1- Busca un objetivo hacia el que dirigir tu ira.
2- Justifica tus agresiones con razonamientos elaborados, una ideología o religión cualesquiera pueden valer.
3- Ataca a tu prójimo, en vez de a ti mismo, hasta arrinconarlo, enciérralo en un armario o en un baúl y tira la llave al río.
4- Adorna tus acciones con símbolos e ideas, todo ello abstracto para que
estas no puedan ser atacadas, pues lo abstracto se encuentra en un plano inmaterial.
5- Repite lo anterior tantas veces como sea necesario antes de llegar al último paso.
6- Quédate por fin con todo lo que tus víctimas posean.
7- Vuelve al paso uno.
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