miércoles, 13 de abril de 2016

Noche

   


       La noche se ha quedado quieta, no se mueve ni el aire ni llueve.

      Tengo dentro de mi una atmósfera febril y mortecina.

       Por fin me quedo solo y disfruto de una compañía lejana a través de los hilos del teléfono en vez de hacerlo a través de los poros de mi piel.

       El mundo está dentro de una pantalla, más lejos de mí interior que nunca, más lejos del interior de todos nosotros que nunca.

martes, 12 de abril de 2016

La Diana

                                       

  En el bar hay dos televisiones, a veces en cada una de ellas hay sintonizado un canal diferente.

   Es importante saber donde vamos dejando, unas sobre otras, amontonadas de cualquier forma, nuestras miradas.

  Se quedan ahí para siempre, aunque creamos que nos las llevamos con nosotros, dentro de nuestros ojos cuando nos vamos.

  En el bar de hoy, como digo. hay dos televisores para que poses en ellos tu mirada.

  Estamos habituados a mirar siempre las mismas cosas, así también se empobrece el mundo.

  En el bar hay, ya lo sabes, dos televisores, también hay una máquina tragaperras con sus hipnóticas luces y para completar la inconsciente manipulación, una diana.

lunes, 11 de abril de 2016

la reprimenda

                                                         

   No solía ir a campamentos, era por la vergüenza , la posibilidad de sufrir algún nuevo ataque por parte de los compañeros y mi carácter en la escuela, a la fuerza introvertido.

  No sé porqué decidí ir a aquel, organizado por el propio colegio, que tenía una casa, a tales efectos en el Pirineo.

  Al principio todo fue bien. Parecía que en mitad de las montañas, tan hermosas,  todo el mundo estaba dispuesto a dar lo mejor de si mismo, a dejar las rencillas personales a un lado y a disfrutar de aquella situación especial.

 Todo marchaba sobre ruedas, quizá porque al estar al aire libre, siempre había algún profesor vigilando, aunque en aquel momento a nosotros nos pasaran desapercibidos.

  Había varios miserables en la clase y yo lo sabía pero de momento ninguno se había acercado a mi.

  Los baños, como ocurre tantas veces en estos campamentos estaban en otro edificio aparte.

Al final tuve que ir , por motivos obvios. Creo que ese fue el único momento en que estuve solo en los cuatro días que duró aquello y parece que uno de estos pequeños matoncillos estaba al acecho porque aprovechó la ocasión.

 Salí de la cabina y me encontré cara a cara con C. un niño de trece años que llevaba toda su vida siendo capaz de odiar como un adulto. Tenía una ira contenida que podía venir de muy pocos lugares.

 Se pegó a mi cuerpo, amenazante, y comenzó a insultarme:

- Eres asqueroso, imbécil, hueles a mierda, tienes bigote, te huele al aliento, tienes los dientes podridos, nadie te quiere y nadie quiere estar contigo.

  No tenía ningún motivo para decirme todo aquello  y además yo sabía que nada de aquello era cierto.

  Me pilló desprevenido, me parecía estar en un suceso que estaba ocurriendo fuera del tiempo. No sé cuanto estuvo allí, él hablando, escupiendo su veneno, pero no se atrevió a tocarme, entonces los dos habríamos tenido problemas.

  Sólo sé que salí de allí aturdido,como si aquello no hubiera ocurrido, mi mente se cerró para sobrevivir, como quien se oculta a si mismo un accidente, no siendo capaz de recordarlo.

  He pensado en esto muchas veces, sé que no creí ni una sola palabra .

  Se que me entristeció porque la crueldad entristece, sobre todo cuando es gratuíta y se también que no me hizo dudar de mi mismo, ni de lo que yo era.

  A veces pienso que era él el que estuvo hablando consigo mismo, que era él el que necesitaba a alguien que le hiciera de espejo para poder oír lo que él mismo pensaba de si mismo y que de otra manera no se había atrevido a decir.

  Supongo que será siendo un pobre hombre.

  Yo siempre tuve claro, desde muy niño que el miserable y el "no querido" no era yo.

domingo, 10 de abril de 2016

Enamoramiento

                                     

    Mi búsqueda constante de amor, mis carencias, me llevaron durante años, desde mi más tierna infancia, a andar casi siempre enamorado de alguna chica.

  Algunos enamoramientos eran fugaces, otros permanentes, platónicos, desesperanzados, tuve para todo.

   Sobre casi cualquier chica podía yo proyectar mis miradas y mis sentimientos.

   Algunas, como le pasa a todo el mundo, fueron más especiales que otras pero guardo un rato recuerdo de todos y de cada uno de mis enamoramientos.

  Me enamoré, por ejemplo de X en un bosque, una mañana fresca de verano. La luz se colaba entre los árboles e iluminaba su cara y su cuerpo como si de una aparición mágica se tratara.

  Siempre fue inalcanzable, era algo mayor que yo en una época en que unos pocos meses marcan la diferencia.

   Cada año en verano era mi amor más o menos secreto, había otras durante el año, e incluso durante los mismos veranos, pero ella siempre estuvo en mis ensoñaciones adolescentes, de las que tantas veces tengo añoranza.

   Ella aparece en algunas de mis canciones.

viernes, 8 de abril de 2016

Te dije tantas cosas

   
 
     Te dije tantas cosas

    Que aquel momento era nuestro

    Que no corrieras tanto, que ya llegaríamos.

    Tú no me oías.

   Hoy en un amanecer de invierno frío y sin gato hay cien kilómetros de distancia.

   Me levanto aún en el vaho y mientras tú sigues en la cama, yo, aquí fuera, tan solo como siempre pienso que he perdido mi camino, que ya nada importa.

    Te dije tantas cosas.

Espacio

                                           
           
    Un espacio acotado por la lluvia, techos altos, luz mortecina.

  Cada cual se centra en su pantalla:  periódico, libro, cuaderno, tablet, ordenador, televisión o incluso en  la propia pantalla de la mente , la de las ensoñaciones y la imaginación.

  Un espacio interior, abierto, infinito, dentro de uno mismo donde poder escapar y resistir.
                       

jueves, 7 de abril de 2016

Sapos.



 Cuando me dijeron que bajara lo tenían todo preparado. En el lavadero de la casa del pueblo había varios envases de insecticida a presión, mecheros y sobre todo mucho espacio y un suelo de cemento.
Los sapos los habían cazado la noche anterior y estaban en una caja de zapatos donde apenas cabían los dos.

  Yo no tenía ni idea de aquel asunto y como era el pequeño de los tres me quedé atrás observando.
Sacaron un sapo de la caja y lo dejaron en el suelo. El pobre animal caminaba lo más deprisa que su cuerpo le permitía hacia la puerta del patio que estaba abierta.

  Cuando comenzó a coger velocidad y para que no escapara a su innoble destino, ni se escondiese debajo de algún mueble de donde luego fuera difícil sacarlo, ellos armados de insecticida y mecheros encendieron estos y aplicaron a la llama, desde una distancia prudencial, una ráfaga de insecticida que al entrar en contacto con la el fuego, se convirtió en un gran llamarada que dirigieron al lomo del pobre animal.

  Saboreaban su hazaña cuando el sapo tras correr lleno de dolor, se quedó por fin quieto.

  Ellos ya sabían que el bicho se hacía el muerto en un último e inútil esfuerzo por escapar y se reían con una crueldad que helaba el alma, uno de los dos dijo "pero si ya está cocido por dentro" y volvieron a reír.

  Tras un rato de seguirle la corriente a su víctima, arreciaron con el fuego y el sapo volvió a correr de nuevo, lo que produjo en aquellos salvajes nuevas risotadas.

  Me preguntaron si quería participar en aquello ofreciéndome insecticida y mechero, como quien ofrece un trozo de un gran pastel.

  Dije que no, naturalmente, yo también estaba sufriendo con la visión y el olor de semejante atrocidad y aquellos escrúpulos míos también les parecieron divertidos.

  El animal tras varios minutos de nueva tortura cayó muerto. Por fin dejó de sufrir.

  Sacaron entonces el otro sapo y cuando comenzó la segunda tanda de barbarie, sin que se dieran cuenta, salí de allí  corriendo y tras dejar atrás la puerta del lavadero y de la casa, seguí corriendo hasta que encontré un rincón solitario para poder echarme a llorar.