lunes, 9 de noviembre de 2015

Gatos callejeros. Un momento mágico.



Queridos amigos: Parece mentira, con lo poco que piso la calle la de cosas que me pasan:
Esta viene de lejos. Hace unos meses los Juanita Calamidad nos cambiamos de local de ensayo y por tanto cambió el recorrido que hacía para ir y sobre todo al volver a casa. Una noche, serían ya las 21,30 o las 22, vi a lo lejos, entre las sombras de una acera mal iluminada, junto a un solar, a un hombre agachado y en la distancia pensé que era un indigente que buscaba algo o que estaba intentando entrar en el solar, luego al acercarme más distinguí que llevaba un chaleco reflectante del ayuntamiento y cuando ya estuve al lado me di cuenta de que tenía que salir de la acera y caminar un trecho por la calzada para no molestarle, porque aquel señor estaba absolutamente rodeado de gatos.
Entonces lo entendí, era un voluntario del ayuntamiento  del servicio de control de gatos.
Cuando pasé a su lado pude ver que este no era un voluntario cualquiera, lograba que los felinos se acercaran a él y con una delicadeza extrema los cogía, los examinaba los acariciaba, los dejaba muy suavemente, casi como flotando, en el suelo y les daba de comer.
Para mi que me encantan los gatos, aquella fue una visión mágica, había una complicidad absoluta entre la colonia de gatos callejeros y aquel señor.
Estos últimos meses dejé de verlo porque en verano solemos ensayar antes y no coincidía con él, pero el martes pasado volvimos al horario de invierno. Yo no esperaba verlo pero cuando doblé la esquina ya estaban el señor y los gatos todos reunidos a su alrrededor refrotándose contra él y esperando pacientemente su turno.
Salí a la calzada para no molestarles y no espantar a los gatos y me dirigí a la parada del autobús.
Aquél dia el 32 tardó mucho más de lo normal y de repente apareció el cuidador que había acabado su trabajo y volvía a su casa también en autobús. El señor se sentó en la otra esquina del banco, a distancia, como si fuera un gato, parecía muy tímido, de tal forma, que cuando dije "Buenas noches" ni siquiera pensó que alguien se dirigiera a él, y eso que sólo estábamos los dos en la parada, así que tuve que volver iniciar la conversación:
- Oiga , oiga, buenas noches.
- Ah buenas. Contestó él.
- Oiga, muchos días paso a estas horas por el solar y le veo con los gatos,
Él parecía no saber por donde iban a ir los tiros y se echó un poco para atrás, algo a la defensiva.
- Es que a mí me gustan mucho los gatos y cuando le veo me salgo a la calzada para no molestarle. Lo que hace usted me parece estupendo y me gusta mucho verle a usted y a los gatos, es algo mágico.
El cuidador abandonó su posición defensiva y cambió la expresión muda de su cara por una especie de gran sonrisa contenida. Sentí que me sonreía con todo el cuerpo.
- Pues se lo agradezco mucho, me dijo él. Es que si no se me escapan.
El señor se refería a que yo saliera a la calzada pero evitaba hablar de la parte de mi comentario más íntima y personal es decir, hablaba de los gatos y no de él.
- Yo también le agradezco que haga ese trabajo a usted. Dije yo.
Allí acabó la conversación, su autobús llegó antes que el mío y sin cruzar una palabra más y con toda la humildad que un ser humano puede contener en si mismo, aquel hombre cogió su vieja bolsa de deporte y subió al autobús.
Pd. Todos los días pasan cosas mágicas a nuestro alrededor y si uno está atento puede ver alguna al vuelo.

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