Las sensaciones, las emociones, los prejuicios, las creencias, parecen crearse y reforzarse unas a otras, y una vez que estas redes de objetos mentales, fabricados íntimamente, con un material tan sensible se establecen dentro de nosotros, no hacen más que chocar unas con otras en nuestro interior y con el mundo exterior, con lo que este nos envía en su más fuerte existencia, además, y esto es muy importante, al ser tan complejos, tan delicados, tan únicos (o así los percibimos) chocan con los objetos que de igual manera se han creado en los sistemas nerviosos de los demás.
Esto es un proceso tan complejo y tan desconocido que de momento nadie ha pensado en una forma de manejarlo. Solo algunos han intentado parar esta actividad, serenar el pensamiento, en sesiones más o menos largas, mediante la meditación o el yoga, pero el cerebro piensa como el estómago digiere, e igual que este produce ruidos al hacerlo, la mente produce un pensamiento de fondo, que solo se puede parar con el cese definitivo de la actividad.
Si bien la meditación puede ser buena, sólo atempera un poco el discurso, pero este siempre está allí, y no incide en la relación de los demás sistemas nerviosos.
Desde luego, después de milenios de personas sabías, no voy a ser yo, un escritorcico de medio pelo, quien resuelva semejante asunto, solo aspiro a ser consciente de él y de investigarlo en la medida de mis humildes posibilidades, pero sí pienso que el ser consciente de esto y ponerlo a disposición de los demás, puede ayudar a que yo mismo y quien sea, podamos ponernos en guardia y poder verlos, cuando nos sobrevienen, estos accesos de actividad, que se disparan unos contra otros y contra el mismo mund, y ser algo más capaces de observar estos sucesos sin que se nos lleven por delante, para que podamos ir todos a una, en un solo tren, cooperando, como las personas de esta fotografía.
Fotografía tomada de Wikipedia y de dominio público
Personal que trabajó en la construcción y que participó en el primer viaje del Ferrocarril Transandino de Ecuador . Foto tomada el 24 de junio de 1908, un día antes de la llegada del primer tren a Quito

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