Apenas alzas la mirada en la calle, por encima de los coches aparcados y de los rótulos de los comercios, aparece todo aquello que pretende estar escondido ante nuestros propios ojos.
Antenas parabólicas, rejas , geranios, perros y gatos encerrados en las balcones. Tipos fumando en las ventanas mirando el escote de las chicas, como si fueran ellos los que dentro de un rato fueran a desnudarlas.
Las construcciones, todas amontonadas en cualquier calle de cualquier ciudad, sosteniéndose unas en otras como harían los borrachos a primera hora de la mañana.
Kilómetros y kilómetros de cables eléctricos recorren los edificios, primero rodeándolos a la altura de sus tobillos, para luego ir ascendiendo hasta las azoteas. lanzándose después a la captura de otros edificios, saltando por encima de aceras y calzadas, atrapando a sus presas como lo haría un nido de víboras recién salido de sus huevos, expandiéndose en todas direcciones en busca de alimento.
Así, mires donde mires aparecen capas y capas de piel de un mismo animal que se mueve, se reproduce y consigue sobrevivir comiéndose a sus propios hijos como el mismo Dios del Tiempo
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