domingo, 21 de octubre de 2018

Limpieza

Todas las noches, a la vuelta del trabajo, lavo mis pulmones en la pila de la cocina, dejándolos a remojo diez minutos en agua tibia, para que el detergente penetre bien en los bronquios.

Los aclaro y al retorcerlos para escurrirlos, sale todavía de ellos un líquido denso, como el almíbar, que huele a desinfectante y a sangre.

El día de descanso hago la limpieza a fondo, hurgando con un punzón bien dentro, así saco las flemas en las que se encapsulan, como las libélulas en un burbuja de ámbar, las amarguras que me dejaron tus palabras dentro del cuerpo

 A veces estos quistes se rompen y quedan expuestas las patas petrificadas de los insectos, que arañan los rosados y esponjosos tejidos de mis pulmones, dejando huecos en las nuevas heridas, para que otros parásitos aniden allí

Esto del duelo es un trabajo de años, lo sé bien, y así, con paciencia, intento curarlo, comenzando la semana de trabajo con mis filtros de aire aliviados y libres, al menos del sudor y de las babas que se decantan en mi organismo.

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