miércoles, 8 de abril de 2015

La sartén. Una historia violenta.

                                                                 

   Duermo en un pueblo costero en febrero vestido en medio de la humedad y del frío.  A las 5. 30 de la madrugada un hijoputa comienza a golpear todas las persianas de los bajos del mi edificio que en estos meses están deshabitados.

   Pienso en que ya que estoy vestido podría ir a la cocina , coger una sartén, meterla en una bolsa de plástico, bajar a la calle y haciéndome el borracho acercarme al imbécil ese para golpearle en ambas rodillas con la sartén utilizando la técnica que en tenis se conoce como "revés a dos manos" pero como esto sería ilegal y después tendría que matarlo para no salir trasquilado decido ponerme los tapones de los oídos que siempre tengo en la mesilla . 

   El hijoputa vuelve a despertarme un par de veces más pero se jode porque ya no me molesta tanto y cuando lo hace lo hace desde una ahogada y profética lejanía.

    Al final caigo rendido de frío y de sueño preguntándome porqué soy tan prudente y tan respetuoso con las leyes que nadie  parece  preocuparse  en   hacer cumplir. Pienso, en ese duerme vela previo al profundo sueño, que lo mismo es que no tengo huevos para tanta sartén , lo que también podría ser cierto

   Al día siguiente pasa lo mismo pero en esta ocasión decido que el hijoputa no me va a joder las pocas noches de descanso que he tenido esta temporada y bajo con la sartén camuflada en la bolsa, le rompo de un solo golpe ambas rodillas y el mastuerzo cae al suelo a peso mierda como un pelele . Le sacudo otro sartenazo en el cráneo para dejarlo todavía más inconsciente de lo que ya es y le arrastro hasta la playa dejándolo dentro del agua para que la poética marea haga el resto del trabajo.

    A partir de esa misma noche duermo como un bendito y ni siquiera miro los periódicos locales para ver si "ha sido hallado un hijoputa ya cadaver en extrañas ( aunque para mi familiares) circunstancias"

   Tomo un café en una terraza mirando el mar de invierno y pienso para mis adentros :

   Al fin y al cabo ¿Quién iba a sospechar del Sr. Artiach en los jardines con una sartén de cocina? 

   Sonrío y respiro satisfecho el aire frío y salado del Mediterraneo en invierno.


   

   

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