martes, 25 de diciembre de 2018

Historias de camareros 48 las cenas de empresa

No dan cien vidas para narrar la de aventuras que hemos vivido este mes con las cenas de empresa, así que sólo comentaré lo más impactante. En una mesa de ocho, antes del segundo plato, se habían bebido ya once botellas de vino, y tuvimos que decirles que a partir de la número doce empezaríamos a cobrarles cada botella aparte del menú, no era por el dinero, es que ya habíamos tenido que levantar a uno de los comensales del suelo y a otro, yo mismo, tuve que sacarlo del cuarto de la limpieza donde se había metido buscando la salida. El pobre diablo decía "¡Quiero salir! ¡quiero salir!" y hasta que lo agarré dél del brazo y le di la vuelta para que viera que la luz del bar estaba en la otra dirección no fue capaz de ir a la calle a fumar por sus propios medios. Menos mal que les cerramos el grifo a tiempo y que con el aire frío de la calle, los andobas recuperaron la compostura y la vergüenza, y ya al final, cuando uno de ellos quiso pedir una copa los demás le dijeron "fulanito, que estos señores lo que quieren es que nos vayamos a otro sitio, ¿no te das cuenta de la que hemos montado? venga vamos" y se disculparon con nosotros por las molestias causadas. En varias ocasiones y en diferentes días, tuvimos que llamar al orden a algunos comensales, que golpeaban las mesas con las palmas de las manos hacia abajo mientras cantaban unas veces Hola don Pepito hola don José, otras En un país multicolor, nació una abeja bajo el sol y otras el Porompompero. Lo del cante pase, pero lo lo aporrear las mesas está muy feo, mete una bulla que no es de este mundo y está empezando a convertirse en algo habitual, desgraciadamente. En este caso el decirles que había vecinos, como nos dirigíamos a personas casi adultas, surtió el efecto deseado. Lo que no esperábamos en absoluto fue lo que ocurrió con los cuarenta bomberos que vinieron hace unas pocas noches. Cuando íbamos cargados a una mesa, notábamos un fogonazo a nuestras espaldas,como un flash de fotografía pero con una luz más cálida, que se veía reflejada en las paredes y que venía acompañada de un sonoro zuum, zuum. Como siempre nos pillaba de espaldas y era algo muy raro, fuimos a la barra a ver las cámaras de seguridad para poder ver qué es lo que estaba pasando, y claro, allí estaba todo grabado. Uno de los bomberos había cogido un bote de spray y con un mechero estaba lanzando llamaradas a diestro y siniestro. Este incidente fue solucionado por la gran Ali,una sobrina de Rosa que trabaja con nosotros, que se dirigió al bombero en cuestión y tocándole con el dedo índice en el pecho le dijo "Oye tú, como vuelvas a lanzar una llamita te meto, que tú seras bombero pero yo soy del Barrio Oliver" y asunto solucionado. Nadie puede saber la tranquilidad y la paz que da trabajar con estas dos mujeres tan resolutivas, nunca sabe uno lo que puede llegar a ocurrirle a uno en un lugar tan aparentemente inofensivo como un bar. A Dios gracias ya han acabado los días de las cenas de empresa y nos queda un año entero para recuperarnos., aunque en nuestras mentes ya barruntemos con impotencia y horror ¡La Semana Santa! Buenas noches y mucha salud.

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