domingo, 21 de marzo de 2021

viernes, 19 de marzo de 2021

Las palabras, la existencia

Me invade el pensamiento de que hay cosas que tienen nombre y que sin embargo no existen

No deja de ser curioso, casi irreal, poder tener un reflejo de algo que en realidad no es

Parece una corazonada que se puede existir sin nombre y no existir y tenerlo

Esta es la esencia de las palabras, que se sitúan así, en un plano diferente de la misma existencia.

viernes, 12 de marzo de 2021

Tiempo

 Es el tiempo lo que nos impide comprenderlo todo, pues sobre él lo discurrimos todo ¿Si ahora estoy, por qué no podría estar mañana? ¿Antes del Big Bang estaba Dios y antes de Dios?

Pero el ni el tiempo ni el espacio son absolutos, incluso se comban con la gravedad.

Así ¿Cómo vamos a comprender los hechos, la causa y el efecto, lo que ocurrió antes y lo que fue después?

Para nosotros todo sucede en un momento preciso de la conciencia, dentro de cada una de las las mentes que son todas un “yo” , y sólo eso es cierto, pero para entenderlo habría que dejar a un lado del enigma al mismo tiempo, sobre el que todo discurre.

jueves, 11 de marzo de 2021

Dinero

En esta vida sólo se puede salvaguardar el dinero, todo lo demás se pierde. Esto ocurre porque el dinero tiene una doble naturaleza, una concreta y tangible, los billetes y las monedas, y otra abstracta, en forma de cifra en la cuenta del banco.
Los demás objetos no tienen esta doble naturaleza. Si una guitarra antigua se nos rompe en mil pedazos la perdemos para siempre, y no hay manera de hacer una copia de seguridad de este objeto.
Sin embargo si llevamos unos billetes al banco allí quedan guardados, en su forma abstracta de número.
Y yo me pregunto ¿Qué hacemos con esta información aquellos a los que no nos ha importado nunca el dinero (excepto cuando no teníamos un céntimo) y aquellos cuyos problemas no nos los resolvería  tampoco el mismo dinero? 
¿Qué puedo hacer, en fin yo, con este pensamiento? 
Pues nada, dejarlo aquí por si a alguien le pudiera ser de alguna utilidad.

martes, 9 de marzo de 2021

Único

 Uno se siente único y sin embargo se ve reflejado en todos los demás que son miles, millones, pero aun así, y esto es lo asombroso del sentimiento, uno se sigue sintiendo único.

Cuando uno reflexiona sobre esto da las gracias a Dios, si es que existe, o a quien corresponda, por habernos dado la razón, pero todavía más por habernos dado el sentimiento, y sobre todo por haber hecho que el sentimiento domine siempre a la razón.

viernes, 5 de marzo de 2021

El cuerpo es un viajero del tiempo.

 El cuerpo es un viajero del tiempo, Un ente que viaja, que se deteriora bajo el influjo de unas sensaciones que nunca cambian, siempre las mismas; la luz, el placer del agua caliente, el olor salado de la brisa marina, la punzada de dolor en encía, donde descansa la muela enferma. 

Atraviesa el cuerpo el espacio entre las mismas cosas y él, que no es el mismo, sigue percibiéndolas de la misma manera, mientras cambia, mientras muere.

¿Es la adaptación de la sensibilidad del cuerpo al mismo estímulo, el que da a este la misma apariencia y sensación, o esto ocurre por intervención de la memoria? 

Me inclino ante esto último. La sensibilidad decrece con el deterioro de los sentidos, por eso el cuerpo es un viajero del tiempo, que lleva de viaje cada impulso, cada estímulo presente, para seguir reconociéndolo como propio e inmutable, al pasado, a la memoria.

lunes, 1 de marzo de 2021

Historias de camareros II (110- 115)

Historias de camareros 110 "La mesa de treinta"

Llego al bar y me llama el jefe:

—Quique —me dice con gesto desencajado.

—Dime, jefe.

—Acaba de estar una señora que quería una mesa de treinta.

—No nos cabe.

—Eso le he dicho.

—Tampoco habrá querido poner dos mesas.

—Por supuesto que no, quería una mesa en U.

—No jodas, y en una mesa en U no le parece que esté la gente lejos, claro, ni le parece mal que la gente del interior de la U se dé la espalda. Además, si cascáramos una U en este local con forma de L, cortaríamos el bar en dos, tendríamos una barrera y no podríamos pasar a la zona de la barra, ni la gente de la barra podría ir al baño, ni siquiera la gente que se sentara en el exterior de la U podría pasar al otro lado.

—Ya, ya, ya le he explicado todo eso, y también que en dos mesas de quince estarían más cerca —continúa el jefe.

—Lo de que los camareros no podamos pasar para llevarles los platos, ni más agua, ni pan, ni sal, ni palillos, ni los postres, ni los cafés cortos o largos, ni los descafeinados con estevia y unas gotitas de coñac, ni las copas, ni nada a ellos mismos no le ha parecido importante.

—No, no, lo importante es que sea en la misma mesa, lo demás es accesorio.

—Pero sabe que la mesa es para cenar, ¿no?

—Eso creía yo, al final ha dicho que iba a buscar en otro sitio en el que cupieran todos juntos en una mesa. A la próxima que diga lo de la U, me dice, le voy a decir muy serio que podemos ponerlos "en arco".

—¿En la feria de arte moderno?

—Jajaja, no, no, "en arco", como en un arco del triunfo, colgados de las paredes para que podamos pasar por debajo.

—Jajajaja, pues, oye, si tiene que ser en la misma mesa, los colgamos con arneses y asunto resuelto.

—Tendré que ir al Decathlon y al Leroy Merlín a por material para instalarlos.

—Jefe, me parece a mí que esta instalación sí que nos la admiten en ARCO, a ver si podemos salir de la hostelería.

—Dios te oiga.

—Dios y San Pascual Bailón y San Babil de Antioquía.

—Sea.

—Sea.

Y dicho esto, comenzamos el servicio pensando en la cantidad de tiempo y energía que se pierde en intentar explicarle a la gente cosas tan obvias como que para poder servir una mesa tenemos que poder llegar a ella.

Ay, ay, ay, ya están encima las cenas de empresa y las reuniones navideñas. Ay, Diosito, la mongolada que nos has dejado organizar a los humanos con la Navidad. Si algún día me llevas a tu diestra, voy a querer que me expliques muchas cosas.

Seguiremos informando, un abrazo y salud.


Historias de camareros 111 "Hace un año"

—Camarero.

—Dígame, señora.

—¿Esto es una croqueta?

—Pues no, es un pimiento relleno de merluza.

Yo digo que estas cosas pasan porque hay luna llena. Mi compañera Rosa dice que nos están grabando como en El show de Truman.


Historias de camareros 112 "La gaseosa"

Queridos amigos, esta tarde, estábamos Rosa y yo dando las comidas cando esta se me ha acercado y me ha dicho:

—Quique, ¿y esa señora que se acaba de meter una botella de gaseosa sin empezar en el bolso? Pero ¿qué sinsentido es ese? Pero ¿qué mongolada es esta? Pues si no le ha gustado tomársela en el bar ¿para qué se la lleva a casa? 

Yo no he sabido qué contestarle y hemos calificado este hecho como un misterio muy misterioso, que no hemos podido resolver ni con la ayuda de Rosi, que ha llegado ya en el turno de noche. Rosa nos ha contado que ha llamado una señora para saber qué menú del día íbamos a dar el martes, ella le ha explicado que el menú del día del martes lo sabríamos el martes, que era cocina de mercado y que eso era lo bueno, el que fuera cambiando según lo que el cocinero encontraba de mejor calidad. Aun así, la señora, una maniática del control, no ha consentido no saber lo que iba a comer dentro de cinco días y no ha reservado una mesa.

Y eso que Rosa le ha dicho:

—Pues un menú con legumbre, verdura, pasta, arroz, carne y pescado, cinco primeros y cinco segundos a elegir, más costilla, entrecot o chuletón. Para postre alguna tarta, algo de cuchara: arroz con leche natillas o yogur, varias frutas del tiempo a elegir, lo que por 11,50 euros está muy bien.

—Pero exacto, exacto, no lo saben.

—No, señora, no lo sabremos hasta el mismo día, como ya le advertimos la semana pasada, cuando también quiso venir al menú, pero no pudimos tampoco dárselo con antelación de días porque tampoco lo sabíamos. Por eso el menú de día, vuelvo a insistir, se llama así, "menú del día", no de la semana anterior al día, ¿comprende?

La señora no ha quedado muy satisfecha. Y en comentar esto estábamos, cuando ha llegado una mesa de tres personas que pretendía sentarse a una mesa montada para veinte que había para una cena de empresa, porque en ella había "más luz" .

—¿Y qué hacemos con los otros veinte comensales que han reservado mesa hace tiempo cuando vean que hay tres monguers es su mesa, porque en ella había más luz? —he dicho.

En fin, cada día el mundo me resulta menos comprensible, cualquier día me cojo la guitarra y me vuelvo a tocar por la calle, o mejor, a tocar por la costa, como hice hace décadas, canciones de los Panchos y de la Pradera.

Esto no ha hecho más que empezar; Espíritu Santo, estés donde estés, socórrenos, que no se te ve ocupado y se ve que tienes mano con Diosito. Por favor, no nos dejes caer en la tentación de sacudirle a alguien con la bandeja de acero inoxidable ni nos dejes caer tampoco en el infarto masivo, y líbranos del resto del mal.


Amén

Historias de camareros 113 "El convertible"

Esta misma mañana estaba con Rosa dando las comidas, y en la mesa cinco he tomado nota de los postres y de los cafés. Rosa, que se ha dado cuenta, me ha dicho:

—Quique, ¿te voy poniendo los cafés?

—Ay, sí, gracias, son dos solos, uno de ellos en vaso de cristal, y un cortado.

Me he ido a llevar los postres y luego ha ido Rosa con los cafés. Ya me había olvidado del tema cuando he visto que venía Rosa a la barra, donde estaba yo, y me ha dicho:

—Madre mía, voy a la cinco y me dice el señor del solo en vaso: "¿Me podría convertir este solo en capuchino?", y me he atemorizado tanto que le he dicho que no y me he ido corriendo.

—Pero ¿qué quería, que se lo cambiaras? 

—No, no, eso me ha dado tiempo a preguntárselo, le he dicho: "¿Se lo cambio, entonces?", y él me ha contestado que no, que se lo "convirtiera", así que le he dicho que no teníamos cacao y que no iba a ser lo mismo y ahí lo he dejado.

—Pero ¿quería un capuchino mini, entonces?

—Quique, no lo sé, ni quiero saberlo, y además nunca lo sabremos, porque mira, parece que acaban de pedir la cuenta.

—Menos mal que ya se van.

—Sí, sí, menos mal.

Después ya por la tarde han pasado más cosas, claro, pero no vamos a contarlo todo hoy, no hay que contarlo todo de golpe, de la misma forma que no hay que saberlo todo, porque saberlo todo tiene que ser un sinsentido espantoso.

Hay verdades y realidades paralelas, como las realidades de los cafés convertibles, a cuyo abismo nos hemos asomado hoy Rosa y yo por primera vez, que es mejor desconocer por completo, y más en este caso, en el que hay indicios que sugieren que la física cuántica podría estar llegando al humilde territorio de los cafés, y que uno solo en vaso de cristal podría estar al mismo tiempo en un lugar y en otro, y tener diferentes entidades y ser, a la vez, el solo en vaso de cristal y andar por este triste mundo convertido, al mismo tiempo, en un mini capuchino inaprensible, e incluso tener varias advocaciones, como Nuestra Señora la Virgen María, que puede ser la Virgen de la Peña y la Virgen de Sonsoles y la de Guadalupe y muchas más a la vez, y eso, queridos amigos, es ya demasiado para dos honrados camareros que sólo aspiran a acabar los servicios para poder ir a echarse un café, una siesta, o lo que quiera que toque, si es que alguna vez llega a tocar. 

Por el amor de  Dios, dejemos la física cuántica en los laboratorios del C.E.R.N., las transubstanciaciones en los templos, y los cafés quietecicos en las cafeterías con sus apariencias y nombres normales, hasta donde esto sea posible, o muchos camareros morirán de síncopes horripilantes dentro de unas nebulosas cafeteras cuánticas de proporciones inimaginables.

Un abrazo enorme a todos, amén.


114 “El camarero malo retirado y viejuno”

Llegó la hora de las cenas del sábado, estamos completos y se presentó una de las reservas de seis que teníamos.

—Seremos uno más; no hay problema, ¿verdad? —me dijo la amabilísima señora que todos los sábados se encarga de reservar una mesa de seis en nuestro restaurante.

—Pues me temo que sí —le contesté—, no sé ni si vamos a tener silla, además, justo en esta mesa, si pusiéramos un cabecero, nos cortaríamos el paso hacia este trozo de la barra —le digo señalando al cartel de "reservado camareros".

Mientras hablaba con la señora, un señor mayor y enorme, que formaba parte del grupo, cogió una silla de otra mesa, en la que hacía falta, la colocó justo en el cabecero de la mesa y se sentó en ella con su par. Inmediatamente Rosa se acercó y le dijo:

—Lo siento, señor, aquí no se puede sentar, tendrán que apretarse un poco en el banco, porque tenemos que pasar justo por donde está sentado usted.

—Pero queda un hueco.

—Sí, pero resulta que yo soy de cadera ancha y no quepo.

—Pues yo he trabajado muchos años en la hostelería y pasaba por huecos más pequeños que este —dijo el tipo apoltronado y sin intención alguna de moverse.

—Haga lo que quiera, señor —le dijo Rosa—, pero si no podemos pasar, no le podremos servir.

Al cabo de un rato, cuando fui a tomar las bebidas, vi que el señor había hecho caso a Rosa y se había sentado en el banco, donde tampoco estaba tan mal, pero había dejado la silla con los abrigos en el mismo sitio. La silla no ocupaba tanto como él, que era muy grande, pero parece que este señor era de los que sale a montarlas, como pude comprobar muy pronto:

—¿Qué van a tomar? —pregunté.

Todos me fueron diciendo sus bebidas en orden y con educación, y cuando llegué a su parte de la mesa, tomó la palabra y me dijo:

—Nosotros tres queremos tres copas de vino, pero no una botella —especificó—, no vaya a equivocarse.

Así que apunté en mi libreta "copa de vino III" para señalar lo que me había pedido.

Cuando llegué con los vinos me dijo:

—Oiga, oiga, se ha equivocado usted, le he pedido una botella de vino y no tres copas.

—Pues fíjese —le dije enseñándole mi libreta—, aquí pone copa de vino, que es lo que me ha pedido y luego tres palos, ¿ve?

—Pues se habrá equivocado usted.

—Puede ser pero es raro, porque tengo un oído finísimo y, además, este truco es muy muy antiguo, casi tanto como las bandejas de aluminio. ¿Se acuerda usted de las bandejas de aluminio y de los bandejazos que se podían dar con ellas?

—Sí, sí, ya lo creo, alguno di también.

—Pues ya sabe lo que dice el refrán: “Donde las dan, las toman”.

—Esa bandeja es de plástico.

—Sí, pero tengo una guardada para ocasiones especiales, y además si no la encuentro, anda que no hay sartenes en la cocina —le espeté dejándole con la palabra en la boca, mientras me iba a por la botella de vino.

Parece que mi amenaza medio velada surtió el efecto deseado, y el resto de la cena transcurrió sin más incidentes. Cuando se levantaron, me dirigí a la señora que había reservado la mesa y le dije:

—No sabe lo que siento no haberles podido acomodar mejor, es que, claro, no podemos expandir las paredes, ni ampliar las mesas, ni sacar sillas de la nada. Si hubiéramos sabido que eran siete con tiempo, les hubiéramos puesto en otro sitio, pero, claro, no podíamos levantar a otras personas de sus mesas con las cenas ya empezadas.

—Ay, no me diga eso, que han sido muy amables, y qué paciencia ha tenido usted, es que —me dijo susurrando—, se nos ha añadido uno a última hora.

—No me diga usted que ha sido el señor que protestaba por no tener sitio.

—El mismo. Ay, qué cruz, qué vergüenza nos hace pasar, ya nos disculpará, y ahora quiere ir a otro bar.

—No se preocupe, señora, siempre hay quien sale a enfadarse, menos mal que la mayoría de la gente sale a disfrutar.

—Pues es verdad, mucho ánimo, la semana que viene volveremos a vernos.

—Me alegro mucho, hasta la próxima si no es antes.

La señora rio y se fueron marchando.

Queridos amiguitos, no hagáis como el señor enorme y salid de casa a disfrutar de la vida y no a enfadaros, porque, aparte de hacer que algún camarero caiga en la tentación de golpearos con una bandeja de aluminio cogida a dos manos y descargada de plano sobre vuestras cabezas, con el daño que esto hace, y con lo que le aturde a uno no sólo el dolor, sino el estruendo que se le monta a uno dentro del cráneo semejante ruidera, avergonzaréis a vuestros acompañantes y no querrán quedar más con vosotros, y al final os deprimiréis, acabaréis faltando a misa y tras esto iréis al infierno. Desde el cielo, los camareros buenos, que somos la mayoría, os veremos sufrir los tormentos del fuego porque, como decía San Agustín muy cristianamente (y aquí puedo equivocarme de santo): "Uno de los grandes placeres de los justos es ver los sufrimientos de los pecadores en el infierno", o algo así.

Avisados quedáis, un abrazo y salud.


Historias de camareros 115 "Sin reserva"

Son las nueve de la noche de un sábado de diciembre y estamos llenos hasta la bandera en los dos turnos, el de las nueve y el de las diez y media; el follón es tremendo, pero lo estamos llevando, como siempre, bien, Rosa Alarcón, Rosi Roxi Casas y yo. Muy concentrados y con nuestra compenetración habitual, vamos como un tiro.

Se presenta entonces en la barra una manadica de gente de diferentes edades, mayores y niños, bastante grande, con una señora pequeña a la cabeza, que me dice:

—Oiga, oiga, camarero, mire, somos veinticinco, ¿tendríamos mesa?

—Pues no, señora, estamos completos. —Y no hay más que mirar al comedor para verlo.

—¿Y si nos juntamos un poquito?

—Pues no, completo es completo, señora, no nos cabe ni una persona más.

—¿Y en alguna mesa que tengan escondida? Nos da igual comer cualquier cosilla, sáquennos lo que sea.

—Señora, esto no es como en las películas donde sacan una mesita para los dos protagonistas que llegan sin reserva y la colocan justo delante de la cámara para que la película continúe; no hay sitio. ¿Para qué nos guardaríamos una mesa escondida pudiendo llenarla? ¿Dónde podríamos esconder una mesa para veinticinco con sus veinticinco sillas?

—Bueno, bueno, está bien, ya buscamos otro sitio. ¿Nos podría decir dónde podríamos encontrar sitio?

—Pues señora, no tengo ni la más remota idea, ni creo que nadie la tenga, hoy es un sábado de diciembre, y estará todo a tope, y veinticinco personas son un grupo muy grande. Lo siento, señora, pero tengo que volver a atender a los clientes que han reservado mesa. Le digo dándole una tarjeta y rematando la jugada con un "llame para reservar la próxima vez".

La señora se marcha liderando la manadica y por fin puedo dedicarme a atender a la gente que está cenando, lo que ya es un trabajo enorme, y me olvido del tema, pero una hora después aparece la misma señora con una manadica parecida en número, y me dice:

—Oiga, oiga, camarero, mire, hemos dejado a los niños en casa y ahora somos quince. ¿Tendríamos mesa? En ese momento creo que voy a colapsarme por completo, mi cuerpo y mi mente se desvanecen, pasa por mi cerebro el recuerdo de haberles dicho a las compañeras que si me desmayaba me cubrieran la cabeza con un trapico de secar la vajilla y que no me reanimasen, y pienso: "qué bien, por fin voy a desmayarme y me pondrán el trapico y no me reanimarán hasta que acabe el servicio y así esto no me ocurrirá a mí", pero no me desmayo y, abandonado de nuevo por Dios, esta desventura me sigue ocurriendo, otra vez, a mí.

No puedo creer lo que oigo, ni imaginar cómo la señora ha podido convencer a veinticuatro personas para salir sin reserva un sábado, y después de comprobar lo absurdo de su maniobra, ha podido volver a convencerlas para volver a salir, esta vez "sólo quince", habiendo empaquetado a los niños en casa. Como esto tiene que acabar, le digo:

—Señora, no es no. Estamos completos, no hay mesa, ni antes había para veinticinco ni ahora para quince. El espacio es el que hay, ni podemos expandir el espacio, ni crear sillas y mesas de la nada, y, aunque lo hiciéramos, la cocina tampoco es infinita y tampoco podría dar de cenar a más gente de la que cabe en el local.

Dicho esto, y no creo que se pueda añadir nada más, me doy la vuelta y me marcho a atender a los clientes que cenan, mientras veo por el rabillo del ojo como la señora y sus secuaces abandonan el bar.

Más tarde, algo más tranquilo me pregunto: ¿Se puede cuantificar el daño que ha hecho la máxima "querer es poder"? ¿Por qué creía esta señora que insistiendo podría conseguir algo imposible? Si era tan fácil meter a veinticinco personas en cualquier sitio, ¿por qué no se quedaron los veinticinco en su casa y se hicieron cualquier cosilla para cenar los veinticinco?

Queridos amigos, ando muy despeluchao estos días pensando que sólo estamos a día 10, lo que quiere decir que todavía queda un mes de mongolada navideña extrema. Ayer mismo, un señor me preguntó si se podía quitar el queso de cabra y "todo el queso en general, incluso el gratinado" a lasaña de verduras y queso de cabra. ¿Por qué no puede aceptar la gente la realidad de las cosas, sus sabores y sus temperaturas normales? ¿Por qué tiene que intentar cambiarlo todo todo el tiempo?

En fin, me voy a comprar el calendario del Sagrado Corazón de Cristo nuestro Señor, que creo que es el que lleva el santoral más completo. San Pascual Bailón y San Babil de Antioquía me están fallando como escopetas de feria.

Por favor, rezad por que mis nuevos fichajes de santos me salgan buenos y me protejan de los monguers.

Amén.


 

lunes, 22 de febrero de 2021

Pensamiento único

Pues me da a mí que esto del pensamiento único consiste en un único pensamiento, o creencia si se quiere, sobre el que se articulan todos los pensamientos, de toda la vida del enfermo de pensamiento único, se refieran estos pensamientos a cualquier cosa imaginable, desde al color de la vestimenta al lineal de los yogures en el supermercado.

Juguemos un poco poniendo un ejemplo extraño pero útil al argumento: supongamos que nuestro enfermo de pensamiento único cree que todos los chinos son delgados, y sobre este único pensamiento organiza todo su pensar sobre los naturales de este país, así podrá nuestro protagonista inferir que todos los chinos pasan hambre, o que su delgadez se debe a que no comen pan, o a la política del hijo único, o a cualquier otra sandez que se le pueda ocurrir, siempre alrededor de ese primer pensamiento único.

Si nuestro pensador de pensamiento único tuviera algún otro pensamiento sobre este país, como que los chinos son más de 1.393 millones de personas, podría ir más allá y preguntarse: ¿Qué porcentaje de obesos habrá en China?, para luego buscar en internet y encontrar que un 15%  de personas en China sufren obesidad, y que en España este porcentaje es muy similar, un 16.9%, así que al menos en esto nos parecemos bastante a los chinos.

El lector ya se habrá dado cuenta de que en ese juego anterior he partido, deliberadamente, de una premisa falsa, pero si partiéramos de una sola premisa "verdadera" el resultado sería, al cabo del tiempo, parecido, porque ¿Qué verdad no tiene una objeción, un inconveniente, una parte falsa, un punto ciego, una pieza indemostrable, o algo que se puede refutar desde otros puntos de vista? ¿Existe esa premisa "verdadera" más allá de la emoción que supone el creer ciegamente en ella?. Es esta parte de la premisa "verdadera", del punto ciego, de la parte cuestionable, o directamente no tan verdadera, la que va creciendo dentro de la bola de nieve que es este sistema de pensamiento basado en una sola premisa, y que acaba arrasándolo todo a su paso.

Pero nuestro enfermo es incapaz de tener más de un pensamiento sobre nada ( a vece este pensamiento ni siquiera es propio)  y a esto de organizar toda su actividad cerebral en torno a este único pensamiento lo llama "ideología", y esto es dramático, porque si bien el pensar en los chinos o en las manzanas, basando nuestro ideario sobre ellos en una sola idea, puede no tener muchas consecuencias, el planificar una vida en torno a una sola idea económica, religiosa, política, o de cualquier otro tipo, tiene consecuencias desastrosas para el enfermo y para toda la sociedad. 

Da lo mismo si esta única idea es Dios, Marx (da igual cuál de los seis), la monarquía, el nacionalismo, la república, la independencia, la izquierda, la derecha, el arriba o el abajo, porque como le pasa al pensador de la China, sobre una sola idea se puede construir bien poco, y todas esta ideas únicas, y cualquier otra idea única, sin el contraste con otras, y sin la participación activa de otros pensadores, se convierte, no en una idea, sino en un prejuicio contra las otras. Además, lo poco que se construye con este viejo sistema de las ideologías, siempre es a costa de la destrucción de las creaciones de los demás pensadores de pensamiento único, que "luchan" contra nuestro protagonista, dándole la excusa para querer seguir imponiendo  los demás su idea, al igual que los demás "luchan " para hacer lo mismo con la suya.

 Así nos ha ido de mal en toda la historia de la humanidad, siempre a garrotazos, y por eso todos los pensadores de pensamiento único que crearon sistemas filosóficos, religiosos y o políticos, alrededor de un sólo pensamiento único han fracasado, todos, unos derramando más sangre que otros para imponerlo a los demás.

Se dice que el cerebro humano es lo más complejo y perfecto que conocemos (quizá sólo sea lo más complejo que el propio cerebro puede percibir)  y sin embargo no somos capaces de hacer nada utilizando para ello no el apoyo de una idea, sino de varias, porque claro, utilizar como base dos pensamientos exige al menos el doble de esfuerzo, y sobre cuatro el cuádruple, y escuchar a los demás, que es lo más difícil, y sobre todo ¿Para qué usar más de una idea si las masas lo arrasan todo con una sola de ellas?

Las ideologías, que siempre están basadas en la elaboración de un único pensamiento, al que se puede llegar siempre tirando del hilo, no nos dejan ver el bosque, ni nada, nada que no sea este único pensamiento.

En fin, estamos de nuevo en una época poco pluralista, parece mentira pero es verdad y terrorífico.

martes, 2 de febrero de 2021

Historias de camareros Volumen II (103-108)

Historias de camareros 104 "Medio limón y medio limón"

Me acerco a una mesa de un matrimonio de mediana edad, a la hora de comer, y todo vuelve a comenzar:

—Buenas, señores, ¿saben ya lo que van a tomar?

—Oiga, oiga —dice el señor.

—Diga, diga —le contesto.

—¿En qué consiste el medio menú?

—Pues es muy fácil, puede elegir usted un solo plato del menú, un primero o un segundo, y está incluida la bebida, el pan y el postre.

—Muy bien, pues yo medio plato de pochas y medio bistec.

—No, no, señor, el medio menú es solo un plato entero, no servimos medios platos —le digo mientras pienso: "Madre mía, qué genio de la astucia nos ha caído hoy", y a continuación me encomiendo a San Pascual Bailón, patrón de los Congresos Eucarísticos y de las cocineras.

—Anda, ¿y eso? —insiste el hombrecillo.

—Pues porque, ¿qué hacemos con el otro medio bistec?

—Pues dárselo a otro que también quiera medio menú de medio bistec.

—Pero eso es imposible, señor.

—¿Y eso?

—Pues porque nadie va a pedir su otro medio bistec.

—¿Cómo lo sabe?

—Pues porque no servimos medios bistecs ni medios platos.

—¿Y eso?

—Porque el medio menú consiste en un plato entero a elegir; si hiciésemos eso tendríamos la cocina llena de medios platos que tendríamos que ir colocándole a la gente, medio rape, medio pollo, media lasaña...

—Hombre, hombre, con los segundos sí pero con los primeros, por ejemplo, con mi medio plato de pochas, las pochas...

—Ya, pero incluso en ese caso se nos podría quedar media ración de todos los primeros sin aprovechar, y no está el mundo para andar tirando comida. Además, es la norma del restaurante, la toma o la deja, señor —le digo ya algo aturdido.

—Manolo, Manolo —interviene la mujer—, deja en paz a la gente en general, y a este señor en particular, que te lo tengo que decir siempre, ya te lo ha explicado, así que concéntrate y elige.

—Bueno, bueno, les dejo para que lo debatan y lo piensen, y voy atendiendo a estos otros señores —les digo mientras me alejo como puedo para no sufrir un infarto.

Atiendo varias mesas y cuando por fin reúno las fuerzas necesarias para enfrentarme a este reto, descubro gratamente sorprendido que es la mujer la que ha tomado la batuta y ha organizado el entuerto, y al llegar me dice:

—Tomaremos dos medios menús, unas pochas y un bistec.

—Muy bien, señora, así se habla —la felicito mientras agradezco a San Pascual Bailón su intercesión por enviarme junto a este modorro a esta señora tan bien organizadica.

Cuando acaban sus dos únicos platos de sus dos medios menús, me acerco y les canto los postres:

—Muy bien, señores, de postre tenemos: melón, natillas con o sin canela, sándwich helado de nata o tarta de tiramisú.

—Yo mi media tarta de "taratasú" —dice sin dudar ni un instante la señora.

—Yo también medio "taratasú" —repite él, y yo huyo por segunda vez de la mesa, esta vez para evitar que me dé la risa floja delante de la pareja. Cuando me repongo del ataque de risa, les llevo sus dos tiramisús completos y ellos se quedan muy contentos.

En fin, hay gente muy diversa a la que siempre hay que respetar, y matrimonios que se compenetran estupendamente, a pesar de que entre sus dos componentes apenas hagan uno bueno.

Así es y así será y queda aquí demostrado, pues ni siquiera San Pascual Bailón, patrono de los Congresos Eucarísticos y de las cocineras, puede evitarlo.

Advertidos quedáis, buenas noches y salud


Historias de camareros 105 "El cocido completo" (Sin segundas)

Queridos amigos, mañana tenemos "Cocido completo", y ya estoy viéndolos venir, sé que va a ser inevitable, y que más de uno y más de una me va a decir: “¿Y no puede ser medio cocido completo?”, a lo que yo tendré que contestar: “Señora, como su propio nombre indica, el ‘cocido completo’ es ‘completo’ e indivisible”, “¿Y ni siquiera un poquito?”, dirá la señora, a lo que yo replicaré: “¿Me quiere explicar cómo se corta un medio cocido completo por la mitad, y en el caso de que esto sea posible, qué hacer con el otro medio cocido completo?”.

A partir de allí la conversación tomará caminos inimaginables incluso para los adictos al L.S.D. Así que estoy preaterrorizado, y pensando qué protección real o imaginaria puedo procurarme.

Pienso que esta vez, por no aprovecharme mucho de San Pascual Bailón, al que ya molesté en mi anterior aventura, voy a encomendarme a San Babil de Antioquía, patrón de Cascante, cuyo brazo, que está a la sazón dentro de un relicario en forma de brazo, está, nadie sabe muy bien por qué, en el Museo de Filadelfia.

Ay que ver qué Santo tan viajero, este San Babil de Antioquía, o al menos en parte: desde Antioquía ha llegado el mozo hasta el nuevo mundo, como ya sabéis, a Filadelfia.

Y yo pienso: ¿No podría San Babil teletransportarme a Filadelfia junto a su reliquia? Según divago sobre este admirable santo noto unos lagrimones gordos como canicas de las gordas que me ruedan por ambas mejillas y llegan a mi boca donde al encontrarse con mi lengua la llenan de un sabor metálico y ácido, y me pregunto: ¿Estaré llorando lágrimas de sangre? ¿Me estaré llenando de estigmas y convirtiéndome en santo? Y si es así: ¿Por qué Diosito no me lleva ya a su diestra a no más tardar y sobre todo antes de mañana, que es el día del cocido completo? Otros santos ascendieron con algo de enchufe familiar, como Santa Ana y San Joaquín, padres de Nuestra Señora, la Virgen María Santísima, y Santa Isabel, que era la madre de Santa Ana, la madre de la Virgen, y otros santos padecieron martirios mucho más duros que el mío con los monguers, pero sus martirios duraron menos rato, esa es la verdad.

En fin, mañana os cuento. Que durmáis bien y no tengáis pesadillas; en mi caso, no sé yo qué no soñaré.

Un abrazo y salud


Historias de camareros 106 "Dios mío, las cenas de empresa, otra vez"

Ring, ring.

—Restaurante, dígame —contesto.

—Mire, querría reservar una mesa para una cena de empresa a nombre a Aránzazu.

—Muy bien, ¿me dice el día y la cantidad de personas que son?

—El día D, y seremos entre 17 y 25 personas.

—¿No podría afinar un poco más en el número de comensales? —le digo mientras pienso que seguro que ha añadido alguno de más por si viene alguien a última hora.

—Pues no sé qué decirle —disimula ella.

—Es que, señora, si son 25 no caben en una misma mesa —insisto intentando forzar una confesión.

—No, no, en una mesa todos juntos tiene que ser. ¿Pues cómo no van a caber 25 en una mesa de 25? ¿Cómo es eso posible? —pregunta ella resistiéndose como gato panza arriba.

—Pues porque una mesa de 25 no cabe en este local, que no es muy grande, y no se lo creerá, pero las paredes no se pueden mover.

—Ahhh, claro, claro, pues entonces seremos entre 17 y 20, es que siempre pongo cinco más por si se anima alguien más —claudica al fin.

—Pues es mejor no hacerlo, señora, sobre todo en restaurantes pequeños. Una mesa de cinco sin ocupar para nosotros es un problema; si todo el mundo hiciera lo mismo, tendríamos los bares llenos de mesas a medio llenar, imagine el desastre económico —le contesto una vez lograda la confesión.

—Es verdad, tiene usted toda la razón; disculpe, no lo haré más. Una cosa, queremos el menú número uno.

—Estupendo, pues si me da un teléfono ya tiene su reserva.

—Muy bien.

La señora me da su teléfono y vuelvo al trabajo

Hago un inciso aquí para explicar que en nuestro restaurante hay dos menús para cenas de empresas, que se componen, ambos, de tres centros para picar, como primer plato, y de un segundo plato de carne o pescado a elegir. Los dos menús no tienen nada que ver el uno con el otro, y no coinciden en ningún plato, ni en el vino, ni en el postre; de hecho, uno vale diez euros más que el otro, y por algo es.

Ring, ring, vuelve Aránzazu al ataque.

—Dígame.

—Hemos hablado hace un momento.

—Sí, sí, Aránzazu, ¿verdad?

—Sí, eso, eso, mire, es que queríamos unos el menú número uno y otros el número dos.

—Pues entonces habrá que separar en dos mesas a los asistentes, eso, o los de un menú se tendrán que sentar todos juntos a un lado de la mesa, y en otro los del otro.

—¡No me diga! ¿Y no podremos elegir con quién nos sentamos? —pregunta, horrorizada.

—Pues no, si no tienen el mismo menú, no.

—Pues eso no, no, no puede ser, tiene que ser todos en la misma mesa, y la gente tiene que poder sentarse donde quiera, si no qué desastre, y eso, ¿cómo puede ser?

—Pues porque el vino es diferente y los centros son diferentes y los postres son diferentes, y cuando saquemos los centros de picar, si los comensales están mezclados, nadie podrá acceder fácilmente a los entrantes que haya pedido.

—Bueno, pues póngalos individuales.

—Eso no puede ser, señora, porque entonces, en vez de sacar doce fuentes de centro tendremos que sacar cincuenta y un platos sólo para los entrantes, y después con los postres: en vez de sacar cuatro fuentes de centro serán otra vez diecisiete platos de postre. Es decir, en vez de dieciséis platos, tendremos que mover sesenta y siete platos. O, lo que es lo mismo, en vez de hacer treinta y dos viajes para llevar y traer los platos haríamos ciento treinta y cuatro, y eso ya sin contar con los problemas que generaría esto en la cocina.

—¿Y qué problema hay?

—Pues que para llevar y traer cuatro veces más de platos, hacen falta cuatro veces más de camareros y de personas que los emplaten y los frieguen; si usted quiere pagar toda esa mano de obra innecesaria por ese capricho, nosotros encantados; es que, si no, vamos a perder mucho dinero con su cena de empresa.

—Ay, no, no, qué lío, déjelo, déjelo, anule la reserva, que tengo que consultarlo.

Con gran alivio taché la reserva, pero unos días después vi que alguien había vuelto a escribir en el libro de reservas:

—Día D. Aránzazu. 17-20 pax. Menú número 2.

Y yo me pregunto: ¿Qué espantosa desventura nos depararán el día D y Aránzazu con sus 17-20 comensales? ¿Sobreviviremos a este embate del destino? ¿Quedará el bar en pie al final de la noche o incluso a mitad de la cena? Hay que tener en cuenta que esta es sólo una de las mesas que vendrán el día D.

Pienso en encomendarme de nuevo a San Babil y a San Pascual Bailón, pero los pobres andarán azacanados atendiendo a todos los ruegos del humilde sector de la hostelería, y no podrán con todo. Pobrecicos santos. Así que he optado por decirles a mis compañeras lo que les digo cuando el desastre es inevitable: "Chicas, el día D, cuando por fin me desmaye, cosa que haré sin remedio, no me reaniméis, tapadme la cabecica con un paño de secar la vajilla y no llaméis a emergencias hasta que acabe el servicio. Ellas, cabizbajas, me dicen que sí, que sí, y que si se desmayan ellas antes, que haga yo lo mismo, pero entonces, ¿quién atenderá a Aránzazu?

En fin, qué macabra carrera esta de desmayarse antes que los compañeros para dejar de sufrir.

No han empezado las cenas de empresa y ya me tiemblan las piernas.

Que Dios nos proteja de toda esta sinrazón, si es que puede.

Un abrazo y salud.


Historias de camareros 107 "Los intolerables"

—Mire —dice la veinteañera—, es que soy intolerante a la lactosa, entonces la ensalada César me la traen sin salsa César, el bistec sin salsa de queso, ¿vale?

—Muy bien. ¿Y de postre?

—Un bombón helado de nata y chocolate.

—Perfecto, maarchando.


Historias de camareros 108 "La leche que le han dao"

—Buenas, señores. ¿Tomarán café?

—Sí, yo un café solo —dice él.

—Yo —dice ella—, ¿tienen leche de soja?

—Pues no, lo siento —le contesto, y como no les he atendido yo hasta este momento, y no sé lo que han comido, pienso: pobrecica moza, lo mismo es vegana y le apetece un café con leche de procedencia vegetal.

—Vaya —sigue ella—, ¿y leche sin lactosa?

—Pues tampoco, hemos dejado de traerla porque al final la teníamos que tirar —vuelvo a intervenir mientras pienso: “Anda, a ver si va a ser intolerante a la lactosa, la pobre, y le apetece un café con leche”.

—Bueno —concluye—, entonces un café con leche.

—Muy bien —contesto, y mientras voy a preparar uno solo y uno con leche, me pregunto: ¿Cómo es esto posible? ¿Es una vegana de convicciones débiles, o una intolerante a la lactosa pero poco intolerante a la lactosa? ¿Esto en qué coño consiste? Como me pica la curiosidad, al llevar los cafés, se lo pregunto:

—Mire, me muero de curiosidad, si no es indiscreción, y no le importa contármelo. ¿Me podría decir qué es lo que le pasa exactamente con la leche?

—Jajaja. Me lo acaban preguntando en muchos sitios, no me pasa nada, es que a veces la leche entera me sienta mal.

—Bueno, menos mal, es que me tenía usted preocupado. Si le sirve de algo esta leche es semidesnatada.

—Uy, pues entonces estupendo.

—Genial —le contesto mientras huyo hacia otra mesa donde me esperan para pedirme los cafés, y mientras tanto, me pregunto: si le sienta mal la leche, ¿por qué no se toma sólo la mitad del café con leche o un cortado que tiene menos leche, o incluso uno solo, o un solo largo con mucho azúcar? Si le sienta tan mal la leche como para ir mareando así al personal, si es tan importante para ella, ¿por qué no lleva alguno de esos envases de leche de soja en el bolso? Y finalmente: ¿Por qué coño no se toma un té de cualquiera de los colores que hay?

Pues porque entonces, me respondo, no podría llamar la atención de los demás ni tampoco tener un camarero un rato para ella sola pa marearlo.

Queridos amiguitos, ha llegado el invierno y hemos cambiado de tercio. Pronto llegará la primavera y comenzará la época del hielo, que si póngame hielo, que si quítemelo, que si sólo un hielo, que si sólo un hielo pero que no sea muy gordo...

Pa todo tenemos. El cielo está tan lleno de camareros, a Diosito ya no le caben más y por eso no me llama a su diestra. A ver si pronto alguno de ellos cambia de profesión por ahí arriba y queda una vacante, que, si no, esto va a durar para siempre.

Un abrazo y salud.