lunes, 22 de julio de 2013

Josele

josele

Josele era un gran amigo de mi padre y también mi padrino. Josele  nombró albacéa a mi padre que una vez me dijo, una vez fallecido su amigo, que menos mal que cuando pasó todo sus hijos Julio y Mercedes ya eran mayores porque mi padre nunca le han gustado estas cosas.Yo le quería mucho era una persona estupenda muy cariñoso y alegre.
 Un día tendría yo unos diez años y estando en Vinuesa donde pasábamos los veranos con un montón de familiares y amigos Josele me dijo:
 - Quique mañana te voy  venir a recoger y nos vamos a ir los dos solos a Soria. Que. ¿te parece bién?.
 Claro que me parecía bien estaba encantado.
  Había estado otras veces en Soria alguna vez cuando había que comprar algo que no había en el pueblo y también en casa de unos primos que veraneaban allí. Aquella vez con mis primos estuve pasando unos días. Me llevaron un par de veces a una piscina que era privada pero donde les invitaban a ir. Uno de los días nos metimos J. el primo que era de mi edad y yo a cambiarnos en el  baño de “caballeros”  que había cerca de la piscina y que hacía también las veces de vestuario. Como nos daba vergüenza que nos vieran desnudos nos cerramos la puerta y al momento  cuando ya estábamos desnudos un señor empezó a golpear la puerta:
- Abrid la puerta inmediatamente.
  Los dos que ya estábamos desnudos abrimos como pudimos la puerta y entonces aquel señor dijo:
- ¡En esta piscina no se cierran las puertas! ¡No hay que tener vergüenza que somos hombres! o algo así.
  Claro debimos de pensar nosotros, no teníamos porqué tener vergüenza aunque tampoco teníamos porqué no tenerla. En todo caso era cosa nuestra y no de aquel señor que con la excusa de una norma absurda ya nos había visto como había querido porque tampoco se fue después de decir aquello y se quedó viendo como acabábamos e ponernos los bañadores. Afortunadamente la cosa no pasó de ahí pero ocurrió otra cosa:
 Un niño algo menor que nosotros vino, cogió mis zapatillas y las tiró al agua. Cuando le pregunté que porqué me las había tirado se rió y entonces le di una patada en la pierna. El tontolaba aquel lloraba y a la vez me decía:
 - ¡Lo tuyo ha sido peor porque lo has hecho por venganza!
  Yo no sabía porqué me había tirado él mis zapatillas que además eran el único calzado que me había llevado, pero supe la razón pronto. Mi primo J. vino por la noche y me dijo:
- Quique, cuando te pase una cosa así con fulanito (se refería al tontolaba) no le pegues, aunque tengas razón,  porque si no  no nos dejarán volver a la piscina.
  Así que el niño aquel me había tirado las zapatillas al agua simplemente porque podía. Intuí que debía ser el dueño de la piscina.
  Volviendo a Josele que es lo importante de esta historia, yo estaba encantado de  que mi padrino me llevara a Soria y además los dos solos mano a mano. Aquella noche pensé que seguro que vendrían también sus hijos y seguramente otros niños, aquello era lo normal pero no fue así. Josele vino puntual nos fuimos. Me llevó a tomar una coca-cola a un bar. Luego me llevó a una juguetería y me dijo que eligiera algo que me gustara mucho. Yo elegí una escopeta que disparaba bolas de plástico y después volvimos a Vinuesa por el camino me dijo:
 ¿Quieres conducir? y me sentó encima suyo y me dejó llevar el volante un buen rato. Después de esa vez no he vuelto a conducir nunca más.
  Pasaron muchos años unos  ocho o diez y un día me vi en Madrid visitándole en una conocida clínica. Josele tenía cáncer y había tenido una de sus recaídas. Me recibió en su habitación con la mejor de sus sonrisas.
- Estaba en Madrid y he venido a verte.
- Pero ¿has venido a verme a mi o a alguna chavala?
- A una chavala Josele.
- ¡Pero hombre haberme mentido! y se reía como hacía siempre de mi candidez.
 Estoy seguro de que  ya lo sabía y me estaba tomando el pelo. Me dijo que le acercara una chaqueta que tenía en el armario y me dio una propina. Antes de irme me preguntó si había venido en metro y le dije que sí  que en la línea gris (no recuerdo el número).
  Después nos volvimos a ver en Vinuesa y en Zaragoza donde tenía tantos amigos. Trabajó hasta el último momento hasta que se fue.

   Estos días de verano me acuerdo  de él, de aquel día que me dedicó a mí solo y que tanto le agradeceré  y sobre  todo lo que aprendí de él. Siempre he pensado que fue una suerte conocerle por muchas cosas y porque no es común conocer a alguien que sabía vivir.

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