Me encuentro
con Dani Clemente y le cuento la situación: no me han cogido en la única
entrevista de trabajo que he hecho, llueve y no he podido poner los carteles de
mis clases particulares de guitarra. Le cuento que estoy pensando en vender mi
cuerpo pero que comprendo que a mi edad y en mi estado solo lo podría vender
por partes. Que si un trocico de hígado, que si un riñón, que si una córnea,
cuarto y mitad de retina...
Él me mira y me
dice muy serio, «Quique, no te subestimes, conozco a un par de ancianas a las que
les podrías interesar».
Me emociona su
confianza en mi futuro. Me abalanzo sobre él y le beso y le abrazo.
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