La ducha de después, de después del trabajo. Limpio el cuerpo y la mente. No oler a comida, a sudor a trabajo. Notar como los problemas se van diluyendo en agua caliente y son arrastrados por el desagüe.
Fijo mi atención en la respiración. Medito en la ducha como sin duda se medita en el seno materno donde todo es atención plena. Allí no hay memoria que forme el pasado y por tanto el joven cerebro no puede todavía planificar el futuro ni proyectarse en él. Ni siquiera tiene ego.
Así únicamente antes de nacer existe el presente y esa etapa dura solo nueve meses.
En la ducha, ese estado dura unos pocos minutos y allí me conecto con mi ser primero y renazco a diario para poder reencontrarme libre de nuevo con el mundo.
Y relajante, muy relajante.
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