No ser atendido, en un sentido amplio pero también profundo, puede muy bien ser, en determinadaas ocasiones, y para determinadas personas, una humillación.
Y así vivimos, humillando, desatendiendo, muchas veces sin darnos cuenta a los demás,, y humillados también por la misma razón por otros.
Esto tiene que cambiar porque genera un malestar, una ira, una violencia y un daño de fondo constante que lo impregna todo y que podría disminuir drásticamente, simple y llanamente prestando un poco más de atención a los demás, simplemente prestándola, ni siquiera hay que entregarla, ni donarla, ni perderla, basta con prestarla, el tiempo que uno considere oportuno, con un poco de esfuerzo, eso sí, con amabilidad, que es esa cualidad que nos hace además, ser susceptible de ser amados.
También esta amabilidad puede servirnos para no tener en cuenta esa desatención que se nos impone sin maldad, por mera indisponibilidad, por falta de fuerzas o de tiempo, antes de coger la sartén real o metafórica para salir a sacudir a alguien, que es algo también que tiene su funcion y su utilidad cuando la amabilidad del otro brilla por su ausencia, pero siempre, siempre, y esto creo que es importante, creo yo, la mejor defensa no es un buen ataque, ni siquiera un buen sartenazo, sino una buena huída.
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