Nada ni nadie puede suplir el arrullo de una madre, ro, ro
,ro.. ta,ta,ta,ta,. La vibración de su pecho al respirar y al cantar mientras
nos sostiene muy pegados a su cuerpo. Su calor, el olor a café de su aliento
que nos llega de tan cerca.
Creo que
nunca nadie tuvo suficiente dosis de esto
Esta es
la búsqueda, la única búsqueda. Nunca se encuentra porque nadie quiere ni puede volver al pasado
y mucho menos si tiene que llevarse consigo a su propia madre.
He
buscado ese arrullo en los libros, en las farmacias, en las canciones, en los
gatos, en los cafés y en el sexo.
Dicen que
el momento de intimidad más cercano a ese arrullo en la vida adulta es el sexo
pero el sexo es algo que sin duda se nos escapa mientras nos ocurre y sin
embargo el arrullo en el joven cerebro del bebé dura un instante mágico que es
eterno
Pensé también
que me encontraría con este arrullo al otro lado de la vida, cuando fuera
mayor, cuando fuera padre pero en esto tampoco hubo suerte.
Por eso a veces voy a la orilla del río, donde supongo que Anabel se despidió de aquellos niños que llegaron antes de tiempo pero allí entre los árboles junto al agua que se desliza tampoco encuentro el arrullo, tan solo encuentro de nuevo el recuerdo de mi propio sollozo.
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