He cambiado
de casa y por tanto de hábitos. Ahora escribo en la mesa del comedor y ya no
salgo a hacerlo a los bares, aunque sigo llevando encima mi propia brújula.
Aquí tengo
la tranquilidad que necesito para trabajar y un sólo gato para inspirarme.
Antes de
empezar, para asegurarme de que no abandonaré por cualquier cosa la mesa,
enciendo una vela.
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