Hace ya tiempo que la competitividad arruina todo el esfuerzo humano, excepto a veces el del triunfador.
Esta es la causa de que esté llegando la era del mínimo esfuerzo, y de el merecido máximo descanso posible, puesto que se nos ha hecho hacer mucho más de lo necesario, para obtener a cambio mucho menos.
Es el propio mercado el que da valor al trabajo, si el trabajo sigue bajando su valor, a nadie le interesará trabajar más allá de lo estrictamente necesario para la supervivencia.
A las demás cosas que quedan fuera esta subsistencia ya no se puede ni aspirar.
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