sábado, 19 de diciembre de 2020

El Matiz

El matiz es lo importante, por eso hay que estar atento a él, no perderlo de vista, y no confundirlo jamás con el detalle. 

viernes, 18 de diciembre de 2020

Por otra parte

Por otra parte, cuando uno está sólo, absolutamente sólo, cuando sabe que nadie conoce nada de sus pensamientos más profundos ni de sus asuntos más superficiales, uno encuentra este estado soledad y de abandono un placer que le conecta con el que sintió de niño, cuando deambulaba escondiéndose por la casa abriendo los armarios y los cajones de los mayores.

jueves, 17 de diciembre de 2020

Secretos

 Todas esas cosas pequeñas, insignificantes, cotidianas, que me ocurren y que me gustaría contarle a alguien, como que he visto una casa para pájaros colgando de un balcón, y he imaginado al niño que la colocó allí saliendo cada mañana ilusionado, esperando que anide en ella una familia de gorriones, que he escuchado hace poco un blues que estaba lleno de vanidad y no de tristeza, que no tengo casa pero que mi casa son los libros, que no sabemos nada porque no conocemos la muerte, que aquella notificación de hacienda al final no era nada, que vuelvo a tener en el pie derecho otra vez una metatarsalgia, y al fin que todo esto mío nadie no lo ve, nadie lo oye.

Todas estas cosas pequeñas, insignificante, cotidianas, al no poder ser dichas se van convirtiendo en secretos, en secretos obligados a serlo, y al ir acumulándose en el interior de uno, hacen que uno tenga una vida llena de secretos pequeños, una vida pequeña, secreta, pequeña.


miércoles, 16 de diciembre de 2020

Acabar

 Hace falta mucha más energía para acabar algo ya empezado que para empezar algo nuevo. 

Al principio de un proyecto hay muchos obstáculos, pero también hay muchos caminos abiertos para poder sortearlos lo más cómodamente posible. 

Sin embargo un final es un obstáculo en si mismo. Sólo se puede terminar con algo solventando de una única manera ese obstáculo inevitable.

Por eso me parece a a mí qué todo en el mundo está a medio hacer, lo noto

Que cabéis muchas veces muchas cosas , que se os cumpla amén

sábado, 12 de diciembre de 2020

Repetición

 Hay que ver que odiosa es la repetición, sobre todo cuando lo que se repite no tiene ni pies ni cabeza, cuando es una frase sin sentido a la que sólo hay que llevar un momento al pensamiento para descubrir en ella su falsedad y para poder dejar de repetirla.

Así hace milenios se escucha que " Todos los caminos llevan a Roma" lo que no sólo nunca ha sido cierto, ni literal ni metafóricamente, siempre ha habido otros imperios y otras iglesias, sino que además choca con la realidad más aplastante, con lo importante que es saber en esta vida que nada nos lleva nunca a ningún lado.

Ya sé que es una forma de hablar, pero la repetición harta al que la escucha y es odiosa por esto, y sobre todo porque repetir nos impide hacer el esfuerzo de pensar.


martes, 8 de diciembre de 2020

Un paseo de veinte minutos

 Salgo a la calle, a pasear veinte minutos, con mis auriculares sin cables puestos, como hago muchas otras mañanas. 

Hoy hace un cierzo racheado incómodo y fuerte que cuando te da en la espalda te pega el abrigo a la espalda. Nada más salir se me ocurre hacer un experimento mental e imaginar todo lo que veo como si estuviera pintado en un cuadro, como si yo avanzara por el interior de una sucesión de cuadros de diferentes artistas. Al momento los objetos se transforman en manchas y capas de colores y las calles se me aparecen trazadas por Pisarro  y al llegar a una gran avenida donde los coches cogen grandes velocidades me los imagino dibujados por Marinetti.

Llego al parque, y al estar este más desprotegido del viento los auriculares pierden en algún instante la conexión, e imagino que esas notas que no he oído se las ha llevado el viento junto con la señal del bluetooth, este pensamiento me lleva a mirar al suelo, al lugar donde creo que habrían ido a caer, aproximadamente, las notas que me han faltado y este gesto a su vez dirige mi mirada a la sombra que proyecta el tronco de un un pequeño y fino árbol sobre el suelo, pienso en la luz que después de recorrer millones de kilómetros desde el Sol se ha quedado atascada en la corteza de este humilde árbol y me pregunto si las sombras son el molde de la luz, o si será la luz el molde de todas las sombras, o si serán ciertas ambas cosas o ninguna.

Sigo caminando para volver a casa y justo en el callejón que atravieso antes de llegar a mi portal veo una pintada en la que se lee "Un beso en la conciencia", fotografío la pintada y vuelvo a jugar con esta idea ¿Será el mundo el que besa mi conciencia o es mi conciencia la que saliendo al mundo lo besa?, todavía estoy sumido en todas estas ensoñaciones con las que me aíslo y me protejo en los exteriores cuando giro la llave de la puerta de mi casa. Mientras me quito el abrigo me digo a mi mismo que sé  muy bien que en realidad no he salido a la calle, que he hecho todo este recorrido desde el interior de mi propia mente.

domingo, 6 de diciembre de 2020

Huidas

 Salgo a la calle, veo a una señora mayor que sale de su portal y se santigua y me pregunto, ¿Es esa su huida de la realidad, cuál es la mía?

Ella se escuda bajo creencias milenarias, yo sin embargo creo las mías y huyo con mi pluma muy al fondo, hacia el blanco más profundo de una hoja de papel.

Entre libros y hojas sueltas me refugio, me desahogo, me protejo, me veo a mismo y me reconozco, es aquí donde me abrazo, donde me recupero, donde vivo.

Cuando vuelvo de la calle veo regresar a la misma señora, que antes de entrar a su portal de nuevo se santigua, me digo que todo el mundo necesita su salida, y escoge entre ellas la que buenamente puede,  me digo que espero que a ella le funcione su huida al menos tan bien como a mí la mía.

sábado, 5 de diciembre de 2020

Tiempo y espacio

 Existen multitud de presentes transcurriendo cada uno de ellos, en cada uno de nosotros, con diferente velocidad e intensidad. Lo que da la medida de tiempo de esta intensidad y de esta velocidad no es el reloj, es la diferente emoción que cada cual siente en su propio presente. 

Así que se podría decir que compartimos el entorno, el instante, pero no el tiempo, porque la unidad de tiempo de lo que nos ocurre a diario no es el segundo, el minuto o la hora, es la emoción y cada uno, en cada momento vive sólo la suya.

Por otra parte el lugar donde uno puede existir plenamente es donde es escuchado y comprendido, donde no está sólo. Sin esta escucha no hay comprensión, ni afecto, ni amor, sólo hay soledad, no hay nada. 

Lo primero y más importante es la escucha, porque en la escucha se comparte la emoción, y compartir la emoción es compartir el tiempo, y por tanto también el lugar, el espacio.

viernes, 4 de diciembre de 2020

Las ideas , pequeño manual de cuidado y crianza

Las ideas son seres delicados y poco conocidos, a pesar de que habitan entre nosotros y nacen en nuestro interior. De hecho, la mayoría de ellas mueren porque al salir de nuestros cuerpos al vacío, al aire, no se les prestan los cuidados necesarios, desintegrándose en el olvido.

Para poder atender estos alumbramientos la persona interesada debe tener el instrumental adecuado. Una pluma y un folio requieren una mesa, así que es este un material poco útil si el nacimiento se produce mientras paseamos, un lápiz necesita sacapuntas y a veces goma, y aunque puede servir en algunos casos, su punta nos aguijonea la piel del muslo a través del bolsillo del pantalón, por eso son el bolígrafo y la libreta los artículos de los que un recolector de ideas no debe carecer nunca.

Es bien conocida por todos los escritores, músicos y creadores en general, la especial circunstancia consistente en que, cuando la idea brota de la cabeza, nunca se tiene nada con que recogerla, esto no es casual, la idea sabe bien si hay útiles de escritura cerca o lejos y calcula la distancia entre ella, y pongamos el bolígrafo, antes de nacer, puesto que para la idea, esos instantes que para nosotros son sólo unos segundos, constituyen la primera y muy necesaria época de su vida. En ese tiempo, que es más denso largo y profundo para ellas que para nosotros, ellas vuelan en el aire, se impregnan de mundo y maduran lo suficiente como para no morir si son llevadas al lenguaje escrito demasiado pronto, lo que es muy traumático para ellas. Así que el bolígrafo debe estar lo suficientemente lejos del pensador como para no asustar a la idea que nace, y lo suficientemente cerca como para poder recibirla en su punto exacto de madurez.

Una vez hecho esto la idea irá germinando el papel todo, y para que esto ocurra hay que dejarla reposar de su esfuerzo natal, de su vuelo, y de su crecimiento. Sólo más tarde, si ella quiere, se podrá jugar con ella y hacerla crecer, dejando siempre que sea ella quien decida cuando ha acabado de realizarse. 

Lo que ocurre después es de todos conocido, la idea se expande, y a través del medio artístico que haya elegido se propaga en las mentes de todo el mundo, pues una vez en la memoria de la gente se transmite, aunque a veces transformada, de unos a otros y de generación en generación, en esta nueva etapa de su existencia. 

Esta, queridos lectores, es la etapa en la que se halla esta idea sobre la que escribo ahora,  y que he recogido al vuelo esta mañana cuando paseaba. 

Mientras nuestras conciencias existan, unidas por ella, y por otras como ella, ella existirá también, dentro de nuestro cerebro común, en nuestras cabezas.

Y este ha sido, estimados amigos, el pequeño manual de cuidado y crianza de las ideas. Deseando que os haya servido se despide este buscador aficionado de pequeñas y medianas ideas.

Un abrazo y salud,


jueves, 3 de diciembre de 2020

Memoria, evocación, olvido.

 He vivido cada uno de mis casi cincuenta años en la misma capital de provincias, y dentro de ella siempre en la misa pequeña zona de no más de dos kilómetros cuadrados, donde además he tenido mis trabajos.

Por eso cuando salgo a la calle me la encuentro llena de recuerdos, en cada banco de cada parque, en cada fachada de cada edificio, en cada recorrido de cada línea de autobús, en cada bar, en cada portal y en cada esquina, encuentro las calles plagadas de recuerdos que vienen a mi mente sin quererlo yo y que me hieren, unos por representar malos momentos, y otros por traerme a la memoria buenos instantes ya perdidos. Quizá me pasa esto porque soy una persona demasiado sensible, pero eso a fin de cuentas no puede cambiarse y no importa, porque quiera o no cada salida de casa se convierte en un involuntario, inevitable y poco deseable viaje al pasado, en una tortura constante, en un marasmo de tristeza del que sólo consigo salir cuando llego a casa, leyendo.

He ensayado, por consejo de varias psicólogas, algunas estrategias para disminuir, no los recuerdos y sus avenidas, la memoria no se puede borrar, sino su impacto sobre mi maltrecha mente.

Así he practicado la relajación, el mindfulness, la meditación, e incluso una de estas psicólogas me sugirió que llevara algo nuevo cerca de cuerpo que pudiera tocar cuando estos pensamientos me abrumaran, así que  elegí y compré un anillo, y me dijo que cuando tocara este nuevo objeto, el anillo, repitiera una letanía, algo así como "Estoy tocando este anillo nuevo, cuando me ocurrió esto que estoy recordando no lo tenía, ahora estoy en el presente, aquello pasó, ahora tengo experiencia y recursos para gestionar estas emociones". Aunque ella lo llamó "anclaje" yo pensé  "Vaya, una psicóloga me recomienda que use un amuleto y una oración". Debo reconocer que esta fue la única estrategia que me ayudó algo, como ha ayudado la magia a tantos tantos siglos.

Al acabar una de mis semanas laborales, legaron mis dos días de fiesta, lunes y martes, y ante la perspectiva de pasarlos vagando por mis recuerdos callejeros, metí cuatro cosas en una bolsa, me dirigí a la estación y cogí un tren, uno que me llevara al mar.

Al llegar a mi destino bajé la rambla que separa las vías del paseo marítimo y me senté en un banco a contemplar el mar. Este es mi único consuelo, poder mirar y no ver edificios, ni calles ni esquinas con bares, ni bancos en parques, ni autobuses girando para encarar sus eternos recorridos.

Desde entonces aquí estoy junto a él en un banco, ya no puedo moverme ni volver, ya tengo dentro  recuerdos del mismo mar, y en ellos, que no tienen vestigios de mi vida pasada, voy a gastar los días que me quedan.

Así que si me veis aquí, inmóvil, con mi abrigo viejo, con mi barba de meses, con mi pelo largo y la piel abrasada por el Sol, no me saquéis de mi ensoñación, pensad que estoy viviendo ya dentro de mi propio libro, de mis propios recuerdos, llenos de mar.