Allí está el chaval con su pantalón de bata de cola. Cogiendo impulso como un atleta, y usando como trampolín una silla, da un salto y empieza a volar por el café de altos techos, paasndo la cola de su pantalón de bata de cola, por encima de las cabezas de los comensales, dejando a todo el personal peinado y engominado.
El pelo de la clientela empieza a endurecerse y a combarse hacia los cráneos, y esta, al percibir los pinchazos en el cuero cabelludo, apura los salmones y los garbanzos, en los que empiezan a caer pequeñas gotitas de sangre, desde las inclinadas cabezas.
El crío entonces, desenrrolla y extiende por completo su bata de cola, de su pantalón de bata de cola, y saca de ella tela para cada una de todas las necesarias mortajas.
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