domingo, 28 de septiembre de 2025

Quietud

                                                                 

La quietud perfecta de un despertar de la infancia a media tarde, la luz de verano colándose entre las rendijas de la persiana de lamas de madera sin tratar, el polvo en suspensión flotando como las estrellas en la noche y cayendo en un espectáculo grandioso en cada una de las respiraciones del niño sin preocupaciones que todavía es uno.

Más tarde le escena se repite, el niño es ya adolescente y ya no ve nada de lo anterior, apenas lo mira un segundo para replegarse en su interior, que está lleno de ilusiones, de deseos, y de poca paz.

Durante la juventud, ya en otra habitación, este despertar de la siesta se ha convertido en un descanso temporal en las fatigas diarias, uno que se usa ya solamente con el objetivo de poder continuar

Uno es ya un hombre maduro que descubre es estos momentos un oasis del que ya no querría salir y del que se ve obligado a marcharse, casi exclusivamente, por urgencias en la micción

De la vejez, no sé todavía nada, aunque he considerado que soy anciano desde los ocho años, en el plano mental, pues a esta edad, tras una grave enfermedad tuve una crisis de fe y una existencial que en otras circunstancias no habría tenido que afrontar hasta los cuarenta, pero ¿Seguirá existiendo este remanso, contendrá más dolores y recuerdos que la entorpezcan? ¿será más un deseo de descanso eterno, o de transformación en un gato casero que un disfrute del mismo momento? En fin, pronto lo sabremos, o no.

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