jueves, 25 de septiembre de 2025

Las temporalidades

                                                                    


Las temporalidades en general no coinciden, cada cual tiene varias, al menos dos, la exterior y la interior, que se ven afectadas en todo momento la una por la otra y las dos por las de cada una de las de los demás, por todas, incluyendo también las de los gatos por ejemplo, y está es la razón por la que cuando las temporalidades coinciden ocurren milagros amorosos, creativos. 

Volviendo a los gatos, cuando quise tener no uno, sino dos gatos, tenía yo cuarenta y tantos años y vivía de nuevo con mis padres, así que les pedí permiso y ellos encantados dijeron que sí, pues siempre les han gustado estos seres.

Así me puse en contacto con una pareja que vivía en las afueras de Zaragoza y dediqué mi día libre a tomar un autobús, quedar con ellos y conocer a los dos gatos que daban en adopción. Nos metimos los tres en el dormitorio, nos sentamos en la cama y dejaron entrar a los gatos, que eran unos cachorros grises atigrados con unos ojos azules espectaculares. Me quedé quieto dieciendo “ a ver si les gusto” y ellos, poco a poco se fueron acercando, les di mi mano a oler y después de esto, ellos, empezaron a trepar por mis piernas y por mi espalda. Al parecer había pasado yo la prueba de calidad, y además ellos me habían encantado a mí, así que volví muy contento a casa, con el beneplácito también de la joven pareja, en uno de esos autobuses que a última hora de las tardes de hacienda, van casi vacíos entre las ciudades dormitorio y las principales. 

Al día siguiente por la mañana visité al veterinario del barrio, al que ya habíamos llevado a todos los demás gatos que habíamos tenido, para preguntarle cuanto me costaría esterilizarlos, ponerles las vacunas y sendos chips, para que no se me perdieran, y de repente me di cuanta de algo en lo que hasta ese momento no había pensado; mi padre estaba inmuno deprimido ¿Sería un problema para él convivir con dos gatos? El veterinario me lo desaconsejó absolutamente, al parecer es muy difícil que una enfermedad, un parásito, un hongo, se transmita entre especies diferentes, pero con una persona inmunodeprimida había que tomar todas las precauciones. 

Andaba yo por aquel entonces muy corto de ilusiones, pero tuve que abandonar esta, por razones obvias.

Sin embargo al cabo de un año pude irme a vivir solo y entonces retomé mi afán. A algunas personas nos resulta difícil vivir sin gatos, y encontré al que ahora vive conmigo, Epi. Solo podía ser uno, aunque también atigrado, y de ojos azules, porque la casa era minúscula,

Cosas de la vida, tras fallecer mi padre, volví de nuevo a la casa madre, esta vez con gato, y aquí estamos los tres, mi madre, Epi y yo, compartiendo como no puede ser de otra manera, todas nuestras temporalidades, comprendiéndolas y acomodando unas a otras, pues en eso también consiste la buena convivencia.

Así, por ejemplo mi gato, como el resto de los felinos del mundo, se activa por las noches, y cuando en esas horas tiene hambre, si oye que me remuevo en la cama, lo que quiere decir que voy a levantarme al baño, aparece en el dormitorio, me sigue al servicio pidiéndome insistentemente aquello que hubiera podido cazar si viviera en libertad, pero si ve que ya van pasan las horas y no me despierto para darle lo suyo, mete su cabeza en el hueco de mi mano, para intercambiar, las caricias que mientras me despierta, esas que graciosamente me permite prodigarle, pretende cambiarme por un trozo de lata de las buenas.

Mi madre sin embargo desayuna muy pronto, cuando se cansa de estar a veces ya despierta en la cama, y vuelve a ella. Cuando me oye rondando por la cocina preparando el café y las tostadas, la oigo salir de su habitación de camino a la cocina para tomarse conmigo su segundo café, Sé que lo hace para ver cómo estoy de mis males, y yo, a mi vez, le sonsaco los suyos. 

Por la tarde cada uno anda en sus cosas, Epi en sus tremendas siestas en el patio, mi madre en sus novelas, las de la tele, y yo en las mías, de papel, y por la noche ella es la primera en retirarse,  viene a mi cuarto a despedirse, y a decirme si hay o no que regar las plantas, entonces yo, tras regar o no, entorno mi puerta, bajo el volumen de la televisión, y del amplificador de la guitarra eléctrica con la que zarceo mientras veo alguna serie antes de acostarme,. pues esto me relaja tanto como el nunca suficientemente ponderado orfidal

He hablado, habrá notado el lector, solo de las temporalidades externas, pues de las de dentro, que son las que nos impulsan a levantarnos de repente de la silla para ir a por un poco de agua, o a buscar el teléfono, nadie, ni siquiera uno mismo de las suyas, sabe a duras penas algo.  


Archivo : "Compteur de Tierces" de Louis Moinet.jpg Este archivo está licenciado bajo la licencia Creative Commons Attribution-Share Alike 3.0 Unportedhttps://commons.wikimedia.org/wiki/User:Hohum

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