Hace apenas unas semanas, ya a mis cuarenta y siete años, he descubierto, bueno, en realidad me lo ha descubierto mi psicóloga, que soy disléxico. Parece ser que esta cualidad, que no afecta a la inteligencia general, y que debía ser leve de pequeño, se acentuó tras el edema cerebral que sufrí a los ocho años. Mi hemisferio izquierdo quedó afectado, incluso tuve una semi parálisis de toda la parte derecha de mi cuerpo, y aunque me recuperé, aquí, con esta enfermedad, comenzaron mis problemas de aprendizaje.
Mi habilidad para leer y escribir, por la que se reconoce muchas veces la dislexia, no estaba afectada, excepto en la caligrafía, porque ya había aprendido a leer y escribir perfectamente antes de esa edad, de hecho siempre había ido hasta este momento muy bien en todas las materias, pero si afectó, como digo, a mi capacidad para manejar los números, así que padecí y padezco discalculia, que es, para entendernos, la dislexia de los números, también padecí y padezco disgrafia, que es un trastorno del aprendizaje que afecta entre otras cosas a la ortografía y a la caligrafía. Además siempre me costó concentrarme durante mucho tiempo en una tarea concreta, cosa que solucioné haciendo muchas cosas sucesivamente, alternándolas, como alternaba diferentes lecturas para no cansarme de leer , y estudiando en periodos de no más de cuarenta y cinco minutos con descansos de quince entre uno y otro.
Por suerte a esta edad de ocho años, el cerebro es super plástico y las funciones que por alguna causa no pueden ser asumidas por un hemisferio, son asumidas por el otro, por lo que estas dificultades quedaron escondidas, y en parte compensadas, por el propio cerebro que se reorganizó para seguir.
Como enseguida, quizá para equilibrar todo este problema, tuve intereses fuera de las aulas y cantaba y tocaba la guitarra y componía mis canciones, para lo que es necesario tener algo de inteligencia, mis profesores pensaron que no es que fuera tonto, sino que era vago, lo que no era verdad, yo me esforzaba mucho más que cualquiera para obtener los mismos resultados, así que tuve que oír muchas veces eso para mí tan injusto de "este cuando quiere puede" y la realidad es que quería y podía, pero haciendo un esfuerzo supremo.
Saber esto a estas alturas tiene un sabor agridulce, por un lado lamento todo el esfuerzo que tuve que hacer y lo que podría haber aprendido y los estudios que podría haber acabado, con un diagnóstico y un tratamiento temprano, y por otro lado me siento orgulloso de haber hecho todo lo que he hecho en mi vida a pesar de esta " capacidad diferente". También me siento orgulloso de todas las estrategias compensatorias que yo mismo, con mi pobre cabecica, he tenido que inventar y aplicar durante mi vida para lograr mis objetivos, y que me han dado, en parte, esta forma de pensar tan rocambolesca que tengo, y parte de mi creatividad.
Me queda la victoria moral sobre aquellos profesores de matemáticas que me trataban de tonto, cuando los tontos, los que no sabían nada de la enseñanza de su propia materia eran ellos, que en su soberbia, y a pesar del fracaso de sus enseñanzas y de su trabajo, nunca llegaron a leer, según pudimos comprobar muchos cientos de alumnos, nada sobre las dificultades del aprendizaje de las matemáticas. Para ellos no había ninguna etapa intermedia ni ninguna relación entre las matemáticas y el profesor, y el alumno y su aprendizaje, el que sabía valía, y el que no a letras, decían, y, ay, qué bien le hubiera ido al sistema educativo que estos zamacotanes hubieran estudiado ciencias mixtas.
Hoy día se sabe más, los profesores saben más, no son tan dogmáticos como en nuestros tiempos, y afortunadamente la dislexia se detecta pronto, pero queridos amiguitos, también existen la discalculia y la disgrafia, así que si tenéis críos estad atentos, más vale consultar a tiempo a una psicóloga que tener que descubrir, cuarenta y siete años después, cuál ha sido la causa de que te hayan pasado muchas cosas de las que te han pasado.
A mi edad el cerebro ya no es tan plástico como cuando tenía ocho años, así que ya sé que, por ejemplo, no podré llegar aprender nunca a leer bien música, que no mejoraré mucho mi caligrafía y que tampoco lograré ser una persona realmente ordenada, pero creo que ya he sido capaz de darle suficiente desarrollo y suficiente rendimiento a mi pobre cabecica.
Por último quiero de las gracias a todos los buenos amigos que tuve, y que sigo teniendo, que a pesar de tener la cabeza tan estropeadica por tantos lados y razones, siempre me apoyaron y compartieron conmigo estas y todas mis demás rarezas sin inmutarse. Esto sí que es respeto a la diversidad.
Un abrazo para todos ellos y para todos otro y salud.
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