Era yo un adolescente cuando una tarde me subió mucho la fiebre, comencé a sudar, me encontraba al borde del desmayo, era verano.
La chica que estaba allí ayudándonos , pues en la casa de mi tía nos juntábamos a veces hasta veinticuatro personas y muchos niños, tras darme un vaso de agua y una aspirina. me llevó a mi cuarto para que me tumbase y me tapó con una colcha. No había más adultos en la casa.
De repente me dijo muy suavemente:
- ¿Quieres que te ponga el pijama?
- Sí, contesté, yo solo no podía.
Lo hizo con un cuidado casi maternal, sacó de mi cuerpo la ropa totalmente empapada y me puso mi seco y reconfortante pijama.
Me sentí cuidado y respetado en aquel mi cuerpo adolescente que tanto había sufrido en otras ocasiones.
- Muchas gracias le dije, ella salió de la habitación suavemente, sin hacer ningún ruido y yo caí rendido,
Me recuperé pronto y el verano pasó rápido. Por supuesto nunca volvía a verla.
Pasamos por las vidas de los demás como sin darnos cuenta y sólo algunos detalles se nos quedan dentro, como si tuviéramos en la cabeza una despensa, una bodega, de la que abastecernos y poder rumiar la vida propia y ajena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario