lunes, 11 de abril de 2016

la reprimenda

                                                         

   No solía ir a campamentos, era por la vergüenza , la posibilidad de sufrir algún nuevo ataque por parte de los compañeros y mi carácter en la escuela, a la fuerza introvertido.

  No sé porqué decidí ir a aquel, organizado por el propio colegio, que tenía una casa, a tales efectos en el Pirineo.

  Al principio todo fue bien. Parecía que en mitad de las montañas, tan hermosas,  todo el mundo estaba dispuesto a dar lo mejor de si mismo, a dejar las rencillas personales a un lado y a disfrutar de aquella situación especial.

 Todo marchaba sobre ruedas, quizá porque al estar al aire libre, siempre había algún profesor vigilando, aunque en aquel momento a nosotros nos pasaran desapercibidos.

  Había varios miserables en la clase y yo lo sabía pero de momento ninguno se había acercado a mi.

  Los baños, como ocurre tantas veces en estos campamentos estaban en otro edificio aparte.

Al final tuve que ir , por motivos obvios. Creo que ese fue el único momento en que estuve solo en los cuatro días que duró aquello y parece que uno de estos pequeños matoncillos estaba al acecho porque aprovechó la ocasión.

 Salí de la cabina y me encontré cara a cara con C. un niño de trece años que llevaba toda su vida siendo capaz de odiar como un adulto. Tenía una ira contenida que podía venir de muy pocos lugares.

 Se pegó a mi cuerpo, amenazante, y comenzó a insultarme:

- Eres asqueroso, imbécil, hueles a mierda, tienes bigote, te huele al aliento, tienes los dientes podridos, nadie te quiere y nadie quiere estar contigo.

  No tenía ningún motivo para decirme todo aquello  y además yo sabía que nada de aquello era cierto.

  Me pilló desprevenido, me parecía estar en un suceso que estaba ocurriendo fuera del tiempo. No sé cuanto estuvo allí, él hablando, escupiendo su veneno, pero no se atrevió a tocarme, entonces los dos habríamos tenido problemas.

  Sólo sé que salí de allí aturdido,como si aquello no hubiera ocurrido, mi mente se cerró para sobrevivir, como quien se oculta a si mismo un accidente, no siendo capaz de recordarlo.

  He pensado en esto muchas veces, sé que no creí ni una sola palabra .

  Se que me entristeció porque la crueldad entristece, sobre todo cuando es gratuíta y se también que no me hizo dudar de mi mismo, ni de lo que yo era.

  A veces pienso que era él el que estuvo hablando consigo mismo, que era él el que necesitaba a alguien que le hiciera de espejo para poder oír lo que él mismo pensaba de si mismo y que de otra manera no se había atrevido a decir.

  Supongo que será siendo un pobre hombre.

  Yo siempre tuve claro, desde muy niño que el miserable y el "no querido" no era yo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario