La señora Justa era conocida en el barrio por haber agredido justamente a un vigilante de seguridad de una conocida cadena de supermercados.
Estaba ella pesando unos polvorones en la báscula y el pobre segurata se le acercó y le dijo que soltara la bolsa porque estaba claro que estaba haciendo trampas con el pesaje.
El hostión el guarda no lo vio venir porque nadie está preparado para algo así, una señora mayor que le sacudía con la mano abierta un tremendo bofetón, para después decirle señalándole con el dedo “Ladrona le llamas tú a tu madre, imbécil” para después, con toda tranquilidad adherir la pegatina que salía de la báscula a la bolsa de los polvorones y dirigirse a la caja sin la menor inquietud por lo sucedido.
El pobre vigilante tuvo que pedir el traslado a otro establecimiento, y así, con este gesto de humildad lográ conservar el empleo.
Doña Justa inició con este único golpe su leyenda en el barrio, y puede decirse que la fue llevando con ella allí por donde fue pasando durante el resto de su existencia.
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