martes, 26 de abril de 2016

La Fuga




    Un día en la casa de mi abuela, en medio del campo, estaba solo, recuerdo que no había más niños.

   Me enfadé con los mayores, no tendría yo más de diez años.

   Me enfadé por lo que suelen enfadarse a veces todos los niños, Estaba aburrido en medio de la nada y nadie me hacía el menor caso.

   ¡Me voy a Zaragoza! dije llorando y emprendí el viaje desde una casa cuyo pueblo más cercano estaba a dos kilómetros, bajo el sol abrasador del verano.

    Pasé un buen rato caminando dándole vueltas a mi enfado y antes de llegar al segundo desvío llegó mi abuela Isabel conduciendo su citroen cx verde.

     Paró a mi lado, abrió la puerta del acompañante y me dijo ¡Venga sube, que te van a comer los mosquitos!

      Después de aquello no hubo riña, ni castigo ni ninguna muestra de comprensión o de cariño, solamente la vuelta a la sumisión a la soledad y al hastío.

 

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