se había cogido a tiempo, así que aunque hoy nos van a dar el resultado del análisis del tumor, estamos tranquilos charlando un poco en la sala de espera.

En cierto momento ambos dejamos de hablar y entonces levanto la cabeza para mirar al personal. Veo parejas muy dispares que se acompañan, en algunas no se sabe muy bien quién podría ser el enfermo y quién el acompañante, en otras, como en la mía, en la que uno de los dos es muy mayor y va en silla de ruedas, la cosa está más clara.

Entre todas estas personas llama mi atención una chica joven, lo es tanto como para seguir la moda de no llevar calcetines, aunque ya debe rondar más los treinta años que los veinte. Esta muy morena, muy delgada, y no deja de removerse angustiosamente en su asiento, pienso que está allí para lo mismo que nosotros, que espera sola un resultado que puede cambiar su vida para siempre, y siento entonces una afilada y rápida punzada bajo el pulmón izquierdo.

Cuando esta pasa dirijo mi mirada a la sala y la recorro de nuevo, y aunque sé que nadie es de piedra, me da la sensación de que cada cual está en lo suyo, de que nadie es capaz de ponerse en la piel de los demás, unos porque con su propia piel ya tienen bastante, y otros por desinterés y por pura insensibilidad hacia el prójimo.

No es que yo crea que en esta espera tuviera que haber una catarsis de humanidad, en la que todos contasen sus problemas a los demás, y se abrazaran prometiéndose amistad eterna.

 Sólo pienso que todas esas personas, después de la cita, cuando se vayan a casa, seguirán siendo allí los mismos que en estos asientos, que  irán de un lado a otro a comportarse como aquí lo hacen, con sus hermanos, con sus hijos, con sus parejas, con sus compañeros de trabajo, y que serán con ellos también personas abrumadas, distantes, e insensibles, creo que esa esta falta de ceguera para con el prójimo es la que ha arruinado la convivencia entre nosotros desde el principio de los tiempos, y pienso también que esto no habrá nunca quien sepa cómo arreglarlo, porque simplemente no somos capaces de semejante cosa.

Por fin nos llaman para nuestra cita y pasamos a la consulta. El cirujano nos confirma los buenos resultados, así que empujo de nuevo la silla de ruedas de mi padre, salimos de la consulta y bajamos a la calle para esperar allí la ambulancia que nos dejará en casa, donde volveremos a ser otra vez seres abrumados, distantes e insensibles, como todos los demás seres humanos que han pasado por el mundo, y como todos los que pasarán por él..   

jueves, 12 de noviembre de 2020

Engañifas a la carta

 La engañifa de la sociedad consumista ha superado en astucia a la religiosa, ya que nos promete una mejor vida ya en esta misma, sin necesidad de morirnos ni nada. Las dos difieren la obtención  del supuesto premio, pero una lo pone en el más allá y otra en el más acá.

Es un milagro que esta engañifa del mercado funcione, a pesar de que podamos ver su trampa en el día a día, pues todos vemos que sólo unos pocos reciben los laureles y la inmensa mayoría, aunque se haya esforzado tanto o más que los escasos elegidos, no recibe jamás la recompensa a sus esfuerzos. 

La engañifa religiosa tenía al menos esa elegancia de no poder ser rebatida científicamente, pues ningún humano ha vuelto de la muerte para contarnos lo que hay tras ella, así que podía funcionar dentro del engranaje del miedo a la misma muerte, pero que mucha gente siga creyendo en la engañifa del mercado, cuya falsedad está ampliamente demostrada, dice mucho del gran mérito de sus creadores, ante los que deberíamos quitarnos el sombrero, qué tipos más geniales.

Está claro que la gente no es tonta, y que cree porque quiere creer: en la engañifa religiosa, en la del mercado o incluso en ambas y en otras muchas más, por creencias será, y quiere creer porque cree que  para seguir viviendo hace falta una ilusión, un objetivo, una esperanza, aunque en realidad, para vivir, sólo se necesite amor humano, y en su defecto un buen montón de libros y un gato.


 


miércoles, 11 de noviembre de 2020

Problemas de aprendizaje, dislexia, disgrafia, discalculia

Hace apenas unas semanas, ya a mis cuarenta y siete años, he descubierto, bueno, en realidad me lo ha descubierto mi psicóloga, que soy disléxico. Parece ser que esta cualidad, que no afecta a la inteligencia general, y que debía ser leve de pequeño, se acentuó tras el edema cerebral que sufrí a los ocho años. Mi hemisferio izquierdo quedó afectado, incluso tuve una semi parálisis de toda la parte derecha de mi cuerpo, y aunque me recuperé, aquí, con esta enfermedad, comenzaron mis problemas de aprendizaje.

Mi habilidad para leer y escribir, por la que se reconoce muchas veces la dislexia, no estaba afectada, excepto en la caligrafía, porque ya había aprendido a leer y escribir perfectamente antes de esa edad, de hecho siempre había ido hasta este momento muy bien en todas las materias, pero si afectó, como digo, a mi capacidad para manejar los números, así que padecí y padezco discalculia, que es, para entendernos, la dislexia de los números, también padecí y padezco disgrafia, que es un trastorno del aprendizaje que afecta entre otras cosas a la ortografía y a la caligrafía. Además siempre me costó concentrarme durante mucho tiempo en una tarea concreta, cosa que solucioné haciendo muchas cosas  sucesivamente, alternándolas, como alternaba diferentes lecturas para no cansarme de leer , y estudiando en periodos de no más de cuarenta y cinco minutos con descansos de quince entre uno y otro.

Por suerte a esta edad de ocho años, el cerebro es super plástico y las funciones que por alguna causa no pueden ser asumidas por un hemisferio, son asumidas por el otro, por lo que estas dificultades quedaron escondidas, y en parte compensadas, por el propio cerebro que se reorganizó para seguir.

Como enseguida, quizá para equilibrar todo este problema, tuve intereses fuera de las aulas y cantaba y tocaba la guitarra y componía mis canciones, para lo que es necesario tener algo de inteligencia, mis profesores pensaron que no es que fuera tonto, sino que era vago, lo que no era verdad, yo me esforzaba mucho más que cualquiera para obtener los mismos resultados, así que tuve que oír muchas veces eso para mí tan injusto de "este cuando quiere puede" y la realidad es que quería y podía, pero haciendo un esfuerzo supremo.

Saber esto a estas alturas tiene un sabor agridulce, por un lado lamento todo el esfuerzo que tuve que hacer y lo que podría haber aprendido y los estudios que podría haber acabado, con un diagnóstico y un tratamiento temprano, y por otro lado me siento orgulloso de haber hecho todo lo que he hecho en mi vida a pesar de esta " capacidad diferente". También me siento orgulloso de todas las estrategias compensatorias que yo mismo, con mi pobre cabecica, he tenido que inventar y aplicar durante mi vida para lograr mis objetivos, y que me han dado, en parte, esta forma de pensar tan rocambolesca que tengo, y parte de mi creatividad.

Me queda la victoria moral sobre aquellos profesores de matemáticas que me trataban de tonto, cuando los tontos, los que no sabían nada de la enseñanza de su propia materia eran ellos, que en su soberbia, y a pesar del fracaso de sus enseñanzas y de su trabajo, nunca llegaron a leer, según pudimos comprobar muchos cientos de alumnos, nada sobre las dificultades del aprendizaje de las matemáticas. Para ellos no había ninguna etapa intermedia ni ninguna relación entre las matemáticas y el profesor, y el alumno y su aprendizaje, el que sabía valía, y el que no a letras, decían, y, ay, qué bien le hubiera ido al sistema educativo que estos zamacotanes hubieran estudiado ciencias mixtas.

Hoy día se sabe más, los profesores saben más, no son tan dogmáticos como en nuestros tiempos, y afortunadamente la dislexia se detecta pronto, pero queridos amiguitos, también existen la discalculia y la disgrafia, así que si tenéis críos estad atentos, más vale consultar a tiempo a una psicóloga que tener que descubrir, cuarenta y siete años después, cuál ha sido la causa de que te hayan pasado muchas cosas de las que te han pasado.

A mi edad el cerebro ya no es tan plástico como cuando tenía ocho años, así que ya sé que, por ejemplo, no podré llegar aprender nunca a leer bien música, que no mejoraré mucho mi caligrafía y que tampoco lograré ser una persona realmente ordenada, pero creo que ya he sido capaz de darle suficiente desarrollo y suficiente rendimiento a mi pobre  cabecica.

Por último quiero de las gracias a todos los buenos amigos que tuve, y que sigo teniendo, que a pesar de tener la cabeza tan estropeadica por tantos lados y razones, siempre me apoyaron y compartieron conmigo estas y todas mis demás rarezas sin inmutarse. Esto sí que es respeto a la diversidad.

Un  abrazo para todos ellos y para todos otro y salud.

viernes, 6 de noviembre de 2020

Renuevas máximas mínimas

 La riqueza no se crea ni se destruye, sólo cambia de manos de abajo hacia arriba que es donde se acumula.

Sólo se puede contar una historia desde el "yo" y como mucho desde el "nosotros" y así ¿Cómo vamos a ponernos de acuerdo en nada?

Se puede estar en dos lugares a la vez, siempre que se tenga un libro abierto en las manos (Esto lo sabíamos antes los lectores que los físicos cuánticos)

Para amar hay que aceptar, para aceptar hay que comprender, y para hacer el esfuerzo de comprender es necesario amar, así que amar es lo que hay que hacer primero si se quiere amar.

Hay que darle una vuelta a todo, no hay que conformarse con la primera explicación, pensad que la Tierra también es el el mar.

miércoles, 4 de noviembre de 2020

Reenfocando

 Cuando uno observa un recuerdo lo ve desde fuera de plano, lo que ya es raro,  pues lo lógico sería pensar que uno recuerda las cosas desde el punto de vista en que las vivió, por tanto los recuerdos no son fieles al pasado, al menos en esto. No son grabaciones al uso, como las que haríamos con la cámara del teléfono.

Esto me dio que pensar hace unos días y aunque no lo había hecho nunca, porque recordar como recordaba me era ya suficiente, intenté cambiar el enfoque de algunos recuerdos, moverme dentro de esos escenarios para poder ver mis recuerdos desde otros ángulos. Al principio, dudé de que esto fuera posible, y aunque por la falta de costumbre me costó un poco, lo fui logrando.

Entonces me pregunte ¿ Si voy cambiando el enfoque de mis recuerdos, entonces, cambiarán las emociones del momento en que fueron grabados? ¿Podría yo mismo manipular mis recuerdos a voluntad y cambiar el pasado, el presente y por tanto mi vida futura?

No se trataría de borrar nada, pues esto no es posible, ni de borrar el pasado, sino de incluir otros matices que pudieran hacerlos más llevaderos.

En esta y en otras cosas ando, zarceando con el pensamiento y con la memoria, ahora he avanzado un poco más y estoy  tratando de poner filtros de colores planos sobre estas imágenes mentales. No sé dónde me llevará todo esto, seguramente al mismo punto en el que estoy, no creo que sea efectivo pero merecerá la pena, porque es un acto poético.

Seguiremos informando, un abrazo y salud.


martes, 3 de noviembre de 2020

Repetición, repetición, repetición.

 Repetimos las cosas porque nadie puede escapar de sus propios pensamientos.

 Repetimos la historia porque nadie puede aumentar sin esfuerzo el repertorio de los propios y limitados pensamientos.

 Así que sólo un aumento de nuevos y muy diferentes pensamientos podrían cambiar nuestros comportamientos y nuestra historia futura.

Nadie sabe cómo se podría llegar a hacer esto, pero se podría empezar por no repetir las mismos nocivos modelos en las escuelas, y dejar de decir, por ejemplo, que Alejandro Magno, o Julio César,  o Napoleón, fueron grandes hombres, cuando la realidad es que fueron una cuadrilla de asesinos de masas que arrasaron todo lo que encontraros a su paso, llevando cada uno de ellos su avaricia hasta el final de sus días, y dejando además en herencia un halo de "triunfo" y de sangre que se ha seguido imitando y repitiendo hasta el último de los nuestros.

Podría ser entonces que abandonando esta forma de pensar podríamos pensar de otra forma, y entonces, cambiando el pensamiento podríamos comportarnos de otra manera dejar de repetir la historia.


lunes, 2 de noviembre de 2020

Amar

 Para amar hay que aceptar, para aceptar hay que comprender, para hacer el esfuerzo de comprender hace falta amar.

Entrar en este círculo, y hacerlo poco a poco más grande,  eso es amar.