lunes, 6 de agosto de 2018

Equilibrio

Sólo se puede mantener el equilibrio durante un tiempo finito. Como hace el fibroso funambulista de bigote engomado, que enfundado en su blanca camiseta de tirantes, en sus blancas mallas ajustadas al cuerpo, aseguradas por unas tiras elásticas bajo las plantas de sus pies, y sostenido por unas bailarinas también blancas, flexibles, con sus suelas embadurnadas de resina, balancea su pértiga infinita sobre la sirga trenzada entre dos rascacielos.

Una antigua lesión en las lumbares, un inesperado tirón en el gemelo izquierdo, un pájaro que se cruza en el punto de fuga en el que el equilibrista sustenta todo su artificio, una rugosidad excesiva en el cable que se extiende tenso como el nervio ciático entre los riñones y los huesos del tobillo, puede provocar  la caída del cuerpo, entre dos espejos que se abaten el uno sobre el otro, cerrándose como las fauces de una planta carnívora, dejando al acróbata atrapado en la repetición de miles de oscuridades, multiplicadas unas en otras, en un abismo invisible y eterno

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