miércoles, 31 de agosto de 2016

Historia de la cerveza (Con dos dedos de espuma y un poco de humor).




  Nunca me ha gustado la cerveza y vive Dios que la he probado y reprobado. De hecho la cerveza nació en Mesopotamia, como casi todo y para elaborarla se mascaba el grano y después se hervía la maseta resultante  durante horas. A esta tarea se dedicaban y se siguen dedicando en algunas partes del mundo las mujeres, las mejores mascadoras por lo visto son las ancianas, a menos dientes mejor cerveza.

   Reconozco que desde entonces el proceso de elaboración ha cambiado bastante, pero tiene ese sabor amargo que no me acaba de entrar y me da mucha envidia porque veo que es algo bueno de lo que la gente disfruta, mucho.




  Los Sumerios ya tenían ocho tipos de cerveza de trigo, ocho de cebada y tres de mezcla de varios cereales.


   Los babilonios y los egipcios fueron pueblos cerveceros. Aunque nunca aparezcan  tomándose una pinta en las películas de egipcios, esta era una parte importante de su alimentación, hasta tal punto que estaba estipulada por ley la cantidad que correspondía a cada case social, incluida la reina. Hasta los niños la bebían e incluso existen jeroglíficos para cerveza y pan que juntos significan “Comida”.


   Cleopatra fue la primera en gravar su consumo para financiar su guerra contra el Imperio Romano.






   Todos los emperadores romanos y aspirantes a serlo ansiaban conquistar Egipto para poseer sus cereales y con ellos todo el Imperio y “El mundo”. Así que Cleo, al ver que subiendo el impuesto de las bebidas alcohólicas no ganaba la guerra optó por otras estrategias, esta vez más efectivas.






     Los vikingos eran tan aficionados a tomarla en sus cuernos de animales que la elaboraban a bordo de las embarcaciones con las que se echaban a la mar para invadir y saquear a los pueblos vecinos.






     

   La cerveza se corrompía fácilmente, no llevaba conservantes y por eso se consumía preferentemente cerca de su lugar de origen. Para camuflar este proceso y sobre todo el olor y el sabor se “aromatizaba” con dátiles, especias o miel.


   Tras estos siglos de esplendor en la edad media los monjes se encargaron de fabricar y mejorar esta bebida, dando lugar a lo que hoy se conoce como “Cerveza de abadía”. Parece que en esta época se incorporó el lúpulo, lo que mejoró su conservación y hace a estas cervezas las antecedentes más antiguas de nuestras cervezas actuales.


   El monopolio pasó de los monjes a los nobles y de estos al estado que se encargó de regularla y de gravarla.

   Algunos datos curiosos son que por ejemplo, Enrique octavo  de Inglaterra permitió a las mujeres beber hasta un galón al día y que Isabel primera, era aficionada a una cerveza tan fuerte que se decía de esta que ningún hombre podía con ella.




   
   Carlos primero de España y quinto de Alemania se la trajo desde su tierra.

   Por aquellos tiempos la capital estaba en Valladolid pero como las aguas del Pisuerga no eran lo suficientemente buenas prefirió el Manzanares para instalar allí su fábrica (Lo mismo por eso después la capital se trasladó a Madrid, para tener la cerveza cerca. Si Mahoma no va a la montaña…)

     Ya en nuestros días  Isabel II prefería el Gin-Tonic y reconoció en público que se bebía dos al día (vete a saber, con esos genes...) Aunque por razones de protocolo se vio obligada a brindar con cualquier cosa muchas veces, la pobre.


                         


      En el siglo XIX con pasteurización se terminaron los problemas de conservación a lo que contribuyó su embotellado. La máquina de vapor mejoró los aspectos productivos y por fin las empresas cerveceras pudieron expandirse al poder elaborarla y distribuirla industrialmente .Así surgieron las grandes cerveceras de fama mundial.

      Por último aquí, El Cigala, en plena faena.


                                                         

                                             

 


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