La gente molesta porque no es consciente de la existencia de los demás. Así, la persona consciente, que es la que no molesta, ni siquiera existe para los otros, que son los que le molestan.
Los movimientos de la persona sensible son cuidadosos e internos. Lo que no se mueve no se ve y lo que no se ve no se oye.
Sin embargo la gente molesta vive para ser oída y vista, y para eso se mueven, gritan, patalean, llenan el espacio de humo o de persistentes olores, unas veces por exceso de perfume y otras por falta de jabón.
La única manera de que estas personas se den cuanta de que hay más gente es molestarlas a ellas, intentando, casi siempre infructuosamente, explicar la situación a los molestos, lo que suele provocar un conflicto todavía más molesto que la molestia anterior. Recordemos que no se puede explicar a alguien que no escucha, que no escucha, porque no escucha.
Ante todo esto no hay solución posible, puesto que la gente molesta tiene unas carencias de sensibilidad y empatía tan arraigadas que es imposible conseguir que vean que hay más gente en el mundo. Sólo se puede intentar evitarlas, con unos buenos auriculares, o quedándonos en casa.