jueves, 13 de octubre de 2016

Melocotón

 

 En mis sueños descanso desnudo y destapado sobre la cama con los brazos en cruz, la mano de una mujer desconocida que aparece flotando sobre mi cabeza sostiene un melocotón.

 Lo suelta con delicadeza y la fruta rueda elegantemente  atravesando mi frente, nariz, cuello y torso.
Al llegar a mi abultado abdomen cae hacia la izquierda volviendo en dirección a mi cabeza rodando a lo largo de mi costado.

  Una vez en mi axila la mano lo recoge y vuelve a lanzarlo sobre mi frente con el mismo resultado, aunque en esta ocasión el melocotón se desvía hacia la derecha y es mi costado derecho sobre el que vuelve llegando a la otra axila.

 No me molesta el tacto que es todo lo suave que puede ser esta fruta pero cuando la misteriosa mujer se dispone a lanzarla por tercera vez un picor insoportable me recuerda que soy alérgico al melocotón.
Me arde la frente, el pecho, la tripa y los costados y este picor es lo que logra despertarme con todas esas partes de mi piel enrojecidas.

  Me pongo una crema que tengo para estos casos y tomo un potente antihistamínico por vía oral. Finalmente me ducho para calmar la piel.

  Un poco más tarde, ya restablecido por completo consulto uno de mis diccionarios “El lenguaje de los símbolos” que en la entrada “Melocotón” dice:

 “En China el melocotón es símbolo de la inmortalidad y longevidad… suele representarse surgiendo del jardín del paraíso donde su árbol da fruto cada tres mil años”
¿Es posible que esta interpretación sea tan certera? Es verdad, tengo alergia a esta fruta, a la longevidad y a la vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario