Uno sabe que es viejo cuando se da cuenta de que el amor es y fue siempre una vivencia demasiado dura, y de que ya no es posible afrontarlo, con todos sus entresijos y con el cansancio y el desgaste propios de la vida
Entonces se resiste y comienza a escribir, como si las palabras pudieran llegar donde el cuerpo y la mente averiados ya no alcanzan
Pero las letras descienden pluma abajo, se adhieren al papel, y no se despegan de él para ir a ninguna parte
Las palabras escritas envejecen también, nada más despertar a la vida, como el hombre que las escribe.
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