viernes, 30 de noviembre de 2018

Refugio

Nos refugiamos bajo las sábanas, tan adentro y tan abajo, que llegamos a desaparecer, como lo hace el monstruo en el truco infantil, en el que el niño imagina al responsable de sus desvelos y va repitiendo mentalmente "Más pequeño, más pequeño, más pequeño" hasta que hace que este caiga en el abismo de la más pequeña de las grietas del pavimento.

Con cada roce de la lengua uno se va deshaciendo en su huida, más pequeño, más pequeño, y de repente se ve buceando dentro de una gota de sudor ajeno, más pequeño, más pequeño, y siente como la presión de una masa oceánica hace crujir sus costillas clavándolas en los pulmones, obligando al aire que queda en ellos, a salir en grandes burbujas entre los dientes, como en la superficie, a miles de metros, ocurre con el gemido que produce el final del orgasmo.

Así, en el espacio de un solo aliento, acaba también la fantasía de que se puede escapar del mundo ocultándolo debajo de la colcha, como haría un mago con su bola de cristal, y con su pañuelo de seda azul oscuro como el cielo de invierno en un atardecer nublado y seco.


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