Salgo a caminar, a recorrer mi territorio, a la caza de mis propios pensamientos.
La persona más cercana está a seiscientos kilómetros, trescientos de ida y trescientos de vuelta. Por eso me repliego en mi interior, dejando en mi paseo que el parque, los gatos callejeros, los patos del Hurerva, el Sol y el viento, se asomen dentro de mí y me rocen con sus cálidas zarpas almohadillada, que doren mi piel, o que me revuelvan el pelo.
Los escucho a todos ellos animarme y aconsejarme, diciéndome cosas como"Sigue así" o "No bebas nunca solo" y eso hago, renovando mi voto en cada uno de mis paseos.
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