Cuando no hay un objetivo vital una, ilusión verdadera, trascendente, en vez de seguir buscándola, se busca un entretenimiento.
Esto parece algo sin importancia pero se vive por un motivo, por una ilusión, aunque sea pequeña, jamás por un entretenimiento.
sábado, 15 de julio de 2017
martes, 11 de julio de 2017
Victoria moral
Hoy he tenido una nueva victoria moral.
El tiempo, a veces, nos da la razón, pero nunca el dinero.
El tiempo, a veces, nos da la razón, pero nunca el dinero.
domingo, 9 de julio de 2017
Cloroformo
Siempre he querido tener un frasquito de cloroformo. Pasan los años y ese deseo infantil,en vez de menguar, aumenta. Cuanta más gente conozco más deseo el bote de cloroformo. Su inconsciencia o la mía. Al fin y al cabo, en caso grave, siempre puedo aplicarme a mi mismo un trapo empapado en la beatífica sustancia.
Ay, lo que daría yo por un frasquito de cloroformo
sábado, 17 de junio de 2017
Acumulación
La sociedad teje un inmenso holograma para evitar que nos demos cuenta de que en realidad seguimos luchando por la supervivencia, igual que nuestros compañeros los animales.
Nuestra lucha es mucho peor que la de ellos, porque ellos luchan por sobrevivir y nosotros por triunfar y este triunfo se basa en la acumulación, así es como estamos acabando con los recursos del planeta.
Nos hemos enredado en los números, en las cifras, simbólico en la sinrazón y en el desprecio por los demás.
No hay nada más terrible que esta acumulación pues no sólo deja sin recursos básicos a los demás seres vivos que nos rodean, incluidos los humanos, sino que además no responde, a partir de un punto de riqueza, a ningún beneficio adicional al que la acumula, es más, le perjudica mentalmente en gran medida.
Los caprichos y las bobadas de los más ricos de entre los ricos , son el sufrimiento del resto de la humanidad.
lunes, 12 de junio de 2017
Las comentaristas
Aquella mañana de domingo las dos ancianas hermanas, de punta en blanco, recorrían las dos calles que separaban la Basílica de Santa Engracia de su casa. Habían salido con tiempo, caminaban despacio, era mañana de boda y había que coger sitio.
La iglesia contaba con suelos de mármol y con un Cristo que colgaba de dos cadenas, que a su vez colgaban de un gran anillo dorado de un metro de diámetro del que de nuevo salían dos cadenas que iban a parar, por fin, a los muros laterales de la iglesia.
Se contaba que aquel anillo era de oro macizo y que había sido fundido con las donaciones de joyas de las feligresas.
Mientras las dos ancianas buscaban los mejores asientos para contemplar la primera boda del año, el joven cura y su monaguillo, apuraban los últimos restos del vino de consagrar del mes y el sacerdote daba orden a su subordinado de acercarse a por otros cinco litros de vino al supermercado de El corte Inglés. Una vez provistos de nuevo de vino guardaron el necesario para los oficios del día y prosiguieron sus libaciones y comenzaron a vestirse.
Los invitados de las familias del novio y de la novia, que también habían acudido a pie, dada la cercanía de sus residencias, se agolpaban en la puerta de la basílica y se saludaban con sonoros besos que no llegaban a tocar sus mejillas, para adentrarse después en el templo, los hombres de chaqué, las mujeres de traje chaqueta corto y claro.
Las dos hermanas ya en el interior, desde hacía veinte minutos, comentaban el pase de modelos con gestos de aprobación o de disgusto según sus propios criterios
-Ese vestido se lo vi a la Preisler el otro día en el Hola, decía una
- Ya decía yo que me sonaba, pero a esta le han ajustado el talle. Mucho arreglo ha necesitado, claro, no todas estamos hechas para Armani.
Entre dimes y diretes la boda había ido avanzando según lo planeado, el joven cura acababa de declarar a los novios marido y mujer, cuando se desplomó como un bolo, golpeando el suelo con un ruido seco de madera noble al que siguieron diferentes expresiones de susto y alarma. También hubo quien ante la seriedad del momento no pudo reprimir una o dos sonoras carcajadas.
Los recién casados fueron los primeros en socorrer al prelado.
- Huele a vino que mata, le susurró el novio a la novia.
- ¡Un golpe de calor, un golpe de calor! ¡Un médico, un médico! gritó entonces ella.
Por supuesto había varios doctores en la iglesia, uno de ellos con el aire resuelto de quien ha salvado ya no pocas vidas, se acercó al altar.
- No se preocupen señores, está fuera de peligro, dijo en voz alta el médico, tras oler al cura y realizar unas simples pero al parecer efectivas comprobaciones. Hecho esto se incorporó para llamar a una ambulancia.
Las señoras de las primeras filas se acercaron a los recién casados y estos comenzaron a recibir las primeras felicitaciones, mientras, los sanitarios y el monaguillo, sacaban en camilla al sacerdote por la puerta de la sacristía.
Nuestras dos ancianas, acabada la boda deshacían el camino de vuelta a su casa
- ¡Un golpe de calor un golpe de calor! dijo una de ellas con aire sarcástico.
- jejeje rió la otra, no se lo ha creído ni ella
- Excusatio non petita... dijo la primera
- Acusatio manifesta, remató la segunda.
domingo, 11 de junio de 2017
La Bicicleta
El chico tenía nueve años cuando sus padres le dieron las llaves de casa por primera vez, al día siguiente no podrían ir a buscarle al colegio, pero él era mayor y podía volver solo y también prepararse la merienda, hacer los deberes solo y esperar a que ellos llegaran, y eso hizo.
Unos días más tarde volvió a ocurrir lo mismo pero en esta
ocasión además de volver solo, antes de llegar a casa tendría que ir al
dentista, también solo. Aquello ya le dio más miedo, aunque la consulta estaba
sólo dos calles más lejos, pero también lo hizo y las enfermeras y el propio
médico se quedaron impresionados de lo valiente que era, ningún niño de nueve
años iba solo a que le sacaran una muela, dijeron. Sus padres también alabaron
su valor pero en vez de darle un premio, al día siguiente, volvieron a decirle
que volviera sólo a casa.
Lo que al principio había sido una aventura se fue
transformando en una situación de abandono progresivo. Los primeros días tras
merendar y hacer sus tareas vio la televisión, los siguientes vagabundeó por la
casa, curioseó en los cajones del dormitorio de sus padres y en todos los
armarios, espió a los vecinos por la
ventana del recibidor que daba al patio de luces, estaba en un sexto piso. lo que le daba una visión casi
total de los baños de todas las viviendas. Cuando se aburrió de esto tiró
algún vaso de agua al mismo patio por pura curiosidad, para ver qué era lo que
pasaba. Algunas señoras se quejaron a los padres del chico, que a su vez reprendieron al chico su actitud, así que este
no lo volvió a hacer.
Finalmente, tras explorar y agotar todas las posibilidades
que su soledad le proporcionaba, se fue entristeciendo, llegaba cansado a casa,
se tumbaba en la cama dejándose llevar
por su imaginación y se levantaba al oír en la puerta de entrada a sus padres, que volvían a la hora de prepararle
la cena. Por las noches dormía inquieto, poco y mal.
En el colegio se vio envuelto en alguna pelea de la que
salió más o menos airoso y a la que sus profesores no quisieron dar importancia
por ser “cosas de chicos” sólo cuando sus notas bajaron escandalosamente, la
maquinaria educativa se puso en marcha. La llamada a los padres era obligatoria
¿Había algún problema en casa? ¿Jugaba el chico con otros niños? Sí, se había
vuelto algo violento y algo problemático, sí, el chico había suspendido cuatro
asignaturas.
Tras aquello sus padres tomaron cartas en el asunto y le
enviaron todas las tardes, también solo, a una academia de recuperación.
Sus notas mejoraron y como premio los padres decidieron
comprarle al chico otra bicicleta.
Cuando el chico llegó a casa después de la academia se
encontró allí a sus padres con aquella estupenda sorpresa. El chico se montó en
su nueva bicicleta dispuesto a probarla en el pasillo cuando escuchó decir a su
madre que no, que en casa no se iba en bici, si quería podría probarla al día
siguiente, cuando volviera de la academia, entonces el chico pedaleó con fuerza
a lo largo del pasillo giró con audacia en la esquina llegó al recibidor,
desmontó, abrió la ventana y tiró por
ella la jodida bicicleta.
viernes, 9 de junio de 2017
La botella de absenta
Ninguno de los dos había pegado ojo en los últimos meses, habían perdido al bebé que esperaban, días después perdieron su pequeña taberna y ahora se enfrentaban al embargo de su apartamento y de todo lo poco que les quedaba. Llevaban doce años viviendo juntos y en esos años les había dado tiempo de hablar de todo. En una de aquellas conversaciones juraron que si algún día se encontraban desesperados se matarían juntos. Para ello, en el fondo del cajón más grande del armario, en una caja de zapatos estaba reservada, a tal fin, una botella de absenta, que mezclarían con valium.
-Déjate de hostias y pásame la absenta, musitó ella mientras jugueteaba con la caja de diazepam.
- Muy bien, toma, echa las pastillas en la botella, voy a por los vasos, contestó él.
La absenta se deslizó en la cucharilla deshaciendo el azucarillo con el que, según habían oído, había que mezclarla. Caía en el segundo de los dos vasos que habían dispuesto junto a la jarra de agua, al lado de Valium.
- A ver si de una puta vez lo hacemos, susurró ella de nuevo, ah, y ponles un poco en la comida a los gatos.
A la mañana siguiente los dos gatos ronronearon un buen rato sobre sus cuerpos todavía templados
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