Desde lo alto de la colina los verdes campos de alfalfa me parecen balsas de agua marina fuertemente agitadas por el frío viento del norte.
Entonces con mi cuerpo pequeño, todavía de niño, bajo corriendo y gritando
para tirarme al agua vestido, lleno de una emoción y de un impulso
incontrolables.
Al llegar caigo entre las hierbas exhausto por el esfuerzo, por la emoción,
por la risa, con el pecho entero colmado de alegría.
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