viernes, 27 de julio de 2018

Genios

¿En qué gastaron su inteligencia los genios? En aquello que necesitaban para sobrevivir: en lograr el reconocimiento vital que sus progenitores no les dieron. En  alcanzar un éxito que les dierra la fama, a veces póstuma, que es sólo un mal sucedáneo del afecto, pero nunca, a pesar de su genialidad, consiguieron el insustituible amor primero.

¿Qué hubiera sido de ellos si hubieran sido debidamente atendidos por sus padres? Seguramente habrían sido mucho más felices y hoy serían desconocidos. Quizá se evaporarían de nuestros museos algunas obras de arte,  pero su talento, estoy seguro, tampoco habría caído en saco roto.

No quiero con esto justificar la infelicidad, aquella que lleva a la creación y al descubrimiento, sino criticar el sentido profundo de la fama que la humanidad arrastra desde su inicio como una lacra.

Si no se persiguiera la fama, que en realidad es algo abstracto y sin contenido, y se persiguiera el bien común, esos niños podrían haber sido felices con los cuidados parentales y podrían haber dedicado sus tremendas inteligencias a objetivos más útiles, a aquello que realmente les hubiera demandado la sociedad y no sus maltrechas mentes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario