miércoles, 21 de noviembre de 2018

Buena Suerte

Tengo la gran suerte de que no me importe absolutamente nada el dinero. No es algo que yo busque, no es un signo de ascetismo. Hay gente a la que no le importan los animales, o el arte, o las personas. A mí no me importa el dinero, no es una pose, simplemente es así. Lo que yo necesito del mundo físico es poco y suele ser muy barato.

Por eso cuando Bantierra me envía un burofax lo recibo como si tuviera en mis manos una propaganda de Vitaldent, no me causa la más mínima impresión.

Lo que sí siento, cuando entro en alguna sus oficinas,  al ver a toda esa gentecilla miserable que tiene la desgracia de trabajar allí, es un gran orgullo, orgullo por no compartir su visión del mundo, ni su función dentro de él. ¿Qué aportan? ¿Que coño hacen moviendo papeles?¿Qué construyen ellos?

Siempre he vivido de acuerdo con mi propia naturaleza, no sé hacerlo de otra manera, y tengo la gran fortuna de valorar cosas que ellos ni siquiera perciben, por ejemplo: sólo mi amor por los libros y por la lectura, ya me pone a salvo de todas sus variadas y rastreras artimañas de trileros, a los que Jesucristo arrojaría fuera del templo, si tuviera a bien pasarse de nuevo por aquí abajo.

Al fin, la vida sigue. Para mí es siempre parecida y está llena de belleza. Sin embargo, su absurdo y frío mundo no puede ni siquiera aproximarse a mi cuerpo y mucho menos a mi mente, ni a mi cálido e interno refugio.

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