martes, 2 de febrero de 2021

Historias de camareros Volumen II (103-108)

Historias de camareros 104 "Medio limón y medio limón"

Me acerco a una mesa de un matrimonio de mediana edad, a la hora de comer, y todo vuelve a comenzar:

—Buenas, señores, ¿saben ya lo que van a tomar?

—Oiga, oiga —dice el señor.

—Diga, diga —le contesto.

—¿En qué consiste el medio menú?

—Pues es muy fácil, puede elegir usted un solo plato del menú, un primero o un segundo, y está incluida la bebida, el pan y el postre.

—Muy bien, pues yo medio plato de pochas y medio bistec.

—No, no, señor, el medio menú es solo un plato entero, no servimos medios platos —le digo mientras pienso: "Madre mía, qué genio de la astucia nos ha caído hoy", y a continuación me encomiendo a San Pascual Bailón, patrón de los Congresos Eucarísticos y de las cocineras.

—Anda, ¿y eso? —insiste el hombrecillo.

—Pues porque, ¿qué hacemos con el otro medio bistec?

—Pues dárselo a otro que también quiera medio menú de medio bistec.

—Pero eso es imposible, señor.

—¿Y eso?

—Pues porque nadie va a pedir su otro medio bistec.

—¿Cómo lo sabe?

—Pues porque no servimos medios bistecs ni medios platos.

—¿Y eso?

—Porque el medio menú consiste en un plato entero a elegir; si hiciésemos eso tendríamos la cocina llena de medios platos que tendríamos que ir colocándole a la gente, medio rape, medio pollo, media lasaña...

—Hombre, hombre, con los segundos sí pero con los primeros, por ejemplo, con mi medio plato de pochas, las pochas...

—Ya, pero incluso en ese caso se nos podría quedar media ración de todos los primeros sin aprovechar, y no está el mundo para andar tirando comida. Además, es la norma del restaurante, la toma o la deja, señor —le digo ya algo aturdido.

—Manolo, Manolo —interviene la mujer—, deja en paz a la gente en general, y a este señor en particular, que te lo tengo que decir siempre, ya te lo ha explicado, así que concéntrate y elige.

—Bueno, bueno, les dejo para que lo debatan y lo piensen, y voy atendiendo a estos otros señores —les digo mientras me alejo como puedo para no sufrir un infarto.

Atiendo varias mesas y cuando por fin reúno las fuerzas necesarias para enfrentarme a este reto, descubro gratamente sorprendido que es la mujer la que ha tomado la batuta y ha organizado el entuerto, y al llegar me dice:

—Tomaremos dos medios menús, unas pochas y un bistec.

—Muy bien, señora, así se habla —la felicito mientras agradezco a San Pascual Bailón su intercesión por enviarme junto a este modorro a esta señora tan bien organizadica.

Cuando acaban sus dos únicos platos de sus dos medios menús, me acerco y les canto los postres:

—Muy bien, señores, de postre tenemos: melón, natillas con o sin canela, sándwich helado de nata o tarta de tiramisú.

—Yo mi media tarta de "taratasú" —dice sin dudar ni un instante la señora.

—Yo también medio "taratasú" —repite él, y yo huyo por segunda vez de la mesa, esta vez para evitar que me dé la risa floja delante de la pareja. Cuando me repongo del ataque de risa, les llevo sus dos tiramisús completos y ellos se quedan muy contentos.

En fin, hay gente muy diversa a la que siempre hay que respetar, y matrimonios que se compenetran estupendamente, a pesar de que entre sus dos componentes apenas hagan uno bueno.

Así es y así será y queda aquí demostrado, pues ni siquiera San Pascual Bailón, patrono de los Congresos Eucarísticos y de las cocineras, puede evitarlo.

Advertidos quedáis, buenas noches y salud


Historias de camareros 105 "El cocido completo" (Sin segundas)

Queridos amigos, mañana tenemos "Cocido completo", y ya estoy viéndolos venir, sé que va a ser inevitable, y que más de uno y más de una me va a decir: “¿Y no puede ser medio cocido completo?”, a lo que yo tendré que contestar: “Señora, como su propio nombre indica, el ‘cocido completo’ es ‘completo’ e indivisible”, “¿Y ni siquiera un poquito?”, dirá la señora, a lo que yo replicaré: “¿Me quiere explicar cómo se corta un medio cocido completo por la mitad, y en el caso de que esto sea posible, qué hacer con el otro medio cocido completo?”.

A partir de allí la conversación tomará caminos inimaginables incluso para los adictos al L.S.D. Así que estoy preaterrorizado, y pensando qué protección real o imaginaria puedo procurarme.

Pienso que esta vez, por no aprovecharme mucho de San Pascual Bailón, al que ya molesté en mi anterior aventura, voy a encomendarme a San Babil de Antioquía, patrón de Cascante, cuyo brazo, que está a la sazón dentro de un relicario en forma de brazo, está, nadie sabe muy bien por qué, en el Museo de Filadelfia.

Ay que ver qué Santo tan viajero, este San Babil de Antioquía, o al menos en parte: desde Antioquía ha llegado el mozo hasta el nuevo mundo, como ya sabéis, a Filadelfia.

Y yo pienso: ¿No podría San Babil teletransportarme a Filadelfia junto a su reliquia? Según divago sobre este admirable santo noto unos lagrimones gordos como canicas de las gordas que me ruedan por ambas mejillas y llegan a mi boca donde al encontrarse con mi lengua la llenan de un sabor metálico y ácido, y me pregunto: ¿Estaré llorando lágrimas de sangre? ¿Me estaré llenando de estigmas y convirtiéndome en santo? Y si es así: ¿Por qué Diosito no me lleva ya a su diestra a no más tardar y sobre todo antes de mañana, que es el día del cocido completo? Otros santos ascendieron con algo de enchufe familiar, como Santa Ana y San Joaquín, padres de Nuestra Señora, la Virgen María Santísima, y Santa Isabel, que era la madre de Santa Ana, la madre de la Virgen, y otros santos padecieron martirios mucho más duros que el mío con los monguers, pero sus martirios duraron menos rato, esa es la verdad.

En fin, mañana os cuento. Que durmáis bien y no tengáis pesadillas; en mi caso, no sé yo qué no soñaré.

Un abrazo y salud


Historias de camareros 106 "Dios mío, las cenas de empresa, otra vez"

Ring, ring.

—Restaurante, dígame —contesto.

—Mire, querría reservar una mesa para una cena de empresa a nombre a Aránzazu.

—Muy bien, ¿me dice el día y la cantidad de personas que son?

—El día D, y seremos entre 17 y 25 personas.

—¿No podría afinar un poco más en el número de comensales? —le digo mientras pienso que seguro que ha añadido alguno de más por si viene alguien a última hora.

—Pues no sé qué decirle —disimula ella.

—Es que, señora, si son 25 no caben en una misma mesa —insisto intentando forzar una confesión.

—No, no, en una mesa todos juntos tiene que ser. ¿Pues cómo no van a caber 25 en una mesa de 25? ¿Cómo es eso posible? —pregunta ella resistiéndose como gato panza arriba.

—Pues porque una mesa de 25 no cabe en este local, que no es muy grande, y no se lo creerá, pero las paredes no se pueden mover.

—Ahhh, claro, claro, pues entonces seremos entre 17 y 20, es que siempre pongo cinco más por si se anima alguien más —claudica al fin.

—Pues es mejor no hacerlo, señora, sobre todo en restaurantes pequeños. Una mesa de cinco sin ocupar para nosotros es un problema; si todo el mundo hiciera lo mismo, tendríamos los bares llenos de mesas a medio llenar, imagine el desastre económico —le contesto una vez lograda la confesión.

—Es verdad, tiene usted toda la razón; disculpe, no lo haré más. Una cosa, queremos el menú número uno.

—Estupendo, pues si me da un teléfono ya tiene su reserva.

—Muy bien.

La señora me da su teléfono y vuelvo al trabajo

Hago un inciso aquí para explicar que en nuestro restaurante hay dos menús para cenas de empresas, que se componen, ambos, de tres centros para picar, como primer plato, y de un segundo plato de carne o pescado a elegir. Los dos menús no tienen nada que ver el uno con el otro, y no coinciden en ningún plato, ni en el vino, ni en el postre; de hecho, uno vale diez euros más que el otro, y por algo es.

Ring, ring, vuelve Aránzazu al ataque.

—Dígame.

—Hemos hablado hace un momento.

—Sí, sí, Aránzazu, ¿verdad?

—Sí, eso, eso, mire, es que queríamos unos el menú número uno y otros el número dos.

—Pues entonces habrá que separar en dos mesas a los asistentes, eso, o los de un menú se tendrán que sentar todos juntos a un lado de la mesa, y en otro los del otro.

—¡No me diga! ¿Y no podremos elegir con quién nos sentamos? —pregunta, horrorizada.

—Pues no, si no tienen el mismo menú, no.

—Pues eso no, no, no puede ser, tiene que ser todos en la misma mesa, y la gente tiene que poder sentarse donde quiera, si no qué desastre, y eso, ¿cómo puede ser?

—Pues porque el vino es diferente y los centros son diferentes y los postres son diferentes, y cuando saquemos los centros de picar, si los comensales están mezclados, nadie podrá acceder fácilmente a los entrantes que haya pedido.

—Bueno, pues póngalos individuales.

—Eso no puede ser, señora, porque entonces, en vez de sacar doce fuentes de centro tendremos que sacar cincuenta y un platos sólo para los entrantes, y después con los postres: en vez de sacar cuatro fuentes de centro serán otra vez diecisiete platos de postre. Es decir, en vez de dieciséis platos, tendremos que mover sesenta y siete platos. O, lo que es lo mismo, en vez de hacer treinta y dos viajes para llevar y traer los platos haríamos ciento treinta y cuatro, y eso ya sin contar con los problemas que generaría esto en la cocina.

—¿Y qué problema hay?

—Pues que para llevar y traer cuatro veces más de platos, hacen falta cuatro veces más de camareros y de personas que los emplaten y los frieguen; si usted quiere pagar toda esa mano de obra innecesaria por ese capricho, nosotros encantados; es que, si no, vamos a perder mucho dinero con su cena de empresa.

—Ay, no, no, qué lío, déjelo, déjelo, anule la reserva, que tengo que consultarlo.

Con gran alivio taché la reserva, pero unos días después vi que alguien había vuelto a escribir en el libro de reservas:

—Día D. Aránzazu. 17-20 pax. Menú número 2.

Y yo me pregunto: ¿Qué espantosa desventura nos depararán el día D y Aránzazu con sus 17-20 comensales? ¿Sobreviviremos a este embate del destino? ¿Quedará el bar en pie al final de la noche o incluso a mitad de la cena? Hay que tener en cuenta que esta es sólo una de las mesas que vendrán el día D.

Pienso en encomendarme de nuevo a San Babil y a San Pascual Bailón, pero los pobres andarán azacanados atendiendo a todos los ruegos del humilde sector de la hostelería, y no podrán con todo. Pobrecicos santos. Así que he optado por decirles a mis compañeras lo que les digo cuando el desastre es inevitable: "Chicas, el día D, cuando por fin me desmaye, cosa que haré sin remedio, no me reaniméis, tapadme la cabecica con un paño de secar la vajilla y no llaméis a emergencias hasta que acabe el servicio. Ellas, cabizbajas, me dicen que sí, que sí, y que si se desmayan ellas antes, que haga yo lo mismo, pero entonces, ¿quién atenderá a Aránzazu?

En fin, qué macabra carrera esta de desmayarse antes que los compañeros para dejar de sufrir.

No han empezado las cenas de empresa y ya me tiemblan las piernas.

Que Dios nos proteja de toda esta sinrazón, si es que puede.

Un abrazo y salud.


Historias de camareros 107 "Los intolerables"

—Mire —dice la veinteañera—, es que soy intolerante a la lactosa, entonces la ensalada César me la traen sin salsa César, el bistec sin salsa de queso, ¿vale?

—Muy bien. ¿Y de postre?

—Un bombón helado de nata y chocolate.

—Perfecto, maarchando.


Historias de camareros 108 "La leche que le han dao"

—Buenas, señores. ¿Tomarán café?

—Sí, yo un café solo —dice él.

—Yo —dice ella—, ¿tienen leche de soja?

—Pues no, lo siento —le contesto, y como no les he atendido yo hasta este momento, y no sé lo que han comido, pienso: pobrecica moza, lo mismo es vegana y le apetece un café con leche de procedencia vegetal.

—Vaya —sigue ella—, ¿y leche sin lactosa?

—Pues tampoco, hemos dejado de traerla porque al final la teníamos que tirar —vuelvo a intervenir mientras pienso: “Anda, a ver si va a ser intolerante a la lactosa, la pobre, y le apetece un café con leche”.

—Bueno —concluye—, entonces un café con leche.

—Muy bien —contesto, y mientras voy a preparar uno solo y uno con leche, me pregunto: ¿Cómo es esto posible? ¿Es una vegana de convicciones débiles, o una intolerante a la lactosa pero poco intolerante a la lactosa? ¿Esto en qué coño consiste? Como me pica la curiosidad, al llevar los cafés, se lo pregunto:

—Mire, me muero de curiosidad, si no es indiscreción, y no le importa contármelo. ¿Me podría decir qué es lo que le pasa exactamente con la leche?

—Jajaja. Me lo acaban preguntando en muchos sitios, no me pasa nada, es que a veces la leche entera me sienta mal.

—Bueno, menos mal, es que me tenía usted preocupado. Si le sirve de algo esta leche es semidesnatada.

—Uy, pues entonces estupendo.

—Genial —le contesto mientras huyo hacia otra mesa donde me esperan para pedirme los cafés, y mientras tanto, me pregunto: si le sienta mal la leche, ¿por qué no se toma sólo la mitad del café con leche o un cortado que tiene menos leche, o incluso uno solo, o un solo largo con mucho azúcar? Si le sienta tan mal la leche como para ir mareando así al personal, si es tan importante para ella, ¿por qué no lleva alguno de esos envases de leche de soja en el bolso? Y finalmente: ¿Por qué coño no se toma un té de cualquiera de los colores que hay?

Pues porque entonces, me respondo, no podría llamar la atención de los demás ni tampoco tener un camarero un rato para ella sola pa marearlo.

Queridos amiguitos, ha llegado el invierno y hemos cambiado de tercio. Pronto llegará la primavera y comenzará la época del hielo, que si póngame hielo, que si quítemelo, que si sólo un hielo, que si sólo un hielo pero que no sea muy gordo...

Pa todo tenemos. El cielo está tan lleno de camareros, a Diosito ya no le caben más y por eso no me llama a su diestra. A ver si pronto alguno de ellos cambia de profesión por ahí arriba y queda una vacante, que, si no, esto va a durar para siempre.

Un abrazo y salud.

domingo, 31 de enero de 2021

Repetición

 Dicen los historiadores que la historia se repite, y me parece a mí que cada vez se repite cada menos tiempo, mucho más rápido, hasta tal punto que ahora somos capaces en nuestras cortas vidas de asistir a estas repeticiones.

Qué Dios, si es que existe y si es que puede, nos asista.

Un abrazo y salud.

sábado, 30 de enero de 2021

Carnes

Queridos amiguicos, algunos ya sabéis que soy vegetariano y que lo soy porque los gatos sueñan. Dejando esto aparte, me veo por razones laborales a vender mucha carne en mi puesto de camarero. Por supuesto no me meto nunca en las opciones personales de los demás, aunque como ser diverso que soy agradecería que cada vez que el tema saliera no se me intentara convencer de lo que no pienso.

 Lo que peor llevo de  esta situación tan contradictoria es tener que tirar la carne que sobra en los platos así que muchas veces, cuando el cliente es habitual y ya tenemos cierta confianza, si veo que se dejan un trocito le digo

- ¿Y ese trozo, no se lo va a acabar usted? 

- Es que no tengo mucha hambre 

-Venga, haga un esfuerzo, insisto, no quede mal por tan poco que si entro en la cocina con un plato que no está vacío la cocinera se pone triste. 

Y entonces el cliente se acaba el filete o lo que sea que se esté comiendo. Si por lo que sea veo que e deja mucho directamente se lo envuelvo para llevar, porque me parece que ese sufrimiento animal, ya que no se va a evitar tiene que servir al menos para algo.

También me veo, y aquí empieza la historia de camarero con personas con las que tengo conversaciones como esta:

- Qué tomará de segundo señora?

- Un cachopo, pero ¿me lo podrían hacer sin queso?

- Pues me parece que va a tener suerte porque no hay mucha gente y está la cocinera acabando de prepararlos, así que si no ha acabado se lo digo

- Oiga oiga, y ya que lo están preparando ¿No me lo podrían hacer también sin jamón?

- Por supuesto ¿Quiere que le quitemos también el pan rallado y el huevo? le digo irónicamente mientras pienso  "no puede ser que me diga que sí, a ver si es capaz de deconstruir por completo el cachopo "

- Anda, pues ya que me lo dice, contesta ella.

- Entonces señora, nos queda un filete ¿Cómo querrá usted el punto de la carne?

- Pues poco hecho pero que no se vea sangre

-Eso, discúlpeme que se lo diga señora, pero es  un filete al punto

- Vaya hombre, siempre me dicen lo mismo en todos los restaurantes, como si no conociera yo los puntos de la carne.

- Muy bien señora, pues entonces un filete poco hecho pero que no sangre, le canto mientras apunto: filete al punto.

Realizado el interrogatorio me dirijo al borde del bajón de azúcar a la cocina donde canto la comanda, por suerte cuando salen los segundos de esa mesa y le digo a la señora:

- Aquí el filete poco hecho pero que no sangre, ella me contesta

- Muy bien, en esta restaurante  saben lo que hacen

Y yo sigo con la faena preguntándome ¿Qué proporción de gente habrá en el mundo que sabe lo que hace y que trabaja para hacer su trabajo y el de las personas que no saben nada, y que son las que hacen que todo este edificio no se caiga a pedazos? 

En fin queridos amiguicos, no os voy a decir que dejéis en paz a los bichos, porque eso es cosa vuestra, pero si no podéis evitarlo, no seáis como la gente que se deja carne en el plato ni como esta señora y tratad bien a los camareros, sobre todo si se ve que son camareros buenos aunque gordicos.

Que se me cumpla, amén

Un abrazo y salud. 


Conciencia de uno mismo

 La autoconciencia se adquiere, en mi modesta opinión,  cuando uno imagina por primera vez al otro haciendo algo sin nosotros por primera vez.

Una vez adquirida esta autoconciencia ya no volvemos a pensar mucho en el otro, ya hemos obtenido de él todo lo que necesitábamos.

sábado, 23 de enero de 2021

Porque siento

Me parece a mí que antes del pensamiento no va el pre-pensamiento sino e sentimiento. Pensamos porque algo nos preocupa o nos ilusiona, porque tenemos miedo, o sentimos felicidad, o deseo, entonces, si pienso porque siento, siento, luego existo.


"Prepensar"

 Podemos pre-sentir, pre-ocuparnos, o pre-ver, pero no podemos pre-pensar, no podemos pensar antes de pensar, así que nuestra capacidad de raciocinio carece de esta habilidad de anticiparse a si misma, lo que no ocurre con otras capacidades como pre-venir, o quizá sí la tengamos, pero no la utilicemos nunca, puesto que con pensar ya tenemos suficientes problemas. 

Así que quizás le damos demasiada importancia a esta tan cacareada razón, que no viene equipada con esta aplicación de pre-pensamiento, y deberíamos retomar la importancia de las otras capacidades antes mencionadas y de otras similares.

Se podría decir que esta divagación mía se ajusta demasiado al sentido literal de las  palabras, de los verbos que comparo, pero el hecho es que si esta capacidad de pre-pensar existiera y se utilizara,  tendría una palabra propia que confirmara su existencia y su uso.

sábado, 16 de enero de 2021

 Queridos amiguicos, son las tres y media de la madrugada y estaba yo pensando algo un poco lúgubre, algo así como que retirarse del mundo, eso, no puede hacerse, ni siquiera cascando, porque sea el que sea el estado en que uno quede, al dejar el edificio, sigue teniendo un espacio, pequeño, pero al fin y al cabo espacio, en el universo, pues no se puede dejar de existir nunca, al menos de forma material. 

Sin entrar siquiera en si existe el más allá, lo que está claro es que una parte de nosotros se queda, queramos o no, aquí, en el más acá.

Después de esto he pensado que, jodo, menuda encerrona y que un encierro así sólo se le podía ocurrir al de arriba, si es que existe.

El lado positivo es que vamos a estar mucho, pero que mucho rato juntos, y aunque algunas compañías se pueden hacer eternas, a otras da gusto verlas y hacen que la cosa, sea la que sea, merezca la pena.

Que estemos mucho rato por aquí en el estado que sea juntos (esto seguro que se nos cumple, lo noto) pero por si acaso decimos otra vez: que se nos cumpla.

Amén,

miércoles, 13 de enero de 2021

El sentimiento de la vida

 Estaba yo en el bar trabajando y entre un plato sentía que mi mente trabajaba en estas frases, que se me habían ocurrido hacía ya unos días:

"Dar sentido a la vida ¿Será darle un sentido, una razón, o será darle, mejor, un sentimiento? ¿le has dado una razón a la vida o la has sentido?"

Mientras tanto, en una mesa, una señora le decía a otra que un compañero de su oficina había dicho por la mañana "Para que yo me vaya tendrá que venir alguien que valga tanto como yo" y ambas reían

Entonces un pensamiento en forma de imagen ha ascendido a mi consciencia y me he dicho a mi mismo "Vales tanto cuanto seas capaz de amar, lo demás no vale nada" y así han quedado concluidas las frases en las que mi mente trabajaba en un segundo plano, porque me he dado cuenta en ese preciso momento, de que efectivamente el sentido de la vida no es una razón, sino un sentimiento, que no es otro que el amor. 

Una vez apuntada esta idea en la ficha de cartón blanca con rayas rojas, que siempre llevo en el bolsillo trasero del pantalón vaquero a tal efecto, me he ido a levantar los primeros platos de la mesa dos.

sábado, 2 de enero de 2021

Historias de camareros volumen II (98-102)

 Historias de camareros 98 "Dios mío, también tomará café"

—Buenas, señores, ¿qué tal el postre?

—Muy bien.

—¿Tomarán café? —pregunté a la mesa de seis comensales.

—Yo, no.

—Ni yo.

—Nosotros dos tampoco.

—Tampoco yo —dijo el quinto.

—Pues yo, sí —apuntilló la señora que había tardado media hora en comer el primero, media hora en comer el segundo, y otra media en acabar el postre.

Ante este nuevo embate del destino, los cinco acompañantes de la señora pusieron los ojos en blanco, y cabecearon llenos de desesperación, los tenía a todos secuestrados. Ya los había observado yo, ya, desfallecer de aburrimiento y de hambre mientras contemplaban, con creciente odio, cómo la señora, que se había sentado a la cabecera de la mesa, comía una ganchadita, y dejaba la cuchara y luego el tenedor, para hablar, para hablar, para hablar.

—Están los de la mesa dos secuestrados —me dijo Rosa al verlos.

—Ya lo veo, ya —contesté—, pobre gente.

—Sí.

Así que allí estaba yo ante la señora que también quería tomar café.

—¿Qué café tomará?

—Café sin azúcar.

—Bien, pero ¿qué café?

—Café con leche —decía arrastrando las palabras.

—Muy bien, con leche sin azúcar.

—Pero descafeinado.

—Perfecto, descafeinado con leche sin azúcar.

—Pero sin azúcar, muy caliente, que queme.

—Sí, sí, muy bien, muy bien —decía yo mientras me iba alejando de la señora para evitar que siguiera diciéndome cosas y para no caer redondo como un bolo ante la pesantez de tan absurda conversación.

Cuando ya estuve en la cafetera, pensé, madre mía, qué espanto, vaya secuestro han tenido estos señores, y aún les queda el café. Conseguí deslizarle el café con leche a la señora desde un costado de la mesa, evitando entrar en su campo visual y abandoné a los cinco comensales a su suerte, pues ni yo ni nadie en este mundo ni en el otro, podía hacer nada por su salvación.

Ay, cuántas veces se ven estos secuestros en los bares, esto es asombroso y cruel, y yo me pregunto: ¿Qué lleva a un grupo de cinco comensales como este a exponerse, voluntariamente, a tal tormento? ¿Hacen estas personas penitencia ante el Altísimo? Y si es así: ¿Qué tremendos pecados ha cometido esta gente? ¿No es esta penitencia, en forma de semejante padecimiento atroz, una invitación al pecado mortal y al estrangulamiento en grupo? ¿Es que ya no se estrangula como antes? Y, sobre todo, ¿por qué tenía la señora que pedir el café sin azúcar, no le valía con no echarlo ella misma en la taza?

Secuestraditos del mundo, uníos; formad grupos de apoyo, como los de alcohólicos anónimos y, sobre todo, no nos traigáis a los bares a semejantes elementos. Los camareros luego tenemos pesadillas y tememos que los palizas se aprendan el camino y vuelvan a por nosotros.

Diosito, ayuda a los secuestraditos de mundo, amén.


Historias de camareros 99 "Los huevos fritos"

—Oiga, oiga, camarera —le dice el primer cliente a las nueve de la mañana a Rosa—. Si me tomo la oferta de huevos fritos con jamón, o con beicon o con morcilla, más bebida por cinco cincuenta, ¿me dan una botella entera de vino de la casa?

—Pues no, señor, con la oferta va una copa de vino o una caña o un refresco.

—¿Y cuánto me cobrarían entonces por la botella si cogiera esta oferta?

—Pues lo que vale la botella.

—¿Y si en vez de huevos con jamón los tomo con lomo?

—No tenemos lomo.

Y así se ha ido este espécimen del bar sin su botella de vino gratis. No sé lo que debe de pensar que vale una botella de vino en un súper, pero, vamos, que por cinco cincuenta podría comprar varias botellas o cinco briks de Don Simón. Qué manía tiene la gente de ir a negociar en mitad de todo el follón con los pobres camareros que no pueden cambiar los precios a su antojo.

En fin, qué diícas nos esperan.

Como dice a veces Rosa a voz en cuello en mitad del servicio, cuando se nos empiezan a comer por los pies los monguers: "Cristo, ten piedad, Señor, ten piedad".


Historias de camareros 100 "Agua"

—Muy bien, señora, entonces: ¿Le pongo el agua fría o del tiempo?

—Ni fu ni fa.

Y ni siquiera han empezado las fiestas del Pilar, así que, Diosito, por favor, por favor, llévame antes de que acabe el pregón.


Historias de camareros 101 "Dios los cría..."

—Buenas noches, ¿ya saben lo que van a tomar? —les pregunto a dos jovenzanas.

—Una pregunta —dice una—: ¿Me puedo pedir un bocadillo que me invente yo?

—No.

—Pues entonces un Teruel.

—¿Y usted?

—¿El bocadillo de calamares es así como dice aquí "Calamares con mayonesa y picante"?

—Se lo puedo asegurar, ¿ve?, aquí lo pone en la carta, lo pone así para que sea así, ¿ve?

—Es verdad, aquí lo pone en la carta.

—¿Lo quiere sin mayonesa o sin picante?

—No, no, si es que me parece estupendo que lleve mayonesa y picante.

—¿Lo apuntamos entonces?

—Sí, sí, apunte, apunte.

Y yo me voy a la cocina a cantar la comanda sin poder creer la conversación tan absurda que acabo de mantener, ya después de que haya acabado el pregón de las fiestas del Pilar. Y me pregunto: ¿Por qué Diosito no me concedería ayer la gracia de llevarme a su diestra antes de que acabara el pregón? ¿Es que el cielo está lleno de camareros y ya no le caben más? Y, si es así, ¿es que vamos a tener que acabar todos nuestros años de cotización todos los camareros del mundo, sin el consuelo de un posible fallecimiento súbito, al pie del cañón, en el desempeño de nuestras funciones? ¿No podemos los del gremio pensar "vale, me voy a trabajar otra vez, pero a lo mejor casco, y este es mi último día con el sacacorchos y el paño de secar vajilla"?

Y por último, querido Diosito, ¿de dónde te viene esa manía tuya de crearlos y después dejar que ellos se junten? ¿No sería suficiente con crearlos sin que se juntasen? Así, al menos, vendrían a los bares de uno en uno y no en manadas, los monguers.

Les cuento todo esto a las compañeras y les recuerdo lo que siempre les digo antes de que empiecen los pilares: "Chicas, ya lo sabéis, sobre todo, si me desmayo, no me reaniméis, me tapáis la cabecica con un trapico limpio y me dejáis allí hasta que se acabe el servicio".

Ellas se ríen y volvemos al trabajo.


102 “Halloween”

Siempre nos cuesta mucho a Rosa Alarcón y a mí en Halloween distinguir a los clientes del bar que vienen disfrazaos y a los que no, y hay que tener mucho cuidado porque imagínate que le pones una caña a un señor y le dices en plan de broma "Aquí está su caña, Don Drácula", y resulta que no va disfrazao, o que va disfrazao pero no va de Drácula, no sé qué es peor.

En fin, esta noche siempre es un sinvivir, así que me figuro que antes de las diez ya estaremos diciendo eso de: "Señor, ten piedad; Cristo, ten piedad", a ver si esta vez el Señor e incluso Cristo nos ayudan, que últimamente nos ponen muchas pruebas y luego nos abandonan a nuestra suerte.

Un abrazo y salud.



A vueltas con los objetos y con el "orden" y el respeto.

 Las cosas tienen vida propia, no como la nuestra, porque no tienen cerebro. pero en cuanto las adquirimos, e incluso antes, comenzamos a pensar en ellas y así pasan a formar parte de nuestro sistema nervioso central, y por tanto de nuestro cuerpo, de nuestro ser, como si fueran un periférico de un sistema operativo, de un sistema nervioso central, y de este modo les damos una energía que se suma a la que ellas ya tenían. 

Con esta energía que ahora poseen van acomodándose en el espacio y buscan por ellas mismas su lugar en el mundo, así una bonita jarra para el agua, puede ser colocada una y mil veces como adorno en el centro de una mesa de comedor, pero ella, no se sabe muy bien con qué métodos, acabará dentro de la nevera, o junto al grifo donde es llenada, o en la mesa de estudio donde más se vacía.

Digo todo esto por las personas "ordenadas" que luchan inútilmente contra el desorden, que es la esencia misma del universo conocido, que luchan contra el caos sobre el que este se asienta. 

Cuando estas personas sueltan su famosa frase "Un lugar para cada cosa y una cosa para cada lugar" no tienen en cuanta la opinión de las misma cosas, que tienen su propia existencia y su voluntad, y así intentan interferir en vano en la naturaleza del universo, de la que los objetos forman parte y en el desequilibrio que hay en todo los procesos, que hace que todo fluya evolucione y viva.

Hay que dejar en paz a las personas, a los animales, a la naturaleza, a los objetos  ¿Cómo va a haber silencio, tranquilidad y paz en el mundo si no hacemos mas que llevarle la contraria y vivir en contra de todo él? hay que dejar que lo que existe tenga su propia existencia respetando su propia voluntad.